5° Capítulo: LA TRISTE REALIDAD

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Al regresar nuevamente a casa, los nervios me matan. Sé muy bien lo que me espera al entrar a ese lugar, pero estoy dispuesta a todo por cuidar a mi hermana de sangre. A pesar de que somos más hermanos, nosotras somos hermanas de los mismos padres, algo que a Leonel nunca le ha gustado.

Respiro profundo antes de tocar la puerta. La primera en abrir es mi hermana Fernanda, que al verme se lanza a mis brazos sollozando. A lo que yo respondo abrazándola con fuerza.

Detrás de ella viene mi madre, quien me recibe con una expresión de disgusto en su rostro. Sus primeras palabras son un torrente de furia dirigido hacia mí.

—¿Dónde te quedaste anoche? ¿De dónde vienes? —exclama mientras se acerca, su voz cargada de enojo.

Desvío mi mirada hacia el suelo, intentando ocultar mi frustración. Por dentro, siento el impulso de lanzar palabras hirientes para que comprenda la realidad que la rodea, pero sé que sería inútil; nunca presta atención.

—Virginia, ¡responde! —grita con aún más furia, agarrando mi brazo con firmeza para obligarme a entrar a casa —¿Dónde estuviste durante toda la noche?

Intento articular palabras, pero mi voz tartamudea mientras mi mente lucha por encontrar una explicación que valga la pena.

—Yo fui don… De… —tartamudeo

Y justo antes de que pudiese hablar, Leonel aparece en la sala apoyándose en su bastón y con una sonrisa maliciosa en su rostro.

—Te lo dije Miriam, que está niña, se te estaba saliendo de las manos. Quién sabe con quién habrá pasado la noche. —sus palabras salen con seguridad, insinuando algo más.

La mirada enfurecida de mi madre se clava en mí, exigiendo una respuesta que siento la obligación de darle. Levanto la cabeza con lentitud, y mis ojos se cruzan con los de Leonel, que está de pie detrás de ella, tan sereno que siento que mi piel arde. Sin pensar en las consecuencias, sin importarme si es correcto o no, me arrojo hacia él, impulsada por una furia que parece dominar todos mis sentidos. No puedo soportar verlo allí, tan tranquilo, como si nada hubiera ocurrido.

Mi cuerpo choca contra el suyo con fuerza, mi objetivo es claro: derribarlo. Observo como cae lentamente hacia un sillón cercano, fingiendo un dolor en la espalda que él considera ingenioso. Pero ya no me importa. Mis emociones están descontroladas y lo único que puedo hacer es dejarme llevar por ellas.

El mundo se detiene por un instante y luego, la reacción no se hace esperar. Mi madre se abalanza sobre mí, tratando de detenerme, y lo logra. Nuestras miradas se encuentran, y con una furia liberadora, grito con todas mis fuerzas, como si mi voz pudiera soltar la tormenta que arde en mi interior.

—¿Cómo puedes preferir creerle a él en lugar de a nosotras? —mi voz tiembla, pero la frustración me da la fuerza para continuar —Estamos aquí, tus hijas, tratando de decirte la verdad, y tú… tú solo tomas su versión como si fuera la verdad absoluta.

Su expresión se tensa y siento un aguijón de dolor en mi pecho. Mis palabras han tocado una fibra sensible, pero es necesario que ella comprenda.

—No entiendes cuanto duele ver cómo nos trata, como nos menosprecia —continúo, mis ojos llenos de lágrimas reflejando el dolor y la ira acumulada —¿Vas a seguir ignorando todo esto? ¿Permitirás que nos lastime sin hacer nada al respecto?

Espero que mis palabras finalmente la hagan reflexionar y ver la realidad detrás de la fachada que él ha construido. Pero mi madre lo vuelve a ver y con tono suave dice.

—¿Acaso no vez que él no puede casi caminar?, por eso necesita el bastón.

—¿Cómo puedes defender a este miserable?, ¿no vez que está perfectamente bien y que no tiene nada? —respondo furiosa, con cierto disgusto en mi voz.

VIRGEN PERO NO SANTA #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora