6° Capítulo: EL PAGO

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Salgo de aquel maldito cuarto para adentrarme en el mío. Busco entre los cajones las galletas que oculto en la mesita de noche. Leonel tiene prohibido comer esos dulces en la casa, a lo que yo los compro a escondidas. Comer estas galletas me trae muchos recuerdos. Mi padre solía comprarlas. Sabía que eran mis favoritas, incluso eran las suyas. No faltaba un día que no llegara a casa con ellas. Solía decirme «Princesita, estoy en casa, traje algo para ti» yo corría tras él y me subía en sus brazos. «Mi nena, no le digas a tu madre, no queremos que ella se moleste, vamos, come, ¿verdad que están buenas?, ¿las mejores galletas del mundo?», yo siempre asentía, mientras me las comía. «Recuerda esto mi niña, siempre que las comas, pensaras en mí, y en lo mucho que te amo»

Esos momentos compartidos con él eran los mejores y los extraño. Aún no comprendo por qué nos abandonó. Nunca hubo señales de que lo haría. Tampoco lo veía discutir con mi madre. Solo un día dijo que saldría a comprar las galletas, porque yo se lo pedí y nunca más regresó. Esta vez no fue, como en las historias cliché, de que “voy por cigarrillos” y no regresaban. Esta vez fueron las sabrosas galletas que me estoy devorando en estos momentos, qué es lo único que me calma.

Mientras saboreo el chocolate y la vainilla, escucho que alguien abre la puerta con delicadeza. Sin pensar que me puedo atragantar, me introduzco todas las galletas en mi boca de una vez.

—Cariño, ¿cómo estás? —saluda mi madre ingresando en la habitación —Te traje esta sopa —anuncia, mientras se sienta a mi lado, y luego, con dulzura, limpia mi boca quitando las migajas que quedaron de las galletas —Sé que es difícil la adolescencia, yo también la viví. Pero eso no es motivo para que odies a tu padre. Él solo quiere tu bien.

La vuelvo a mirar con una mezcla de furia, dolor, quizás hasta con desilusión, pero no digo nada. Sigo masticando tranquilamente aquel manjar como si no estuviese prohibido. Ella observa fijamente el empaque de las galletas, veo en sus ojos algo de dolor y tristeza. Creo que al verlas le recuerda a mi padre. En segundos su semblante cambia, me mira con una sonrisa, se levanta con mucha calma y se retira, sin decir nada más.

Dejo escapar el aire que contenía mis pulmones, sintiendo lágrimas recorrer mis mejillas. Si mi padre no nos hubiera abandonado, hoy sería otra historia, no estaríamos atrapadas en este infierno. Furiosa, me limpio las lágrimas. “No lloraré más, llorando, no soluciono nada”

Pronto llega la noche y con ella las ganas de ir al night club por dinero. Busco entre las bolsas negras la ropa interior que guardo en ellas y con sutileza me coloco aquel sostén rojo pasión y aquella diminuta braga del mismo color. Me observo en el espejo mientras me suelto el cabello rubio que me llega hasta la mitad de mi espalda. Luego, aplico maquillaje en mi rostro con colores llamativos. Para concluir, me coloco aquellos bellos zapatos de tacón con suela ancha que me hacen ver más alta y mucho más atrevida en el tubo. Encima de todo esto, me coloco un pantalón y un abrigo que cubre todo mi cuerpo por el frío.

No me rendiré, obtendré el dinero para salir, huir de este hogar opresivo. Conmigo me llevaré a mis hermanas. No permitiré que ese infeliz les haga daño —Me aliento con determinación.

Al terminar me doy una última ojeada en el espejo verificando qué todo está bien, para luego salir por la ventana.

En el night club, comienzo a bailar tocando todo mi cuerpo de manera sensual y bien provocativa, mientras los hombres se acercan lentamente. Toco la silla con gracia y sensualidad, moviendo mi cuerpo al compás de la música. Me siento sobre ella, abriendo y cerrando las piernas, los espectadores no apartan su rostro sobre mí. Al terminar el show, un balde de agua cae sobre mí, volviendo aún más loco al público masculino.

Como costumbre, me inclino para juntar los billetes qué los hombres elegantes han dejado en el suelo, mientras otros los colocan entre el sostén y las bragas.

VIRGEN PERO NO SANTA #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora