10° Capítulo: EL SECRETO

2.8K 155 18
                                    

LEONEL

Veo cómo Mariam cierra la puerta, para después desviar mi miro aquel hombre que tanto odiaba alejarse de la casa.

—Canalla, como te atreves a venir aquí —bufo, mientras corro a detenerlo, él se me queda viendo mientras espera a que yo diga algo más.

La idea de que estos dos estén saliendo juntos me calienta la sangre y en solo segundo le agarro la camisa.

—¿Qué haces aquí y con mi hija? —Escupo una a una las palabras, mientras lo miro con odio.

—Será mejor que me sueltes antes de que pierda los estribos —escucho que dice, su única expresión deja sus intenciones bastante claras. Aunque hablo de manera moderada, deja ver su temperamento fuerte.

Molesto suelto su camisa, golpeando con fuerza el tronco de un árbol. Después lo vuelvo a mirar y le apunto con el dedo mientras le grito.

—¿Acaso no eres un hombre casado? ¿O ya te divorciaste de tu mujer? Él levanta su cabeza, y en su rostro puedo ver lo enojado que está, aprieta la mandíbula con fuerza incapaz de contener su ira, agita su puño en el aire listo para atacar, pero algo lo detiene.

—Tienes razón, eres el padre de Netya y ella no se merece esto… —dice con calma, bajando la mano —aparte, no vale la pena pelear con tipos como tú —viéndome de arriba para abajo, con una sonrisa en su rostro.

Por mi parte, yo solo tengo unas ganas de borrarle esa sonrisa de su rostro, me molesta sobremanera que me trate como cualquier cosa.

—Claro que debes de cuidarte de mí porque puedo llamar a tu mujer y contarle todo lo que está pasando aquí.

De repente, debido a mis palabras, la expresión de Porfidio cambia. Al notar que la paciencia se le estaba acabando digo con una sonrisa

—¿Lindora no sabe de esta relación? ¿Verdad?

El puñetazo de Porfidio me toma por sorpresa, pero al instante me recompongo y le devuelvo el golpe. Porfidio se abalanza sobre mí e internamente le agradezco la oportunidad de descargar contra él todo el rencor que le tengo en estos momentos.

Forcejeamos hasta caer al piso en medio de los gritos histéricos de Míriam, la gente del vecindario empieza a llegar y con ellos el creciente murmullo de los que se acercan para observar la pelea. Los golpes van y vienen con fuerza sin que pueda hacer mucho para detener el ataque. En un momento dado, logró colar mi rodilla entre mi cuerpo y el de Porfidio, empujo con fuerza hasta quitármelo de encima, aprovecho para tener yo la ventaja, pero apenas logro darle un par de golpes cuando siento que me jalan con fuerza casi levantándome en peso.

—Será mejor que se detengan antes de que llame a la policía… —anuncia un guarda de seguridad de uno de los locales del frente, sus palabras detienen nuestros forcejeos de forma automática y me sacudo una vez más, levantando las manos al aire en señal de tregua hasta que me sueltan.

—Está bien —a lo que los guardas de seguridad me sueltan. —este imbécil gana… —me doy la vuelta para irme para mi casa “no lo vea, este estúpido no merecen ni mi tiempo ni mi energía”

—Ni se te ocurra mencionar su nombre con tu sucia boca nunca más en tu vida —escupe Porfidio salpicando sangre. Mientras, intenta zafarse del agarre de los guardas.

—¿Por qué? ¿Ella no se ha olvidado de mí? —respondo volviéndolo a ver.

—¿Quién es Lindora? —la voz dulce de Míriam, a mi lado, hace qué desvíe la mirada hacia donde está ella.

—alguien que a ti no te importa —vocifero con furia al verla de pie en medio del bochinche —¿Acaso no te dije que te metieras a la casa…?

Ella afirma con la cabeza mientras tartamudea

—Es que te vi pelear…

—Es que nada… —gruño a lo que la gente se queda callada y me vuelve a ver con asombro por la forma en que la estoy tratando

—Vámonos a casa, no sabes lo que dices —la voz llorosa de mi mujer me hace entrar en razón

—perdón, mi amor, es que estoy enojado. Pero no contigo, sino con este patán… —hablo cariñosamente mientras la abrazo y miro a Porfidio quien está sentado en el suelo, por varios minutos me le quedo viendo analizando lo que haré para luego acercarme donde él.

—Porfidio, levántate… —exclamo haciendo a un lado al guarda, jalando un brazo del hombre.

—No me toques, con tus sucias manos —se queja mientras se levanta y me empuja. —Todo lo que paso fue por tu culpa… —amenaza.

Antes de que pudiera decir algo más le lanzo un fuerte golpe en la cara, tan pronto se puso de pie. Este me lanza otro volviendo a pelear de nuevo. Los golpes iban y van, y a diferencia de la otra vez los golpes son más fuertes.

De pronto las luces intermitentes de las patrullas estacionadas en fila al frente a nosotros.

—levanten las manos, ambos están detenidos —anuncia uno de los policías, bajando de uno de los autos.

Los ojos se me empañaron de lágrimas y el cuerpo comenzó a temblar incontrolablemente cuando mire aquella patrulla. Casi de inmediato mi corazón comienza a latir con rapidez, suelto la camisa de Porfidio, este baja la cabeza.

El recuerdo de la primera vez en una comisaría golpea mi pecho mientras el policía se acerca

—¿creo que ha llegado tu hora de pagar por el daño que nos causaste? —susurra Porfidio en mi oído.

Asustado y a punto de desmayar, Volteo a ver al policía.

—Señor Oficial… —respondo con mucha dificultad. —Aquí no ha pasado nada, simplemente fue un malentendido.

Me abro paso dejando el intento a medias, pero el otro oficial se atraviesa en mi camino.

—de igual forma, tendrás que acompañarnos a la comisaría.

—¿y por qué tendría que ir él a la comisaría? —labra Míriam acercándose a mi lado.

—Por desorden en la vía pública… —gruñe el hombre mientras la fulmina con la mirada como si todo esto fuera una broma.

—Esto es una equivocación, yo no he hecho nada… —lloriqueo en vano.

Mientras Porfidio sonríe con satisfacción, mientras espera ser desposado al igual que yo.

—A la patrulla —ordena colocando las esposas.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
VIRGEN PERO NO SANTA #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora