capítulo 18

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No había ningún lugar para correr

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No había ningún lugar para correr.

Por primera vez, me di cuenta del verdadero significado de la frase en un sentido práctico.

Las escaleras habían obstaculizado el movimiento del tritón, y aproveché esta oportunidad para arrastrar mi dolorido cuerpo para agarrar la pistola. Logré asir la pistola de anestesia en mi mano justo cuando mi cuerpo fue acobijado por su sombra.

—A... gares... A... gares...

La voz del tritón estaba llena de insaciables deseos impulsivos. Sus llamadas bajas sonaban como el gruñido de un lobo hambriento que quiere hacerme pedazos en el momento siguiente.

En ese momento, supe que era demasiado tarde para salvarme.

Levanté la pistola de anestesia para apuntar al tritón, miedo arrastrándose por mi espalda. Los ansiosos ojos brillando en la sombra me hicieron tiritar incontrolablemente, y fui de inmediato a apretar el gatillo sin vacilación. Se escuchó un chasquido en la pistola, pero no salió nada. El cañón estaba vacío.

Maldición, ¿por qué solo había una bala en esta pistola de anestesia? ¡No, imposible!

Pero ya era demasiado tarde para revisar qué andaba mal con la pistola de anestesia, pues el tritón ya había llegado al pie de la escalera, su cola aupándolo. Con la cabeza bien alta, avanzó hacia mí con una sonrisa siniestra en la boca.

Usando la pistola de anestesia en mi mano, hice mi mejor esfuerzo para arrojarla hacia la cabeza del tritón. Inmediatamente después de eso, jalé velozmente la cortina opaca de la ventana más cercana a mí y rodé todo mi cuerpo en ella mientras intentaba evitar cualquier contacto de mi rodilla herida con el piso. Después, me moví con dificultad hacia la puerta como un delfín varado. Junto a la puerta había un extintor de incendios, y pesar de que nunca se necesitaba en el laboratorio, estaba extremadamente agradecido de que alguien hubiera preparado esto. ¡Esta cosa era mi única esperanza ahora!

Con un fuerte "bang", desde el reflejo vi al tritón atrapando con una mano palmeada la pistola que le lancé. Simplemente la miró por un segundo o dos antes de agarrar la pistola con sus dos garras palmeadas y torcer su totalidad en un nudo deformado de un palo de goma y la arrojó a un lado como un trapo inútil.

—No... pued... e... hacer... me... da... ño.

Levantó la voz y terminó con una profunda y orgullosa risa. No me atreví a mirar hacia atrás y seguí arrastrándome hacia adelante desesperadamente. Mi cabello estaba erizado debido al aire frío, no solo por su poder monstruoso y peligroso, sino también porque podía usar el lenguaje humano para provocarme. Si se discerniera detenidamente lo decía, básicamente podría escucharlo decir: "¡Esta cosa no me puede lastimar ni un solo pelo!".

Sentí que mi entendimiento anterior de que era un pequeño demonio travieso tratando de presumir frente a sus mayores estaba terriblemente equivocado. ¿Era este el precio a pagar por mis errores?

𝒅𝒆𝒔𝒉𝒂𝒓𝒐𝒘 𝒎𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏/𝒏𝒐𝒗𝒆𝒍𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora