SCP-179-DE: Al más Justo.

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Música para acompañar el capítulo:

En las gradas del Sabato que ahora estaban colapsadas, los semblantes de los espectadores exhibían ira, resentimiento, júbilo, desolación, temor, estupor o paranoia, una representación fiel y real que palpitaba como una vergonzosa instancia y prueba de que esto persistía y que anhelar un fin, era anhelar más.

El suelo bajo todos retumbó y una corneta azotó los cielos infectados del Sabato, inclusive sus matices viraron a tonalidades más carmesíes que antes, consumiendo la primera capa que bailó previamente y, en otra época, la corneta sonó, tan pesada y grave, lacerando el mismo espacio-tiempo de la realidad. Suficiente para recordarles que su travesía continuaba y continuaba, con la nueva enseñanza de que incluso sus capacidades oníricas eran una anormalidad, todos sus pasos quizás, nunca fueron de ellos, que quizás siempre estuvieron guiados por manos lejanas... en un instante, causó animadversión y rencor.

Sintieron que sus sentidos comenzaban a deshacerse, cuando otra vez la corneta resonó tan enfermizamente que anunciaba algo pero todos intuyeron que era algún efecto del SCP-4246, y en parte si que tenían razón, era por algo que consumía eso, una corona de 7 alabardas que anunciaba algo aún indescifrable.

Con el velo rasgado, muchos se tocaron sus rostros exasperados, con sus ojos de un lado a otro en un ataque de frenesí, parecian querer salirse de sus cuencas con la misma fuerza con la que eran empujados, sus iris se habían cautivado con su propia pequeñez ante lo anómalo que ya dolía ver. Otros lloraban en silencio, saboreando sus lágrimas, sintiéndose presos de las muchas apariencias, incluso de ellos mismos, meneando sus cabezas inútilmente se volvían locos por encontrar una razón a los Primogénitos.

Otros con sus férulas apretadas, dejaban que el líquido carmesí se deslizara por sus muñecas, pendiendo de un segundo, luego cayendo al piso, revolcándose en el polvo de sus miedos.

El sudor, el olor de la orina y las heces se mezclaban como una consecuencia de sus miedos al SCP-4246 y a su negativa de eliminación, todos sus fluidos y desechos manchaban sus atuendos, sus pieles se sentían colmadas de su misma esencia. Miradas curiosas y resentidas se conglomeraron y descargaron, todas sobre la cicatriz en su alma y entendimiento de la realidad, intentando aferrarse a la lógica retorcida de la Fundación, creyéndose libres de la locura, sin saber que dieron un paso más hacia ella.

Saber que el SCP-4246 significaba un aspecto angular en el gran esquema de todo hizo un ruido sordo que resonó en las fuerzas de sus mentes al entender que incluso los sueños tienen un poder aterrador e infinitamente superior a cualquier materia o pensamiento, que lo que sea que eran los Primogénitos, vieron en los humanos una existencia final de la misma creencia.

La insania se aferraba a ellos como una sombra constante, recordándoles que en el Sabato, no había escapatoria. La corneta seguía sonando, marcando el compás de su eterna condena, y los semblantes de los presentes reflejaban el terror y la desesperación de estar atrapados en ese círculo interminable.

En medio de ese caos de emociones y pensamientos, la corona de 7 alabardas relucía con un poder intimidante en el cielo del Sabato, recordándoles que estaban bajo el dominio de algo mucho más grande y oscuro de lo que podían imaginar. Y así, se sumergieron más y más en la locura, perdiendo toda esperanza de encontrar una salida.

El Sabato era un lugar de pesadilla, donde la realidad se retorcía y se deformaba, y cada uno de los presentes era una pieza más en el juego macabro. Y mientras la corneta seguía sonando, marcando su destino, sabían que ya no había vuelta atrás. Eran prisioneros de su propia mente, condenados a vagar por la eternidad en ese infierno en el que habían caído.

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