Capítulo 16: Nicto

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La sala donde se encontraban estaba envuelta en un silencio sepulcral. Después de la confrontación con Amanda Wise, los jóvenes avanzaron con cautela, siguiendo los inquietantes pasillos de la mansión. A medida que se adentraban, la oscuridad se volvía más densa, como si las sombras mismas se cerraran a su alrededor.

El grupo se encontró ante una puerta de aspecto antiguo, sus maderas crujieron al abrirla. Al cruzar el umbral, se sumieron en la completa oscuridad. La puerta se cerró detrás de ellos con un sonido sordo, dejándolos sin una salida visible.

—¿Alguien más siente esto? —preguntó Johan, su voz apenas audible en la negrura.

Una sensación de opresión llenó el aire, como si la propia oscuridad estuviera viva y los observara con ojos invisibles. Las antorchas en las paredes se extinguieron una a una, dejándolos en completa oscuridad.

—Nictofobia... — murmuró Leslie, sintiendo el nudo en su estómago.

De repente, una risa siniestra resonó en la oscuridad. Era un sonido que parecía provenir de todas partes y ninguna parte a la vez. Las sombras se movían, adoptando formas indistintas que danzaban en el perímetro de su visión limitada.

—¿Qué está pasando? — preguntó Ángelo, su voz llena de inquietud.

Elaine, recordando las pruebas anteriores, intentó iluminar el entorno con la linterna. Sin embargo, esta vez, la luz apenas penetraba la oscuridad. La linterna temblaba, como si estuviera luchando contra una fuerza que buscaba apagarla.

—No podemos dejar que el miedo nos controle. Debemos enfrentarlo juntos —dijo Elaine, tratando de infundir valentía en sus palabras.

Pero la oscuridad persistía, envolviéndolos como un manto gélido. La risa se intensificó, haciéndose más frenética y perturbadora. Johan, Leslie y Ángelo comenzaron a ver sombras que se contorsionaban a su alrededor, tomando formas que solo existían en las regiones más temerosas de sus mentes.

—¡No puedo ver nada! —gritó Johan, su voz ahogada por la oscuridad.

Las risas se convirtieron en susurros, palabras indescifrables que parecían susurrar directamente en sus oídos. Cada paso que daban era incierto, y la sensación de que algo acechaba en la oscuridad les hacía estremecer.

De repente, una luz tenue parpadeó en la distancia. Era una pequeña llama, titilando en la negrura. Los jóvenes se dirigieron hacia ella, buscando desesperadamente una salida de la opresiva oscuridad.

Sin embargo, cuando se acercaron, la llama reveló una escena macabra: figuras sombrías y desfiguradas que se retorcían en poses grotescas. Eran representaciones distorsionadas de sus propios miedos, iluminadas por la tenue luz de la llama.

—¡Tenemos que salir de aquí! — exclamó Leslie, pero al dar media vuelta, la llama se apagó de repente.

La oscuridad se cerró sobre ellos como una manta negra, privándolos de cualquier orientación. La risa y los susurros se intensificaron, envolviéndolos en un torrente de temor incontrolable.

El miedo a lo desconocido, a lo invisible, se apoderó de ellos. La sensación de estar completamente a merced de la oscuridad generaba una angustia palpable. Las sombras parecían moverse más rápido, acercándose sigilosamente.

—¡No estamos solos aquí! — gritó Ángelo, su voz cargada de pánico.

La linterna de Elaine parpadeó una última vez antes de extinguirse por completo. La oscuridad devoró la luz, sumiéndolos en una negrura total. El silencio era absoluto, solo roto por la risa lúgubre que resonaba a su alrededor.

En la oscuridad sin fin, los jóvenes se aferraron unos a otros, luchando contra el pánico que amenazaba con consumirlos. La nictofobia se apoderaba de sus mentes, haciendo que cada sombra pareciera un monstruo acechante.

***

La oscuridad persistía, envolviendo a los jóvenes en un abrazo gélido mientras avanzaban por los corredores sin fin. La risa lúgubre y los susurros ininteligibles continuaban, como si la misma oscuridad estuviera burlándose de su miedo. Cada paso que daban parecía hundirlos más en un abismo de terror.

La linterna de Elaine seguía titilando débilmente, apenas iluminando lo que estaba justo frente a ellos. Las sombras se contorsionaban en las paredes, adoptando formas amenazadoras que desafiaban cualquier explicación lógica.

De repente, las sombras tomaron vida. Figuras etéreas emergieron de la oscuridad, moviéndose con una gracia sobrenatural. Eran sombras de personas, pero sus rostros estaban ocultos, y sus gestos eran espasmódicos y perturbadores.

—¿Qué está pasando? —preguntó Johan, su voz temblorosa.

—Estamos atrapados en nuestras propias pesadillas. La oscuridad las está manifestando. Debemos mantener la calma y seguir adelante — dijo Elaine, luchando por mantener la compostura.

Las sombras se acercaron lentamente, como si estuvieran probando la fuerza de la resistencia de los jóvenes. La risa y los susurros se intensificaron, creando una cacofonía ensordecedora que resonaba en sus mentes.

—No puedo soportar esto. No puedo ver sus rostros — murmuró Leslie, su voz ahogada por el miedo.

Ángelo agarró la mano de Leslie, intentando transmitir un sentido de seguridad. A pesar de la oscuridad abrumadora, la conexión entre ellos ofrecía un destello de luz en medio de la negrura.

—¡Debemos seguir adelante! — gritó Johan, dando un paso decidido hacia adelante.

Pero la oscuridad parecía resistir cualquier intento de avance. Cada paso era como caminar a través de un mar de sombras densas, y la risa persistente los atormentaba como un eco malévolo en el abismo.

De repente, las sombras comenzaron a adquirir rasgos más definidos. Rostros desfigurados y expresiones de tormento se materializaron frente a ellos. Eran las caras de personas que alguna vez habían conocido, pero distorsionadas por el sufrimiento y el miedo.

—¡No son reales, son solo ilusiones! — exclamó Elaine, tratando de recordarles a todos que estaban atrapados en un juego de la mente.

Pero las sombras persistieron, susurros incesantes llenando el aire. Las voces parecían susurrar nombres y secretos oscuros que solo existían en los rincones más ocultos de sus mentes.

La linterna de Elaine parpadeó más intensamente, como si la oscuridad estuviera tratando de apagarla por completo. La risa se volvió un crescendo ensordecedor, y las sombras se cerraron alrededor de los jóvenes.

—¡No podemos dejar que nos venza! — gritó Johan, pero su voz se perdió en el caos de la oscuridad.

En un último acto de desesperación, Elaine cerró los ojos y se concentró en su respiración. Recordó las palabras de Aron, la fuerza de su amistad y la valentía que habían demostrado en cada prueba anterior.

Cuando volvió a abrir los ojos, algo cambió. La linterna brilló con una luz renovada, y las sombras retrocedieron momentáneamente. Las risas y los susurros disminuyeron, dejando un silencio tenso en su estela.

—Somos más fuertes que nuestros miedos. Debemos seguir adelante juntos — dijo Elaine, mirando a sus amigos con determinación.

Aunque la oscuridad persistía, los jóvenes se aferraron a la luz de la linterna y a la conexión que compartían. Con pasos decididos, avanzaron a través de la oscuridad implacable, desafiando las sombras que amenazaban con devorarlos.

La mansión parecía reaccionar a su resistencia, la risa y los susurros disminuyeron gradualmente. La puerta al final del pasillo se hizo visible, y la luz de la linterna se volvió más fuerte.

Al cruzar el umbral, se encontraron en un nuevo entorno, pero la oscuridad aún acechaba en las sombras. Sabían que más desafíos les esperaban, pero estaban decididos a enfrentar lo que sea necesario para descubrir la verdad detrás de Phobia y liberarse de la maldición que los perseguía.

PHOBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora