Capítulo 30: LA COFESION

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ÁNGELO

Ya son las dos de la tarde y el sol está en su punto más alto, me enfundo con una camiseta sin mangas de color rojo y un pantalón de mezclilla azul, mi cabello no lo peino como de costumbre, completamente liso para atrás, esta vez me lo dejo algo alborotado , no es un estilo común en mí, pero este cambio es necesario.

Me veo en el espejo y me sorprendo de verme vestido así. No soy de presumir ni nada por el estilo, pero reconozco que no me veo mal.

Hacía años que mi guardarropa había cambiado por pantalones de tela, camisetas lisas negras con botones al frente y con el pequeño collarín en el cuello. Que verme así me asustaba un poco. 

—Hijo, te ves joven y radiante. —dice mi padre entrando a la habitación. —Te ves hasta más guapo, vas a ver que tendrás a todas las mujeres en poco tiempo detrás de ti. Van a babear y no sabrás a cuál mujer elegir. 

—Yo no quiero a un montón de mujeres detrás de mí. —expreso viéndolo algo molesto. 

—Sí, lo sé, quieres a esa tal Virginia. —Gruñó él un poco molesto. 

—Esa es la mujer que amo, y por la cual daría mi vida —hablo con una sonrisa.

De solo pensar en ella no puedo evitar sonreír como un tonto. 

—Hijo, prométeme que me la presentaras. Quiero agradecerle por lo que ha hecho. 

—Te lo prometo. Pero ella no ha hecho nada, lo he hecho yo. La decisión fue mía. 

—¡¿Cómo que no ha hecho nada?! Te parece poco que hayas dejado...

—No lo digas —susurro con un poco de pesar —A pesar de lo que piensas, a mí me gustaba ir al seminario. 

—Bueno —sisea —Sea lo que sea, ahora serás el vicepresidente de la compañía. —me dice con una sonrisa y palmeando mi espalda en modo de afecto.

—Sí, papá —contesto con algo de pesar. Pues en el fondo nunca había sido mi sueño trabajar para él, pero al no tener experiencia, toco aceptar.

—Ahora me despido porque quiero ir a ver a Virginia. 

Él afirma con la cabeza dándome un abrazo, para luego darme paso para que pueda caminar hacia la puerta y antes de que la pueda abrir, me dice. 

—Salúdala de mi parte. Dile que la quiero conocer. —me da una sonrisa

—Eso haré papá —concluyo, tomando las llaves para subir al auto y manejar hasta su casa. 

En todo el trayecto no podía dejar de pensar en ella y lo emocionado que estoy por verla, esta semana ha sido una tortura.

Pero ya concluyó y es hora de hacer una vida junto a esa chica que me vuelve loco. 

Estaciono el auto, me miro en el espejo retrovisor y me arreglo un poco el cabello, que se desarregló más de la cuenta.

Ya listo, salgo del auto, cuando me estoy acercando, veo a Gustavo y a Virginia darse un beso.

La sangre empieza a hervir de la rabia, mi mandíbula se tensa, apuño los dedos de mi mano con la intención de pegarle a ese idiota. Pero antes de que dé un paso más, veo cómo Virginia lo aparta y le da una cachetada.

Tal acto hizo qué mi enfado se calmará un poco y sonrió con satisfacción.

«Creo, que ya obtuvo su merecido» 

Más tranquilo camino hacia donde están y los saludo con una gran sonrisa en mi rostro.

Virginia al verme sonríe de felicidad lanzándose a mis brazos, todo lo contrario a Gustavo qué bufa desde su lugar. 

—¿Qué haces aquí? ¿Acaso no te cansas de seguir a Virginia? —increpa Gustavo mirándome a los ojos. 

—Pues eso mismo digo yo de ti —respondo dejando de abrazar a Virginia y posicionándola a mi lado mientras la sostengo de la cintura con firmeza. 

—Porque no la dejas en paz y te dedicas a tus obligaciones como sacerdote. ¿O acaso no hacen nada en la iglesia? —cuestiona Gustavo con arrogancia. 

Sin poder evitarlo sonrió. Pero él no muestra alegría, al contrario, me mira con enojo.

—Para tu información, si hay mucho que hacer, pero como renuncie a mi diaconado. Esa labor le tocará a otro. —respondo con seguridad, a lo que él abre los ojos de par en par.

—¡¿Cómo?! —vocifera Virginia con felicidad. —¿Renunciaste a ser sacerdote? 

La vuelvo a ver y le afirmo con la cabeza a lo que ella se lanza a besarme.

Rodeo su cuerpo con mi brazo y profundizo el beso.

Ella no se imagina cuánto extrañe sus labios, creo que me volveré adicto a ellos.

Ella será mi droga, una que no pienso dejar nunca. No sé por cuánto tiempo estuvimos besándonos, solo sé que al separarnos con la respiración agitada puedo ver a Gustavo alejarse de nuestro lado, pateando una piedra con enfado. 

Volteo a ver a Virginia con aquellos ojos grandes que me miran con felicidad.

Y verla tan feliz sé que tome la mejor decisión, aparte de que yo estoy mucho más feliz.  

—Te amo Virginia. Y perdón por no poderte venir a ver en todos estos días, pero como vez tuve que viajar para firmar y concluir… 

—Shhh —me calla, colocando su dedo índice en mi boca. —Eso ya no importa. Ahora eres mío completamente y te quiero a mi lado siempre. —culmina dándome otro beso. El cual recibo gustoso y devoro su boca.

—¿Qué pasa aquí? ¿Qué es esto? —bufa Míriam saliendo de la casa. 

Asustado me separó de Virginia. 

—Yo - yo —tartamudeo. 

—Él es mi novio —interrumpe con alegría virginia tomando mi brazo. 

—¿Cómo que tu novio? ¿Si él es el diácono de la iglesia? —cuestiona su madre viéndome a los ojos. 

—Él renunció al diaconado por mí —dice Virginia con gran alegría. 

—¿Es eso cierto? —cuestiona Míriam sin dejar de mirarme. 

—Sí, señora. Amo a su hija más de lo que se puede imaginar y quiero convertirla en mi esposa. —susurro con nerviosismo. 

Por unos segundos la señora se queda callada, para después sonreír y decir con emoción. 

—Entonces eres parte de la familia. Ven, pase adelante. Pero te advierto que debes de pedirle la mano como se debe. —dice con una enorme sonrisa y respondo sonriendo también.

Virginia brinca de felicidad, abraza a su madre y le da besos en la cara agradeciendo, yo no puedo dejar de sonreír.

Virginia se me acerca y me agarra del brazo hacia el interior de la propiedad.

Con delicadeza detengo el paso, ella me mira confundida, me acerco a su oído para hablarle.  

—Te amo, mi flor de primavera. 

 

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VIRGEN PERO NO SANTA #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora