Capitulo 16

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El arcángel Gabriel se encontraba en su oficina llorando mientras comía un bote de helado y recordaba los momentos que había vivido junto a Beelzebúb.

1804 :

Hacía un fría noche y una fuerte lluvía se desataba en aquella ciudad. Gabriel, quien aún no había conseguido su cargo de arcángel supremo, se encontraba sentado en la banqueta frente a una tienda.

- Todo lo qué tengo que hacer para ser arcángel supremo.- Se arregló el traje.- Está lluvia va a arruinar por completo mi traje nuevo.

- Yo no lo diría así, más bien, ya parece horrendo, tal vez deberías considerar tener mejores gustos.- Dijo una mujer de traje y con un paraguas en mano.

Gabriel le reconoció de inmediato, aunque nunca habían intercambiado palabras no había ningún ángel o demonio que no le conociera, era Beelzebúb, el príncipe del infierno.

Gabriel sabía perfectamente que tenía prohibido hablar con demonios, así que tapó su boca con su manos para impedirse contestarle.

- Ja, no sabía que el mensajero de Dios fuera mudo.- Dijo Beelzebúb.

- No lo soy.- Dijo Gabriel, aunque gracias a sus manos tapando su boca, Beelzebúb no pudo escucharle muy bien.

Beelzebúb río por lo bajo y dejó su paraguas en la banqueta junto a Gabriel.

- Toma, úsalo a menos que quieras matar tu cuerpo físico.

Beelzebúb se fue, dejando tras de si a un muy confundido Gabriel.

Presente

- Beelzebúb...- Murmuró Gabriel entre llantos.

Azirafel entró de repente, había roto la puerta de la oficina de Gabriel con su espada flameante.

- ¡Gabriel! Necesito tu ayuda.

- ¡Mi puerta! Era nueva... La cambié cuando Beelzebúb la pateó y rompió.- Gabriel se encogió en hombros y volvió a llorar.

- Beelzebúb secuestro a mi Crowley.- Dijo Azirafel enojado.

- Eso es imposible... Mi Beelzebúb nunca haría eso.

Azirafel le miró con una cara de : "¿Es enserio?"

- Bueno... Tal vez si, pero seguro que tuvo una buena razón para hacerlo.- Dijo Gabriel mientras comía su helado.

- ¡Lo quiere matar!.- Dijo Azirafel comenzando a jalar de los hombros a Gabriel para que reaccionara.

- No, eso es imposible. Todo ángel y todo demonio tiene prohibido interferir en eso, no pueden ni crear vida, ni matar, ni siquiera volver a darle vida a alguien, está prohibido, y nadie rompe esa regla.

De repente las alarmas en el cielo comenzaron a sonar, y el ángel Miguel entró corriendo en la oficina de Gabriel.

- ¡Rompieron la regla!.- Dijo Miguel asustada.- ¡Un demonio está por asesinar a un humano!

- Ay no... Crowley.- Las lágrimas empezaron a hacerce presentes en los ojos de Azirafel.

- Beelzebúb... No puede ser verdad...- Dijo Gabriel afligido.

- ¡Lo es! Y ya no puedo esperar a qué hagas algo, tengo que salvar a Crowley.

- ¡Espera!

Azirafel salió corriendo de la oficina de Gabriel, tan aprisa cómo había llegado.

Crowley se encontraba en suelo, mientras Beelzebúb tenía su pie aplastando el cuello de este.

- Si... Creo que oficialmente eh ganado la apuesta.- Dijo Beelzebúb con una sonrisa de lado, tan clásica de ella.

- ¿A qué te refieres?.- Dijo Crowley, que apenas y podía respirar.

- Bueno, ya que vas a morir, te diré el por Gabriel y yo tenemos tanto interés en tú alma, claro, cómo tú última petición antes de morir.

Beelzebúb comenzó a narrar lo que había sucedido hacía muchos años, más específicamente, lo que había sucedido el mismo día en qué los padres de Crowley perdieron la vida en aquel accidente automovilístico.

1974

- ¿Murieron todos?.- Preguntó Beelzebúb.

- No, el niño aún respira...- Dijo Gabriel en un tono serio.

- ¿Quién es ese?, ¿Es de lo tuyos?.- Dijo Beelzebúb señalando a un sujeto de pelo blanco acercándose al carro dónde venía el pequeño Crowley.

- No, debe ser de los tuyos, no eh mandado a ningún ángel aquí.- Dijo Gabriel mirando confundido.

- Pues no es de los míos.

- Oh buen Dios... Es Azirafel... ¿Qué hace aquí?

Azirafel había presenciado el choque, pudo sentir que el niño aún vivía, y no se atrevió a dejarlo morir, así que se acercó al carro y sacó al niño de allí, lo tenía en brazos mientras llamaba a la ambulancia y trataba de detener el sangrado de las múltiples heridas que tenía el pequeño.

- Oh... Parece que uno de los tuyos está rompiendo las reglas... ¿Quién lo diría? Hubiera apostado mis moscas a qué uno de mis demonios sería el primero en romper esa regla.- Dijo Beelzebúb sonriente

- Le salvó la vida... Qué tontería...
  
  

(🥀)



𝐿𝑜𝑠 𝑀𝑎𝑙𝑜𝑠 𝑁𝑜 𝑉𝑎𝑛 𝐴𝑙 𝐶𝑖𝑒𝑙𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora