El cielo era frío, solitario... Y eso a pesar de la gran cantidad de ángeles que siempre andaban por allí.
Tantos angeles que había visto a lo largo de su existencia... Y no tenía ni un sólo amigo, nadie nunca se interesó por él, nadie nunca le sonrió... Todos parecían tan ocupados, incluso él lo estaba... Pero siempre deseó algo más, a alguien... Y por fin, Azirafel lo había encontrado.
Crowley representaba para Azirafel muchas cosas:
Una salvación: Crowley había sido la prueba que tenía que superar para seguir siendo un Ángel.
Un reto: Eso representó Crowley para Azirafel en un principio, luego de conocerse.
Un humano enojón: Azirafel empezó a considerarle así una vez que vió que no era tan malo cómo aparentaba.
Un conocido: Azirafel cedió a considerarlo así una vez que Crowley disminuyó su cantidad masiva de groserías e insultos al día. (Un logro nunca antes visto)
Pero, ¿Ahora qué es Crowley para Azirafel?
El lo es todo para el ángel, una condena, una salvación, la vida, el cielo, el paraíso... Y próximamente su pareja, claro, si los planes de Crowley salen bien, pero no olvidemos que Diosita también tiene los suyos...
Crowley caminó hasta su amado Bettley, y manejó... Hasta la que alguna vez había sido su casa... En la que una vez, por un corto tiempo, pudo verse en la dicha de tener una familia, de ser arropado por las noches y escuchar la suave y dulce voz de su madre.
- Si, tenía razón, estoy obligado a regresar.- Dijo Crowley subiendo los escalones para abrir la puerta de la casa.
Era grande, enorme más bien, y lo fue mucho más para ese pequeño niño que vivió sólo con un par de sirvientas, sólo en esa mansión preguntándose... ¿Por qué?
- Maldita sea, no abre.- Murmuró Crowley al ver qué la cerradura de la puerta ya era muy vieja, tanto cómo para ceder ante la llave.
- ¿Qué hace?.- Preguntó una voz femenina detrás de Crowley.
- Nada de su incumbencia... Vieja chismosa.- Lo último lo murmuró Crowley por lo bajo.
- Es de mi incumbencia si alguien extraño tiene llaves de la casa dónde trabajo.- Dijo la anciana.
- ¿Dónde trabaja?.- Crowley volteó y se encontró frente a frente con la mujer.
Esa cara... Esa cara pertenecía a las sombras de su pasado, y esas manos fueron las que secaron sus lágrimas cuando se enteró de la muerte de su padre, y esos ojos, esos se volvían ciegos cuándo un pequeño Crowley hacía una que otra travesura, permitiéndole así divertirse sin que le regalaran sus padres.
- Nana...- Fue lo que salió de los temblorosos labios de Crowley.
- ¿Crowley?.- Dijo la anciana, la cual fue rodeada por los brazos de Crowley en un abrazo bastante emotivo.
No pensó verse así de nuevo, siendo abrazada por Crowley, la anciana no pensó volver a recibir un abrazo de el pelirrojo que crío tras la muerte de los señores a los que una vez sirvió. No pensó volver a sentir ese abrazo, no desde que lo recibió por última vez, cuando Crowley con tan solo 16 años se marchó de la casa, dejándola con los ojos llenos de lágrimas, y los labios llenos de... "Te quiero mi niño".
- Lamento haberme ido, lamento ser un idiota contigo Nana... Lo lamento...- Decía Crowley con ojos cargados de emociones y lágrimas.
- No lo lamentes mi niño, ya no tiene importancia, ya eres todo un hombre.- Dijo la anciana con la voz quebrada por el peso del pasado.
- No sirve de mucho serlo, sigo siendo un idiota, y eh hecho de mi vida un asco... Debí hacerte caso en todas esas veces que me aconsejabas...
- Mi niño... Siempre fuiste tan rebelde, en el fondo sabía que no escucharías mis sermones, y que por eso, un día querrías escucharlos y vendrías... Sabía que volverías a tú casa.
- Si, lo dijiste ese día que me fuí, y vaya que nunca te equivocas.- Sonrió Crowley en medida que se le hizo posible.
- Soy vieja, pero nunca me equivoco.- Rió la anciana.
La anciana abrió la puerta y ella y Crowley entraron en la casa para tener una larga y emotiva charla sobre que había sido de aquel niñito se pelo rojo, ojos negros pero amarillados, y de aptitud intrépida y desafiante.
(🥀)
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𝐿𝑜𝑠 𝑀𝑎𝑙𝑜𝑠 𝑁𝑜 𝑉𝑎𝑛 𝐴𝑙 𝐶𝑖𝑒𝑙𝑜
Fanfiction- Oh, Crowley, permíteme.- Dijo Aziraphale tendiendole la mano para ayudarle. - ¡No quiero tú ayuda!.- Crowley golpeó la mano de Aziraphale. Crowley se levantó a cómo pudo y se sacudió la ropa, estaba tan enojado que no se percató de que el sujeto l...