( Capítulo 84 )

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"¿puedo sonreír?"

No se habló más de la hora de la cena, lo de ahora era almorzar

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No se habló más de la hora de la cena, lo de ahora era almorzar.

Cuando Cheng Boyan y Xiang Xi estaban tumbados sobre la roca en la cima de montaña conversando, el teléfono de Cheng Boyan sonó y contestó: —Hola. 

—Jefe, la comida está casi lista. Puede venir por mientras por el arroz —se escuchó la voz del dueño de la granja. 

—Está bien, iremos ahora —Cheng Boyan sonrió, se sentó y le dio unas palmaditas en la pierna a Xiang Xi: —Bajemos de la montaña, la comida estará pronto lista. 

—Fue bastante rápido —Xiang Xi inmediatamente movió las piernas y saltó de la piedra: —Démonos prisa, mis saltamontes fritos...

Xiang Xi ha estado comiendo toda la mañana, Cheng Boyan no podía aceptar comer con estas manos porque un perro se la lamió, por lo que no comió nada. Así que como no comió nada, ahora sintió un poco de hambre, pero cuando escuchó la palabra "Saltamontes" de repente se sintió ya lleno y parecía no poder comer más. 

Cuando regresaron a la finca, vio a un grupo de personas, probablemente debían ser los clientes de los pocos autos aparcados en la entrada, los que también fueron convocados para comer por el jefe. 

—Oye —Xiang Xi de repente tocó la cintura de Cheng Boyan: —Mira a esos dos. 

Cheng Boyan estaba a punto de ir a la cocina para echar un vistazo a los platos, pero casi pega un brinco cuando tocaron su cintura así. Así que agarró su mano y dijo: —¿Qué pasa? 

—Esos dos —Xiang Xi rodó los ojos y señaló hacia un lado: —Deben ser los dos de la montaña. 

Cheng Boyan miró y vio a dos jóvenes caminando uno al lado del otro, abrazándose y ambos tenían una expresión de felicidad indescriptible en sus rostros. El cabello de la mujer estaba un poco desordenado y, como veterano que le prestaba atención a la higiene y la apariencia, Cheng Boyan también vio un pequeño trozo de hierba muerta en el cabello al costado de su cuello. 

—No mires a ciegas —Cheng Boyan lo empujó y entró a la cocina. 

—Jefe —los dos jóvenes lo siguieron hasta la cocina. El hombre apartó a Cheng Boyan y le dijo al jefe: —Tráenos la comida junto a la sala privada que está junto al estanque, esa debe ser la sala privada 3.  

—Oh, la sala 3 ya está reservada, por favor cámbielo —dijo el jefe. 

La sala 3 la reservó Cheng Boyan cuando llegó. Estaba junto al estanque y se podía ver ya que estaban junto a la ventana que daba directamente ahí, y se sentía bien ahí. 

—¿No dijo que cualquier puede elegir una sala a su antojo? ¿Por qué hay alguien más? ¡No había nadie cuando llegamos! —dijo la mujer deprimida. 

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