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Fui a buscar la habitación de Ringo, toque la puerta ya que no quería encontrarme con algo turbio, para mí suerte, el ya estaba vestido.
— Oh, eres tu.— Dijo, con cierta sorpresa.— Pensé que eras el maestro.
—Ya veo.— Solo respondí eso, ya que no sabia que más responder. — Tu maestro me ha encomendado llevarte hacia donde el está.— Dije, incluso si no lo había notado, sentía que estaba siendo fría.
—¿De verdad? Está bien, entonces...— Ringo empezó a caminar hacia mi.— Guíame a la habitación del maestro.
Empecé a caminar en dirección al cuarto del ojiazul, Ringo iba detrás de mi, realmente no sabia del porque el estaba nervioso.
—Siempre... ¿Eres así de frío? — Pregunto, con un tono de honestidad, nervioso.— Te pareces al maestro...
—¿Me parezco? No soy frío.— Respondí sin dudar. — Solo... Hablo cuando pienso que debo.— Respondí, aunque ahora que el lo decía, no se porque con ese samurái parecía hablar hasta por los codos y... Ahora con Ringo no, siendo que creo que el es el más extrovertido...
Eso era raro, ya que, incluso cuando era una señorita de sociedad era extrovertida de cierto modo. ¿Tal vez mi ánimo decayó por pensar en mi madre?
Suspire un poco cansada. —Ya estamos aquí.— Le señale la puerta del ojiazul, Ringo me miró y entró. No sabia porque, pero espere un momento para entrar.
Realmente no sabia porque mi cuerpo estaba actuando así. — Necesito fumar...— Murmuré, recordando mi pequeña adicción con los puros en Londres.
—¿También eres fumador?— Escuche la voz del samurai, mirándome en la puerta de su habitación, con cara decepcionada. — Si, puedes ser cada vez peor de lo que imaginaba.
Me puse nerviosa, sentía que mi corazón saldría pero... ¿Porque? Maldita sea, no me gustaba nada esto.— No... Yo... No fumo, s-solia hacerlo antes.— Le conteste, con cierta dificultad.
— Hablas como si te hubieran clavado un cuchillo.— Se refirió a mi tono de voz, levantando una ceja me miró.
— ... Lo hubiera preferido .—No lo mire directamente, agache la cabeza. Solo escuché su suspiro y como volvía a entrar a su habitación.
— Entra.— Su voz, demandante, me habló para que entrara mientras escuchaba como seguía suspirando con un poco de enojo.
Su respiración era... No, ¿Porque me concentro en eso?
Gire mi cabeza tantas veces como fuera necesario, y entre a su habitación y cerré la puerta.
La señorita seguía amarrada y al parecer junto a ella Ringo estaba vigilandola. — Te quedarás con ellos. Vigila que no suceda nada. — Me miro, sus labios cada vez que el hablaba chocaban entre si después de haber cogido una parte del frío aire, parecía cansando... Cómo siempre.
