Las apariencias son engañosas

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Minho se estaba tardando en subir para almorzar y Félix empezaba a preocuparse, así que Hyunjin se ofreció a bajar a buscarlo

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Minho se estaba tardando en subir para almorzar y Félix empezaba a preocuparse, así que Hyunjin se ofreció a bajar a buscarlo. Hyunjin había pasado por el quinto, cuarto y tercer piso y aún no había señales del niño por ningún lado, por lo que empezaba a preocuparse también.

Ahora se encontraba terminando el tramo de escaleras hacía el segundo piso y mientras se acercaba, logró escuchar una algarabía que llamó su atención.

—¡LELE, DEJA DE LLORAR MALDITA SEA, TU PADRE NO IRÁ A LA CÁRCEL! — al llegar al segundo piso, Hyunjin se encontró con una versión desesperada de Bangchan. Algo nunca antes visto.

El jefe de policía apenas vestía unos boxers negros con animaciones de lobos, su cabello rizado estaba desordenado y revuelto y ni hablar de las ojeras que le hacían parecer un panda. Tenía cara de no haber dormido en una semana.

A su lado estaba el pequeño de dos años, hijo de la pareja de origen chino del 2A, que si recordaba bien lo dicho por Minho se llamaba Chenle. La criatura hacía lo que Hyunjin suponía que era llorar, aunque en realidad sonaba como un delfín sometido a tortura, mientras murmuraba algo parecido a que se quedaría sin sus papás.

—¡Claro que irá, tiene que pagar por su crimen! — ese fue Minho, mientras golpeaba el piso con sus pies para reforzar su punto. El pequeño de los Lee se veía furioso y con los ojos cristalizados a punto de llorar.

—¡MINHO, YA TE DIJE QUE EL GATICIDIO Y EL GATIMALISMO NO SON CRÍMENES QUE CASTIGUE LA POLICÍA!

—¡ENTONCES MI TÍO HAECHAN TIENE TODA LA RAZÓN. LOS POLICÍAS SOLO SIRVEN PARA RASCARSE LAS BOLAS PELUDAS Y ARRUGADAS!

La expresión cansada que hasta ese momento había portado Bangchan pasó a convertirse en un gesto de total indignación ante semejante insulto hacia los que ejercían su profesión. Era un hombre adulto, por lo que no se rebajaría a discutir con un niño de cinco años sobre cosas de las que alguien de su edad no tenía ni idea.

En otras circunstancias, obviamente.

En esta ocasión, Christopher Bangchan llevaba 26 horas sin dormir, intentando atrapar a un grupo que vandalizaba iglesias llenándolas de pornografía. Su novio le había dejado una ración miniatura de ensalada y pechuga de pollo para el almuerzo. Y para colmo de males, había desaparecido su dotación secreta — al parecer no tan secreta — de brownies, galletas y cupcakes cortesía de Félix.

—¡PUES NO SÉ QUE CLASE DE POLÍCIAS TU TÍO HAECHAN HAYA ENCONTRADO EN SU ESTÚPIDA APP DE CITAS DE PORQUERÍA, PERO TE PUEDO ASEGURAR QUE MIS BOLAS NO SON PELUDAS Y MUCHO MENOS ESTÁN ARRUGADAS!

Hyunjin no daba crédito a lo que acababa de escuchar, ¿Él en serio había dicho que...?

Una animada carcajada proveniente de una de las ventanas del apartamento 2A le confirmó que, en efecto, Bangchan acababa de defender el estado actual de sus bolas en contra de los argumentos de un niño de cinco años, influenciado por las enseñanzas de uno de sus tíos.

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