Al día siguiente, me desperté desperezándome para estirar todos mis músculos y no se quedarán engarrotados. Giré hacia mi izquierda donde se encontraba la mesita de noche, en esta estaba el teléfono cargando, me puse a prepararlo para poder usarlo. Me quedé mirándolo y por mi cabeza pasó coger el contacto de Aslan que anteriormente me había dado en un papel por si alguna vez necesitaba de su ayuda. Él había sido muy bueno conmigo, al menos para que supiera que estaba bien, no le diría el sitio en el cual me encontraba, pero sí que estaba bien.
Suspiré y me quedé pensando, no sabía qué hacer, aparté ese pensamiento. Me levanté para ir al baño, hacer mis necesidades y salir para desayunar.
Dunia ya estaba allí preparando el desayuno, en cuanto me escuchó se dio la vuelta y me saludó con una sonrisa de lado.
—Buenos días, ¿Has dormido bien? —preguntó dándome la espalda.
—Si, la cama es muy cómoda —sonreí y me puse a preparar la mesa para desayunar.
Está puso el café sobre la mesa y también puso unas galletas para acompañar.
—¿Cuándo entras a trabajar? —pregunté interesada ya que quería que le enseñara mi trabajo a su jefe a ver qué opinaba él. Por si podría tener suerte y empezar a trabajar, así mantenía la cabeza ocupada y no pensaría en cosas que no debía. Por un lado, me sentía mal, el haberme ido así, haber escapado como una cobarde, pero tampoco quería que al saber con quién estaba mis padres se la cargaran en contra de él, ya que había sido mi salvación. Pero que consté que lo hice por su bien.
—Me han dado una semana para que me instale y demás, hasta el lunes que viene nada —se sentó delante de mí para comenzar a desayunar juntas. —Te veo seria ¿a qué se debe?
—Tengo un cacao mental que no sé qué hacer. —Respiré pesadamente.
—¿Por el chico no?
—Así es, no sé si llamarlo por teléfono para decirle que estoy bien para que no se preocupe o no hacerlo por si llama a mis padres, les dice que sabe cómo estoy y les da mi número de teléfono nuevo —tomé un sorbo de café.
—Yo de ti si lo llamaría, él se ha preocupado por ti, o sea que podrías hacer algo para demostrarle que si estas bien.
Suspiré.
No sabía qué hacer, mi cabeza estaba teniendo una lucha interna con el corazón y creo que el corazón iba ganando... En el fondo quería que el viniera a buscarme, que fuera él quien me rescatara de mis padres, como el príncipe que salva a la princesa en apuros, pero tampoco quería ponerlo en situaciones que no eran para nada reales, ya que eso solo pasa en las películas. Demasiadas películas y libros había leído.
Tomé una decisión y quise llevarla a cabo.
—Voy a hacerlo. —Me levanté de la silla, fui hacia el cuarto y miré en la maleta donde tenía un papel con su número de teléfono, me lo dio por si algún día necesitaba algo de él que lo llamara.
Salí al comedor y le hice un gesto para que me acompañara moralmente, esta asintió y captó mi indirecta por lo que se sentó conmigo en el sofá.
—¿Estas preparada? —preguntó mirándome.
—No mucho...
—No te preocupes, seguro que estarás bien, además él se va a alegrar de cogerte la llamada, está esperando a que le llamas o le digas algo, ahora mismo se encuentra perdido buscándote... —Dijo la chica mirándome y le hice caso ya que la última vez que me echó las cartas acertó.
—Bueno, ahí vamos —Saqué el papel, y cogí el número.
Sentía que mis nervios iban en aumento, mis manos temblaban y el corazón se salía de mi caja torácica, hice varias respiraciones para tranquilizarme, cuando estaba relajada entonces con manos temblorosas comencé a marcar el número, lo comprobé para ver si estaba bien y después miré a Dunia la cual me decía con la cabeza que lo hiciera.
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El Tango (Reescrita)
RomanceAltair se ha criado con sus abuelos desde que tenía diez años. En su cumpleaños número dieciocho los padres optan por ir a por ella, para recuperar el tiempo perdido, o eso es lo que ellos dicen. Desde que se fue de su casa, le ha pasado de todo...