SCP-2128: La Cuna de los mentirosos.

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Un monstruo para la humanidad, ¿como se imaginaba?

Para muchos se presenta como una figura de pesadilla deslizándose por la oscuridad, cada paso dejando un rastro torpe y terrorífico. El gris muerto pinta su camino, llenando los pasillos estrechos y helados, tejiendo una atmósfera opresiva.

En medio de este entorno desolado, la supervivencia se ve como un juego de miedo, una cruel tragedia donde los habitantes del Sabato y las Brujas en Audapaupadópolis son los protagonistas forzados. La delicia enfermiza que los embarga deja una marca indeleble en sus almas, socavando su resistencia y cuestionando su supuesta libertad en un mundo tan oscuro.

El miedo se extiende más allá de los límites de la razón, la maldad y el salvajismo se elevan como un buen vino en las profundidades frías y enrarecidas de una bodega. El SCP-3199 se presenta como un obstáculo insuperable, una desoladora señal de que nadie está a salvo. Los supervivientes caen de rodillas, con miradas terribles que se sienten tan insignificantes como motas de polvo.

El SCP-3199 ha demostrado su poder, llevándolos al borde mismo del abismo, haciendo dudar a algunos si es obra de demonios superiores. Sin embargo, se vislumbra vulnerabilidad en ellos, con el corazón amenazando con estallar desde sus pechos. La marea de miedo y horror no se calmará, las lágrimas y los mocos se mezclan en sus rostros, formando una máscara de desesperación.

Una pregunta plagada de angustia corta las mentes de todos:

¿Quién o qué creó al SCP-3199?

¿Cuál es la verdadera razón de su presencia?

Los más fanáticos u creyentes tuvieron otro tipo de pregunta, una más íntima que se iba consumiendo en silencio.

¿Por qué su maestro/Dios no actuó en contra de esta falla?

Nadie sabe qué curso de acción tomar frente a este giro tan inesperado, un giro que ha levantado las alarmas y sacudido los cimientos de su existencia misma.

Debían emprender un salto hacia el abismo y fabricar sus alas en la travesía hacia el averno. A pesar de sus esfuerzos supremos, la anomalía los desechó como si fueran simples insectos y los aplastó sin piedad.

Y para asombro de muchos, varios demonios ululaban y gemían en desgracia, avergonzando a sus superiores.

Esa maldad era aún más sombría que ellos mismos, títeres en manos de bestias más colosales.

—¿Por qué? ¿Por qué nos ocurre esto a nosotros? Ese monstruo... ese monstruo es imbatible... —farfulló una mujer, como si su voz llevase consigo un miedo vergonzante.

—Parece ser que el infierno no está aquí... siempre estuvo en la tierra, donde sus demonios moran —sollozó una monja, aferrándose a su crucifijo como si fuera un hilo de araña en el abismo, la balanza estaba oculta, y todos serían castigados por igual, justos y pecadores.

—¿Acaso esto es el castigo del Señor? Dios... nos ha abandonado —declaró un hombre con la mirada fatigada e hinchada.

—¿Qué demonios está ocurriendo aquí? Pasamos de contemplar a bellas y sanguinarias mujeres a ver algo horroroso —se quejó otro hombre, su mano arrastrándose por su rostro por la irritación—. ¿Acaso siempre hemos cohabitado con estas criaturas? Me pregunto... ¿Qué salió mal en la historia del universo?

—Esa criatura poseía tanto de humano como de animal... quien sea que la creó, apostó hasta su último aliento en su creación, deseando sembrar la miseria entre los suyos... Qué horror, me aterroriza recordar la imagen de esa abominación.

En la Zona Sur oeste del Sabato.

—Desde el mero instante de nacer, supone un peligro para todos... literalmente puede aniquilar al hombre y usurpar su lugar... maldición, esto solo empeora —murmuró un pensador con más pavor que se amalgamaba con su voz.

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