Capitulo 57

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Jennie's POV

Aquella mañana era una auténtica locura. El zumo estaba derramado encima de la mesa porque Lisa lo había tirado con las prisas, mi ordenador echaba humo y aún no eran las nueve de la mañana. Ella lloraba al escuchar todo el barullo, Lisa corría de un lado a otro para vestir a Maia que también lloraba en el sofá. Pero para colmo, los pinchazos en mi mano izquierda no paraban. Era un dolor intenso que apenas me permitía cerrar la mano.

—Maia, vamos, llegamos tarde al cole. —Repetía Lisa mientras le ponía el pantalón a Maia que lloraba en el sofá hecha una bolita.

—¡No! ¡No quiero! —Gritaba entre llantos, sin siquiera moverse del sofá. —¡Me duele la tripa! —Escuchaba de fondo mientras mecía a Ella intentando que volviese a dormir, pero los gritos y llantos de Maia eran tan altos que la hacían llorar más.

—Maia, tienes que ir al cole. —Dije yo andando por el salón, oyendo aquél llanto casi desesperado de la pequeña. Pero no podía inventarse que le dolía la tripa sólo para no ir, sé que ir a clase no era lo más divertido, pero...

—Venga, Mai, vamos. —Lisa intentó ponerla en el suelo pero Maia se negó llorando.

—Joder. —La cogió en brazos y cogió su mochila, acercándose a mí para darme un beso rápido. —Ahora vengo. —Cuando salió por la puerta Maia no dejaba de llorar.

Ella se calmó, y por fin pude recoger la cocina de aquél destrozo que se había formado. Trozos de tortita por la mesa, el zumo derramado, la mermelada sin tapa, cuchillos manchados... Incluso tuve que apartar el ordenador durante un rato porque quería estar algo tranquila.

Al terminar, me senté en el sofá con Ella a la que coloqué en mi pecho. Abría los ojos de par en par, ahora se podía distinguir que tomaban un color verdoso precioso. Sonreí al escuchar el sonido que hacía con la garganta al verme, y cómo apoyaba las manitas en mi pecho para erguirse delante de mí.

—¿Ya no lloras? ¿Uhm? —Le di varios besitos seguidos en las mejillas provocando esa risa contagiosa de bebé, y sus manitas se posaron sobre mi barbilla apretando los dedos.

—Lo que me ha costado dejarla en el colegio. —Ni siquiera había escuchado a Lisa abrir la puerta, pero resoplaba algo cansada.

—Te dije que estaba muy rara últimamente... —Musité pasando la mano por la cabecita de Ella, que abrió la boquita al ver a Lisa sentarse a mi lado. Dejé que la tomase en brazos.

—Ser hermano mayor cambia a los niños, no es nada por lo que preocuparse.

Fuimos a comprar, Lisa como siempre iba a rastras con el carrito de Ella mientras yo llevaba el carro de la compra. Por suerte no se puso a llorar, gracias a Dios.

Volvimos a casa, eran las diez de la mañana y apenas había pasado una hora desde que Lisa dejase a Maia en el colegio.

Sonó el teléfono.

—¿Sí? —Lo cogí con el ceño algo fruncido al no conocer el número.

—¿Es usted la madre de Maia? —Me tensé en ese momento mirando al frente.

—Sí, soy yo.

—Su hija está en el hospital, tiene apendicitis.

*

Los pasillos se me hacían largos, eternos, mientras yo corría mirando las puertas una a una hasta encontrarme a Alice de frente.

—¿¡Dónde está!? —Pregunté alterada con la respiración agitada, y Alice sonrió un poco.

Un abrigo en el invierno | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora