Capítulo 9

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Terminamos de comer y pagamos al chico que nos había atendido, nos levantamos para salir de aquel bar por si había más comensales que pudieran ocupar nuestro sitio y no dejáramos a personas si poder entrar, estaba lleno porque decían que era uno de los mejores lugares, ya que el pescado que servía estaba recién pescado. Este sería otro de mis favoritos cuando quisiera tomar pescado.

—¿Dónde quieres que vayamos? —preguntó Dunia mirándome.

—Donde me llevas, pero no debemos salir muy tarde ya que mañana tenemos que madrugar.

—no te preocupes, además ahora son las cinco menos cuarto de la tarde. Da gusto estar en la calle a esta hora.

—Bueno, entonces te sigo.

Esta asintió y comenzamos a caminar, no sabía dónde me llevaría, por lo que me dejé llevar.

Llegamos a un puente en el cual había personas pescando, también había vendedores ambulantes sirviendo té o algún croissant.

—Qué bonito. —Sonreí acercándome para mirar el mar, se veía precioso, pero me daba un poco de vértigo, parecía que me iba a caer. Me aparté por el mareo que me estaba dando.

—La verdad que es muy bonito. ¿Te ha dado vértigo? —preguntó después de ver el movimiento que hice.

—Un poco, y no se el porqué, cuando vivía con mis abuelos me subía a los árboles más grandes y no pasaba nada, también me he caído de alturas algo grandes, pero no me he hecho nada.

—Eso será la edad. —Río dándome con el codo en las costillas.

—Que graciosa eres, tampoco soy tan mayor, tú eres más vieja que yo —le hice burla y esta me miró mal.

—Estamos en paz —respondió alzando las manos.

Sonreí victoriosa porque había ganado.

Nos pusimos a caminar por el puente viendo a las personas que había allí, parecía como una película, me sentía diferente, tendría que, a verme alejado antes de mi familia, pero como ingenua quise darle una oportunidad, la cual no sirvió para nada, se aprovecharon de mi manera de ser para después darme el golpe más fuerte. Tendría que haberle hecho caso a mi mente, pero nunca podría llegar a pensar que mis padres querían juntarme con alguien para su beneficio, ojalá nunca me encuentren y si lo hacen no quieran volverme loca con ese chico... Espero que les haya valido como escarmiento.

—¿En qué piensas? —dijo Dunia parándose delante de mí.

—Pienso en todo y a la vez en nada —suspiré.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó ladeando la cabeza cual perro cuando no entiende alguna palabra.

—Pienso en todo lo que me ha pasado con mis padres, la falta de respeto que han tenido hacia mí, pero al mismo tiempo no pienso en nada, es como que sí, pero no.

—Bueno, pero eso ya ha pasado, aquí tienes una nueva vida, tienes amiga, trabajo y casa ¿Qué más puedes pedir?

—Lo sé, por eso lo digo, pero aun así me duele...

—Te entiendo perfectamente, mis padres me hacen algo así y la verdad que no sabría como perdonárselo... Pero al mismo tiempo también estás pensando en un chico —Dijo moviendo su dedo índice delante de mí.

—No, ya no pienso en él, he desaparecido de su vida, además ni un mensaje me ha mandado, pero eso no tiene nada que ver, el chico tiene el corazón de piedra y por más que sienta algo por él, no lo sentirá por mí.

—¿Cómo estás tan segura? Cuando le llamaste te exigió que le dijeras donde estás. Eso para mi es tener interés en ti. Lo que pasa que como está tan dañado tiene miedo al apego, ya que le ha costado mucho trabajo desapegarse de aquellas personas que un día formaron parte de su vida.

El Tango (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora