Nayeli siempre se negó a volver a enamorarse después de lo que sufrió. Pero, quien dice si conociendo al hombre perfecto, esa idea se disipa.
Creo que en este caso el, "nunca digas nunca", queda perfecto...
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Nayeli estaba sentada en uno de los asientos, abrazada con su hermano mientras lloraban. La Selección había estados por arriba de los Holandeses por dos goles, pero por un descuido de los jugadores y, la notable ayuda del árbitro, los jugadores de Holanda lo pudieron empatar. Fueron a la prórroga, pero el partido se definiría por penales.
Último penal para la albiceleste, el encargado de patearlo, Lautaro Martinez.
-por favor Lauta, te lo suplico- susurró en el hombro de su hermano.
-¡Vamos, Toro!- gritó el hijo de Nayeli, el cuál se agarraba fuertemente la remera con el dorsal nueve. A su tan corta edad, estaba viviendo uno de las mejores experiencias.
Lautaro acomodó la pelota en el punto de penal, tomó aire y espero el pitido del árbitro.
El veintidós pateó, la red se infló y los hinchas argentinos gritaron, festejaron y lloraron de pura felicidad. La selección se había clasificado a Semis.
Los Agüero se abrazaron y dejaron que las lágrimas de deslizaran por sus mejillas. Para ambos, está sensación era única, la selección estaba a un paso de jugar otra final del mundo, estaba tan cerca de coronarse con la gloria eterna.
De pronto, unos bracitos rodearon las piernas de ambos, haciendo que se separen para mirar hacia abajo. Sergio alzó a su sobrino y lo abrazó con mucha fuerza. -¡Estamos en Semis, tío!- la sonrisa que tenía el menor era enorme.
-si, mi Campeón- murmuró y dejó un beso en la frente del castañito. Atrajó a su hermana y se fundieron en otro abrazo. Tenerlos a ambos a su lado, era todo para él.
Los jugadores se acercaron a festejar con su gente, después de un partido tan chivo como éste, tenían todo el derecho de hacerlo. Estaban haciendo un trabajo excelente.
Las afueras del estadio era toda una fiesta, todo Qatar estaba pintado de celeste y blanco. Sergio junto con su novia e hijo, dejaron a Nayeli y Bauti en la universidad y partieron a su hotel.
El pequeño Bauti, después de un día tan movilizado como lo había sido hoy, se quedó dormido en los brazos de su madre. La misma colgó su cartera en su brazo, para poder sostener a su hijo bien. Saludó a los guardias de la entrada y caminó hasta las puertas de la entrada al establecimiento. Las abrió y cuándo entro vió todo en orden, así que supuso que los jugadores ya estaba en sus habitaciones.