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En un rincón sombrío de su habitación, lágrimas ruedan por sus mejillas mientras el dolor en sus brazos persiste en su piel, como duros recordatorios de lo que sucede cuando no obedece las reglas. Aunque el castigo por su escapada no fue tan severo hoy, eso no significa que no fuera doloroso.

El pequeño se esfuerza por contener su llanto, consciente de que si llora demasiado fuerte, podría causar más problemas. Se puso de pie y se encaminó hacia su cama. En su extensa habitación hay un gran ventanal con vista al patio trasero. Desde allí puede ver otra entrada al bosque, pero no le gusta ese lugar, es demasiado oscuro, le produce miedo sólo con verlo.

Sus ojos, húmedos por las lágrimas, se posaron en la línea de árboles a la lejanía, y algo capturó su atención: una figura blanca, inmóvil como una estatua entre la espesura del bosque. Rápidamente, corrió hacia la puerta de su habitación; no obstante, al tocar la perilla, se detuvo, dudando. Al mirar sus brazos marcados, se preguntó si esto valía la pena. Sus ojos se entristecieron, agachando la cabeza, más lágrimas recorrieron  por sus mejillas. Sin embargo, en un impulso de valentía, bajó las mangas de su camisa, abrió la puerta, y se aventuró afuera.

Para él, vale la pena arriesgarse para estar con alguien a quien aprecia. Además, su cuerpo esta acostumbrado a los constantes castigos y, lo más importante, Rusia le ha enseñado a ser valiente; él puede hacer esto.

Bajó las escaleras y, estando en la planta baja, se asomó en la cocina, donde las risas de las chicas y la ama de llaves resuenan. Esta es su oportunidad.

Escapó por la puerta trasera y corrió por el jardín con el frío viento entrando en sus pulmones. En la cerca que divide su patio con el bosque hay unas tablas sueltas que le permitieron salir. Al salir, se topó de frente con la figura cubierta por una sábana blanca y, sin dudar, la abrazó con fuerza.

— ¡¿Por qué te fuiste?! ¡Me dejaste solo! —le reprochó, chillando, apretando el cuerpo del tricolor.

Rusia intentó apartar al estadounidense, pero U.S.A se aferró con fuerza, manifestando su enojo en un puchero.

— ¡Déjame respirar! —gritó el albino, usando sus dos manos para empujar al menor y quitárselo de encima.

El niño rubio lo soltó, y Rusia se quitó el disfraz. El rostro del tricolor se nota visiblemente irritado, con el ceño fruncido. Estados Unidos aún no entiende por qué su amigo lleva ese disfraz a todas partes, halloween ya ha pasado, no hay ningún motivo para seguir disfrazándose.

—Tonto —murmuró el ruso, ligeramente molesto—. No te dejé solo; te estuve siguiendo.

U.S.A, abrió lo ojos y la boca, sorprendido e incrédulo, su puchero de enojo se transformó en una expresión de confusión. Aunque, para él, las palabras de su amigo tienen algo de sentido, pues nunca le dijo a su amigo donde vive y ahora esta aquí.

— ¿Entonces por qué no te veía? —preguntó el menor, la sensación de perplejidad evidente en su voz.

Rusia sonrió orgulloso.

—Porque soy el mejor escondiéndome —afirmó, lleno de seguridad y fanfarronería—. Nadie me supera, soy el rey de las escondidas.

Desde la perspectiva de Estados Unidos, esa explicación posee todo el sentido del mundo; después de todo, nunca ha logrado vencer a Rusia en el juego de las escondidas.

— ¿Pero por qué lo hiciste? ¿Por qué te escondiste de mí? —indagó el menor, persistiendo en sus dudas.

En aquel momento se sintió muy vulnerable y solo, experimentó mucho miedo y tristeza; la idea de que su amigo lo hubiera abandonado le causó más dolor que cualquier castigo.

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⏰ Última actualización: Jan 07 ⏰

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ႮΝ ᏞႮᏀᎪᎡ ᎷᎬᎫϴᎡ〘RᴜsAᴍᴇ〙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora