SCP-ES-264: Cangrejo Amigable.

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Música para acompañar el capítulo 1/1:

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Música para acompañar el capítulo 1/1:

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La apoteosis emocional que se desencadenó en los Principes del Infierno tuvo una duración efímera de tan solo 25 segundos, en los cuales sus espíritus se vieron invadidos por un profundo y perturbador desasosiego. De sus labios brotaron suspiros asfixiantes, privados de aire debido al impacto emocional que les causó la lectura de la misiva del Agente Ukelele dirigida a la SCP-166.

Sus venas, antes impávidas, comenzaron a hincharse y a serpentear por sus cuellos, extendiéndose finalmente hasta sus semblantes. Las pupilas de sus ojos adquirieron un matiz rojizo, la sangre brotó de debajo de sus párpados manchados y una fuerza titánica se manifestó, trastornando incluso el equilibrio sanguíneo en sus arterias, con gotas de fluido carmesí que caían inexorablemente.

La sangre, asimismo, se derramaba desde las comisuras de sus labios, añadiendo un contraste macabro a la escena de un rojo de ira, de pasión, de rencor.

El poder embriagador de las palabras del Agente Ukelele, impregnadas de amor y arrepentimiento hacia la anomalía contenida, trascendía los límites de lo tolerable.

La misma realidad parecía doblegarse y ceder ante la furia de sus corazones, desencadenando una serie de sucesos inesperados y aterradores. Incluso desde los rincones más remotos del Sabato, se percibía una cúpula de energía, una supernova de emociones surgida del terror y la conmoción.

Tras un momento de intensidad indescriptible, la apoteosis alcanzó su punto culminante y los demonios menores se postraron de rodillas, con lágrimas de sangre mezclándose con su agonizante respiración.

La epístola del Agente Ukelele había tocado las fibras más íntimas de sus seres, desatando una cascada de emociones y pensamientos que creían sepultados.

La SCP-166, la percibieron como una observadora inmutable, que contemplaba en silencio e ignoraba las acciones de su padre, su rostro imperturbable ocultando cualquier resto de sentimiento. Consciente de la magnitud de su propio poder y el impacto que causaba en aquellos que la rodeaban.

En un instante de calma tensa, los demonios menores se alzaron lentamente, marcados por la resonancia de la experiencia vivida. Eran conscientes de que aquella vivencia dejaría una marca imborrable en sus almas, que la carta del Agente Ukelele había desencadenado emociones y reflexiones que creían enterradas para siempre.

Mientras tanto, la SCP-166 permanecía encapsulada, inalterable y enigmática, consciente de su propio poder desatado de manera involuntaria.

En medio del caos emocional y la incertidumbre reinante, los Señores del Abismo comprendieron que ya nada sería igual, que la epístola del Agente Ukelele había desvelado una verdad que habían evitado durante mucho tiempo. Y mientras un silencio sepulcral retornaba al Sabato, una última grabación a tiempo real de la SCP-166 que seguía observando con sus ojos serenos y calculadores, aguardando el siguiente momento de catarsis que inevitablemente se acercaría.

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