Recuerdos

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Pasó un buen tiempo desde la última vez que nos vimos o siquiera de la última vez en la que hablamos, pero una tarde cualquiera me senté a hablar de tí con un amigo. Él me miró directo a los ojos y me preguntó:

–¿Y te acuerdas de él?

No podía negarlo y simplemente respondí que todos los días. Él estaba en todas mis rutinas, desde mi despertar. Estaba en el espejo cuando me arreglaba, más por gustarle que por gusto propio. Estaba en mis rutinas del gimnasio, en mis viajes en auto, en los atardeceres que alargaban las sombras al paso. Estaba ahí, incluso, con su voz dándoles forma a mis palabras, con sus manos que despedían y acariciaban. Estaba en forma de luz, de recuerdo, de imágenes fantasmales que me acompañaban y que a veces se confundían con la gente en la calle, con los libros que leía,  y que entorpecían mi intento por escribir idealizando un mundo donde no cupiera la nostalgia, en el que fuera posible quitarse el dolor de encima.

–¿Qué es lo que más te gustaba de él?

Tal vez esa es una de las preguntas para las cuales no suelo tener respuesta.  Y digo bien: una respuesta, porque tengo varias, ya que nunca me ha gustado limitar su encanto. Me gustaba su sonrisa la cual es capaz de hipnotizar mis gestos, su silencio capaz de callar mis demonios, su cuerpo capaz de despertar mis hormonas. Me gustaban sus labios de humedecer intenciones, su lengua con sabor a futuro, su manera de decirme que me deseaba y que no quería que me fuera de su lado, sus abdominales de prevenir mis pasiones, sus gemidos de maldecir la tristeza. Con él embelleciendo mi vida me daba cuenta de que, mejor que tener a alguien en tus manos, es saber que le perteneces a la persona correcta.

–¿Y él era la correcta para tí?

Me gusta pensar que sí, aunque esté lejos.

–¿Qué tan lejos está ahora mismo?

No tengo idea. ¿Cuánta distancia hay entre un recuerdo y un sentimiento no correspondido?

–¿Qué piensas que está haciendo?

Siendo feliz. Si es cierto que fue mi persona ideal, no necesariamente esta condición se cumple a la inversa. No me recuerda, no me echa de menos. Publica fotos ahora siendo feliz con su nueva novia, tal vez bendiciendo ya los 11 meses que ha pasado éste año, tal vez maldiciendo el mes que perdió conmigo. Pero eso no quita el hecho de que lo quise como a nadie. Ella no va a quererlo en un mes lo que yo alcanzaba a quererlo en un día, y puedo sonar egoísta y no me importa. Del amor siempre pensé que solo una vez se quiere hasta el punto de entregar tu vida por un hombre, y a él  yo le entregué lo que yo nunca podría entregarle a nadie, que es igual a decir que le di aquello que nadie le había dado.

–¿Lo sigues queriendo?

Con toda mi alma.

–¿Por qué se fue?

Llevo 11 meses haciéndome esa misma pregunta cada día. Tan tranquilo hiba todo, pero con menos vistas y ausentes te quiero. Sin besos de buenos días y mensajes de despedida, con la caja abierta del tórax pero ya no me visitaban las mariposas. Sin palabras lindas ni sonrisas, con su ausencia de bandera y para sazonar su indiferencia, y a pesar de todo, a pesar de nada, yo aún no lo aceptaba, anunciaba la despedida, pero yo aún me aferraba.

–¿Lo extrañas?

¿Cuál fue la primera respuesta que te dí?

–Todos los días.

Pues eso, todos los días. Lo extraño todos los malditos días. Por su parte él borró toda evidencia de lo que una vez hubo, borró todas las fotos, etiquetas y publicaciones. En cambio yo solo borré su sonrisa y dejé la evidencia de que él existía, para de vez en cuando visitar los recuerdos y volver a sonreír.

Noches en Saturno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora