La inmortalidad, una carga pesada que me aflige. Imítame, mi amor... Si tan solo compartieras mi destino, no estaría destinada a la eternidad en soledad.¿Y yo qué? Dios, en su falta de empatía por aquellos que desafían sus reglas impuestas, castiga sin razón aparente, como castigó a Lucifer por simplemente buscar ser auténtico.
Yo, castigada sin motivo, me entregué ciegamente a un embustero, a un hombre al que confié mi vida entera, y perdí por completo a la única persona que consideraba "familia", aunque no lo fuera. Destruyó mi existencia.
¿Por qué siempre debe ser así?
Mi madre fue ejecutada por ser acusada de bruja, sufrí maltratos en un orfanato dirigido por mujeres que se suponía estaban acompañadas por Dios. Reconstruí mi vida con Elizabeth, pero al enamorarme, perdí todo nuevamente. Ahora, mientras intento recobrar mi vida, el pasado me abruma con el sombrío peso del futuro.
Que todo vaya al diablo.
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Bajo el manto gélido de una noche estrellada, Ann avanzaba con valentía por el bosque, desafiando la oscuridad descalza y envuelta en blancura. La nueva luna, apenas un leve resplandor en el cielo nublado, arrojaba una luz tenue sobre su camino.
Con paso decidido, se adentraba en la penumbra del bosque, su única guía siendo la suave luminiscencia lunar. La atmósfera tranquila y fría no lograba amilanarla; al contrario, cada paso parecía fortalecer su determinación.
Finalmente, llegaba a un rincón apartado, donde la nieve cubría el suelo como un manto blanco. En ese espacio solitario, Ann se arrodilló con gracia, su figura destacando en la blancura circundante. Vestida completamente de blanco, cerró los ojos y, con un gesto delicado, desplegó su poder de bruja para encender la vela.
Una llama viva, ansiosa por danzar en la oscuridad, cobró vida en la punta de la vela, iluminando el entorno con una luz vibrante. El silencio del bosque se intensificaba, solo roto por el suave crujir de la nieve bajo sus pies y el fulgor intermitente de la vela, cuya llama ahora reflejaba la magia que fluía de Ann. En ese momento de quietud, la bruja parecía fusionarse con la esencia misma de la naturaleza circundante, como si su poder resonara en armonía con los susurros del bosque nocturno.
Ann contempla la llama ardiente con una expresión enigmática, sus ojos reflejando un conocimiento profundo y oscuro. La sangre, aún fresca, gotea de su muñeca herida, mezclándose con la nieve a su alrededor. El dolor persiste, pero Ann permanece imperturbable, sumida en un ritual que desafía las leyes naturales.
La vela, tras apagarse momentáneamente, resurge con un fuego que destila un tono carmesí intenso. La luz rojiza ilumina el rostro de Ann, resaltando rasgos que parecen haber adquirido una solemnidad ancestral.
En ese instante, el bosque parece responder a la magia desatada. Susurros susurrantes se deslizan entre los árboles, como si la naturaleza misma estuviera atenta al trascendental acto de la bruja. La neblina se espesa, envolviendo el lugar en un velo misterioso.
Ann, en trance, levanta la vista hacia el cielo estrellado, donde la luna nueva ahora se asoma tímidamente entre las nubes. Una sensación indescriptible llena el aire, como si fuerzas más allá de la comprensión humana estuvieran presentes, observando la ceremonia de la mujer vestida de blanco.
El fuego rojo de la vela danza con una intensidad sobrenatural, proyectando sombras fantasmales que se entrelazan en el suelo nevado. Ann, imperturbable, parece canalizar poderes ancestrales que se manifiestan en la llama escarlata.
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A la Cima del Poder - Papa Emeritus IV FanFic - LIBRO 2
FanfictionLIBRO 2 Desde abajo, en sombras despreciado, un alma audaz en busca de su voz, asciende sin cesar, decidido y honrado, a la cima del poder, donde hallará su voz. Cargos menores no frenaron su pasión, sueños ardientes lo llevaron a crecer, hasta que...