Capítulo 21: Panto

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La sensación de opresión se intensificó a medida que avanzábamos por los pasillos, como si la misma casa conspirara en nuestra contra. Cada sombra parecía contener susurros inquietantes, y la atmósfera estaba cargada con la presión de lo desconocido.

Aron lideraba el camino, su determinación actuando como un faro en la oscuridad. Sin embargo, incluso su valentía se tambaleó cuando llegamos a una sala inusualmente iluminada. En el centro, un conjunto de puertas se extendía en todas las direcciones, cada una llevando a destinos desconocidos.

—¿Qué es esto? —preguntó Leslie, con la mirada perdida en la maraña de puertas.

Antes de que alguien pudiera responder, las puertas comenzaron a temblar, emitiendo un sonido discordante que resonaba en nuestros huesos. La risa burlona que se había convertido en una presencia constante se intensificó, como si la casa misma estuviera disfrutando de nuestro desconcierto.

—No creo que haya una elección aquí. Debemos seguir adelante — dijo Elaine, aunque sus palabras apenas cubrían el sonido caótico de las puertas.

Decidimos tomar una puerta al azar, conscientes de que cada elección podría llevarnos a nuevos horrores. Al cruzar el umbral, nos encontramos en una habitación extrañamente tranquila. Sin embargo, la paz fue efímera cuando las paredes comenzaron a cerrarse a nuestro alrededor.

—¡Rápido, tenemos que salir de aquí! — gritó Johan, corriendo hacia la puerta por la que entramos.

La risa se intensificó, mezclándose con el sonido metálico de las paredes acercándose. La claustrofobia se apoderó de nosotros mientras luchábamos por salir. Las puertas temblaban, desafiándonos a tomar otra decisión. Con el corazón latiendo con fuerza, elegimos otra puerta, esperando que esta nos llevara a un destino menos ominoso.

Sin embargo, cada elección parecía llevarnos más profundamente hacia la panfobia, el temor a lo desconocido y a la posibilidad de enfrentar cualquier mal imaginable. Las puertas se volvieron una maraña laberíntica, y la risa se convirtió en un eco constante que resonaba en nuestros oídos.

—No hay salida. Estamos atrapados en nuestras propias fobias —murmuró Aron, mirando a su alrededor con desesperación.

Las paredes continuaron cerrándose, reduciendo el espacio disponible. La risa se volvió ensordecedora, y el pánico se apoderó de nosotros. Estábamos envueltos en la panfobia, enfrentándonos a un mal indefinido y abrumador que parecía alimentarse de nuestra propia angustia.

En medio del caos, una figura emergió de las sombras. Era la muñeca de Amanda, pero su aspecto había cambiado. Ahora, emanaba una oscuridad tangible, como si estuviera impregnada con la esencia misma de la panfobia. Nos miraba con ojos vacíos, su risa fusionándose con el eco general.

—Bienvenidos a mi mundo, donde el miedo no tiene límites —susurró la muñeca, desvaneciéndose en la penumbra.

Las puertas se cerraron completamente, sumiéndonos en la oscuridad total. La risa persistió, ahora transformada en un murmullo incesante que resonaba en nuestras mentes. Estábamos atrapados en la panfobia, enfrentándonos a un miedo indescriptible y desconocido que parecía devorar nuestra cordura.

Elaine apretó la linterna con fuerza, pero su luz apenas penetraba la negrura. Nos aferramos entre nosotros, buscando consuelo en la presencia de nuestros compañeros. La casa había alcanzado un nuevo nivel de terror, y estábamos completamente a merced de las fuerzas que la gobernaban. La panfobia nos envolvía, y no sabíamos cuánto tiempo podríamos resistir en este abismo de miedos insondables.

La oscuridad era asfixiante, y cada intento de encender la linterna resultaba inútil. La risa, ahora un susurro constante, se mezclaba con los latidos acelerados de nuestros corazones. En la negrura, la panfobia se manifestaba de maneras indescriptibles, susurrando amenazas invisibles y desencadenando terrores que no podíamos anticipar.

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