Capítulo 11

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—Por cierto, ¿Qué va a pasar con el trabajo? —Dijo Dunia levantándose para llevar los cubiertos al fregador.

Cogí los míos y la seguí.

—No se... —me apoyé en la encimera.

—Acabas de comenzar, y ya te vas, eso no es muy bueno para los jefes —hizo un gesto con la cara como de disgusto. La entendía perfectamente, ella había dado la cara por mí y yo se la estaba cortando, había confiado en mí y la estaba defraudando, pero no podía seguir así, estaba cansada de tanto moverme, de ir de un lado para otro y no encontrar un sitio fijo, mi sitio en el mundo, lo único que quería era ser feliz. ¿tan difícil era? Parece que sí.

—Lo sé, pero ¿Qué puedo hacer? —la miré.

—Yo de ti no sería tan cobarde, afrontaría lo que pasara con los pies por delante, es decir me pondría en mi sitio y no dejaría que me ningunearan. —Se encogió de hombros.

La miré y me quedé meditando aquellas palabras, la verdad que era lo que necesitaba oír, necesitaba que alguien me dijera las cosas claras tal cual son, que me ayudaran a afrontar o simplemente que me enseñaran a hacerlo... Pero no, había caído en una familia que me había hecho mucho daño, por eso no era capaz de afrontar nada, no era capaz de decir lo que pensaba, aparte de que si lo dijera no me escucharían, pero al menos lo soltaba. Estaba cansada de jugar al ratón y al gato, cansada de todo lo que me concierna en este momento, era algo que no sabía expresar, nunca había tenido esta clase de problemas, pensaba que la vida sería más fácil, pero me he dado cuenta de que no.

—En que piensas —preguntó al ver que me había quedado ausente.

—En lo que me has dicho, tienes razón, soy cobarde porque huyo, pero huir es lo mejor, es decir, te olvidas de todo, y empiezas la vida de nuevo.

—De que te vale empezar de nuevo si vuelves a caer en lo mismo, estas en un laberinto. Cuando piensas que estás viendo el fondo de este aparece otra cosa que te ponen obstáculos, porque retrocedes en tus pasos y vas marcha atrás, no afrontas con cojones.

—Pero mientras no me pasaba lo mismo, puedo aprovechar, desde que me escapé de mi casa, me fui a vivir con Aslan y después me vine aquí, he estado viviendo de lujo, es decir no tenía problemas por lo que pasara, pero después volvió Aslan y todo se fue al garete, me iba a casar con él, así mi madre no volvería a casarme, pero descubrí lo que descubrí y las expectativas que tenían se me vieron truncadas, así que por dolor no tuve otra opción que decirle a mi hermana que viniera a por mí, así me casaría con Dylan. Si hubiera aceptado antes casarme y no hubiera huido, seguro que nada de esto habría pasado, lo mismo ahora estaría divorciándome y viviendo mi amor con quien quisiera —suspiré frustrada agarrándome el puente de la nariz.

—Lo sé, pero aquí has hecho tu vida de una forma fugaz, tienes trabajo y casa ¿Qué más puedes pedir? Podrías quedarte aquí y oponerte a todo lo que tus padres te digan, eres mayor de edad... te has independizado, podrías seguir tu vida como si no hubiera pasado nada, además tampoco debes enfadarte con Aslan, ya que bueno era una boda organizada.

—En eso tienes razón, era una boda organizada y no siente nada por mí, pero me dolió que me engañara en mi cara y me dejara en ridículo delante de todos...

—Si piensas bien, al él lo dejaron más en ridículo que a ti, vino la loca esa diciendo que se habían casado, aunque sinceramente no sé yo si eso era verdad o no.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté girando mi cuerpo hasta estar al frente de ella.

—Yo de ti, investigaría a ver si eso es verdad o no, la verdad que mira que lo conozco años, y nunca lo había visto tan enfadado, creo que decía la verdad.

El Tango (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora