Me levanté con una sonrisa de oreja a oreja por que hoy era mi cumpleaños número dieciocho. Fui hacia la ventana para abrirla y dejar que el sol entrara e iluminara mi cuarto.
Mi abuela llamó a la puerta, le abrí. Al llegar a mi altura depositó un beso en mi mejilla.
Traía una bandeja con mi desayuno favorito; tortitas con sirope de chocolate, un poco de nata y zumo de naranja recién exprimido.—¡Feliz cumpleaños cariño! —Dijo mi abuela sonriente.
—Gracias —besé su frente y agarré la bandeja que portaban sus manos para dejarla encima del escritorio.
—Altair —dijo mi abuela captando toda mi atención, por lo que me giré hacia ella para mirarla.
—Dime
—Tengo que contarte algo. Ven cariño, siéntate en la cama —estiró su mano, se la agarré y me condujo hacia esta. Me senté. Los nervios se me instalaron en la boca del estómago por que no sabía que tenía que decirme tan importante para que me mirara con esos ojos tan ausentes. Esa expresión que nunca había visto reflejada en su rostro tan amigable, cariñoso y amable.
—¿Ocurre algo? No me asustes por favor.
Se quedó en silencio mirando hacia el suelo.
La observé y sabía que lo que me iba a decir no me gustaría para nada.
—Dímelo ya abuela, tanto misterio. ¡suéltalo!
—Veras... tu madre me dijo que cuando cumplieras los dieciocho años tendrías que volver con ellos. —Respondió con una voz casi inaudible.
Al oír eso me quedé en silencio midiendo todas las palabras que mi abuela me estaba diciendo. Todo en conjunto parecía un chiste de mal gusto, era como si me estuvieran grabando con una cámara oculta, porque no podía creer lo que expresaba. Parece que todos se había puesto de acuerdo para hacerme un boicot el día de mi cumpleaños.
¿Pero que se creen que soy?
—¿¡Qué!? ¿Después de ocho años viviendo aquí contigo quieren que vuelva? Pues están muy equivocados no pienso volver. —Me levanté abrupta de la cama y me dirigí hacia fuera haciendo caso omiso a los reclamos de mi abuela.
Corrí hasta las zonas de las caballerizas donde se encontraba trueno; mi caballo.
—Me acerqué a él y le acaricié el morro. —Hoy es el día de mi cumpleaños mis padres me reclaman para que vuelva con ellos, después de que me "Abandonaran" con mis abuelos. Ellos me dejaron aquí cuando tenía diez años, es cierto que era una chica rebelde que pasaba de lo que ellos me decían, vestía con la ropa que quería y no iba a las múltiples cenas que tenían, si iba era porque me obligaban, nunca he seguido su protocolo. Por eso me enviaron con los abuelos. Era como un escarmiento para mí, pero se equivocaron, al final me encantaba estar con mis abuelos: los caballos, subirme a los árboles, me sentía viva y nueva. Sin embargo, mi hermana de veinte años si está viviendo con ellos, mi hermana siempre ha sido la hija que han soñado y yo le salí descarrilada. Pero trueno no me quiero ir, estoy muy a gusto aquí —Besé el hocico del caballo y este relinchó. Reí quitándome una lagrima que corría por mis mejillas.
Me quedé allí por un tiempo hasta que se me pasará el enfado, pero tuve que volver porque tenía hambre. Había salido sin desayunar y en pijama, aunque no me sorprendía no era la primera vez que salía así.
Así que volví cabizbaja a casa. Fui a mi cuarto para tomarme mi desayuno de cumpleañera y cambiarme de ropa.
Me senté, comencé a comer. Estaba riquísimo, mi abuela lo había preparado con todo su cariño para mí.
ESTÁS LEYENDO
El Tango (Reescrita)
RomanceAltair se ha criado con sus abuelos desde que tenía diez años. En su cumpleaños número dieciocho los padres optan por ir a por ella, para recuperar el tiempo perdido, o eso es lo que ellos dicen. Desde que se fue de su casa, le ha pasado de todo...