Los riesgos a tomar

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Capítulo 4, parte 2.

Pasaron solo tres semanas, Mizu ya debería estar en Londres. Realmente espero que lo esté sufriendo igual que yo.
Tocaron mi puerta repetidas veces.
Estos hombres no se cansan.

—¿Señorita Emiko?—preguntó un hombre robusto, no me daban buena espina.

—Así es, soy yo. Cualquier cosa que estén vendiendo, no estoy interesada.

—Necesita salir urgentemente del país, nos dieron una orden.

—¿Orden?, ¿de parte de quién?

Los hombres se miraron entre sí, no sabían si debían omitir datos por cuestiones de privacidad. Así de sucios eran estos tratos.

—Velaremos por su seguridad, prometemos que estará a salvo. Suba al caballo, no haga el trabajo difícil.

—Respondan mi pregunta, no tengo motivo.

—¿Cuál era su nombre?—le preguntó uno al otro.

—¿Del mestizo?, ni idea.

Mestizo...

Con eso entendí muchas cosas, vaya, en verdad no puedes vivir sin mí. Es gracioso, pero anhelaba verla también.

(...)

Perspectiva de Mizu.

Han pasado dos semanas, eran rápidos, dio la orden de traerla de nuevo, ese día pensé que sería todo un proceso, pero los pocos días aseguró que sus hombres ya estaban enterados de mi petición. Esto no iba a ser barato pero necesitaba priorizar su seguridad. En una semana más ella ya estaría conmigo.

Para estar segura, até a una silla al viejo cuyo nombre todavía desconocía. En esta habitación el no se iría hasta que llegue. Claro que me aseguraría de sus necesidades.

—Usted es un hombre de dinero—soltó el viejo, de la nada.

Ignoré el comentario.

—Llaman a la puerta—avisó, era cierto, habían tocado y el ruido permaneció por minutos, pero había decidido ignorarlo.

Tras unos segundos decidí ir a la puerta. Al abrirla me encontré con una mujer:

—Buenos días joven—era una linda anciana que era personal del hotel, llevaba una canasta, al parecer vendía cosas como jabones aromáticos y más artículos.

—Lo lamento, no estoy interesado.

—¿Me permite cinco minutos de su tiempo?

—La verdad estoy muy ocupado.

—¡Tengo unas ofertas para usted!—sé que estuvo mal, pero de verdad necesitaba no descuidar al viejo ni un segundo. Le cerré la puerta en la cara.

Volteé nuevamente, el maldito viejo no estaba.

Mierda.
¿Cómo pudo desatarse del agarre?, ¿será que le di suficiente tiempo?, todo esto pudo estar planeado y no tenía idea.
Si escapaba eso implicaba que la seguridad de Margot estaría en peligro y a juego.

Mis ojos reflejaban una mezcla de preocupación y resolución, busqué mi espada mientras me deslizaba por los pasillos de madera.
Con pasos sigilosos, atravesé el jardín del hotel, buscándolo, sigilosamente. La silueta del anciano se desvanecía en la oscuridad, y ella sabía que mi único deber estaba en seguirlo.
Tuve que avanzar, salir del hotel con agilidad por senderos empedrados y callejones silenciosos.

Y es ahí donde lo encontré, escondido entre cajas y restos de basura. El anciano, al notar
mi presencia, se volvió con ojos cansados pero llenos de determinación. Un intercambio de palabras intensas resonó en el callejón, marcando la confrontación que había decidido sacrificar su propia libertad.

—Garantizo la seguridad de tu chica por dos millones de monedas ryo, no pido nada más —dijo mientras lo agarraba de su camisa.

—Lo haré yo.

—¿Que te garantiza que podrás encontrarla?, soy tu única opción, si me matas...—le atravesé la espada por la garganta antes de que acabara.

Yo puedo sola, no necesito a nadie realmente.

Es posible que ella ya esté cerca.

(...)
Esperé unos días, y precisamente hoy, madrugué y me dirigí hacia la zona de aduana del puerto de Londres, necesitaba resolver algunas dudas. La arquitectura de las oficinas de aduanas y las estructuras administrativas era más austera pero funcional.

—No puede pasar, es personal administrativo—esas fueron las últimas palabras de uno de los guardias del puerto, aseguré de arrastrar su cuerpo hacia el pasillo.

Estas edificaciones solían situarse estratégicamente para supervisar el flujo de mercancías y gestionar los trámites aduaneros. Al hombre encargado, le sorprendió mi presencia.

—No creo que usted deba estar aquí. ¿Puedo ayudarle?—asumí que era parte del personal administrativo y logístico.

—Tengo un asunto urgente. ¿Sabe cuanto tiempo podría tardar en arribar el siguiente barco?, venía desde Japón

—¿Cómo logró pasar?—preguntó sumamente extrañado.

—Salió de Japón.

Saqué mi espada, eso fue suficiente para hacerlo hablar.

—Depende mucho según las condiciones meteorológicas, salió hace unas semanas, podría llegar hoy o mañana, el último que partió era meramente de mercancía y municiones—en ese momento sentí un escalofrío—¿necesita algún tipo de mercancía?

Margot podía estar metida en un barril ahora mismo, hervía mi sangre.

—No, nada más por ahora.

—Necesitas retirarte ahora mismo—exigió dirigiéndose a mí para obligarme a salir. El realmente creía que podía hacerme algo, no quiso sacar su arma, no lo pensó necesario.

Cuando finalmente puso una mano sobre mí, con movimientos rápidos, desvié hábilmente el agarre del desconocido.
Giró sobre su eje con destreza, utilizando una técnica de autodefensa, dejándolo inconsciente. En verdad no lo quería pero tenía que eliminar cualquier testigo, no importaba si informaban de esto. Me daría tiempo.

(...)

Pude lograr disfrazarme y verme como uno de los estibadores. Tenía que tener mucho cuidado.

Finalmente vi a un barco arribar, otros estibadores decían que venía de Japón. Sabía que Margot estaba ahí, inspeccionaría el barco por completo si era necesario.

Ella estaba ahí

Historia en edición.

White Margot / Blue Eye Samurai (Mizu Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora