Nayeli siempre se negó a volver a enamorarse después de lo que sufrió. Pero, quien dice si conociendo al hombre perfecto, esa idea se disipa.
Creo que en este caso el, "nunca digas nunca", queda perfecto...
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Después de largas horas de viaje, por fin, pudieron pisar tierras Argentinas.
Luego de haber estado años lejos de su país y familia, Nayeli volvía a verlos.
Al llegar a su casa, sus papás los recibieron con mucho cariño, no pudieron aguantar sus lágrimas al ver al pequeño.
Solo lo habían visto el día que nació, después no tuvieron la posibilidad de viajar para visitarlos en España, así que prácticamente, era como si no lo conocieran. Solo lo veian en la tantas videollamadas que hacían.
Cenaron entre conversaciones y anécdotas de su estadía en el país árabe, los más grandes reían cada tanto cuando el niño contaba las locuras que hacía con Julián. Desde que llegó había hablado de él, sin parar.
Separarlo del cordobés fue algo difícil, su madre lo tuvo que convencer diciendo que en Argentina lo vería de nuevo, y así él aceptó, no tan convencido.
Las mujeres se dispusieron a levantar la mesa y lavar platos y cubiertos usados. Los hombres, por otro lado, se sentaron en el gran living, prendiendo el televisor para ver la llegada de los campeones del mundo.
Cómo era de esperarse, el niño se enloqueció cuando vió al castaño, señalando y saludando a la pantalla como si él hombre dentro de ella lo pudiese ver.
Las mujeres salieron de la cocina y se sentaron en el gran sillón, dispuestas a ver junto con los demás la pantalla.
Todo era fiesta para los jugadores. Era increíble el amor que les transmitían los hinchas, habían copado totalmente en Doha y ahora las calles estaban llenas de argentinos esperando a que ellos pasaran, con la esperanza de verlos y saludarlos.
— abu, ¿Te cuento un secreto? — susurró el niño, tratando de que su madre no lo escuchara. El mayor le sonrió y asintió. — mamá se besó con Juli, acá — señaló sus labios, el hombre giró su cabeza hasta su hija, la cual estaba sentada entre medio de su hermano y madre, mirando su teléfono.
— así que andas con el araña, eh — la mujer al escuchar aquel apodo, subió su mirada del aparato y abrió sus ojos de par en par mirando a su padre. — pensé que todo lo que se decía era un invento, pero veo que no — ella no sabía en dónde meterse, sus manos no paraban de transpirar y, para el colmo, tenía la mirada de todos en aquella sala puestas en ella. — ¿Cuando lo traes así lo conocemos?, me cae re bien el pibe, y es lindo, eh — subió y bajo sus cejas, Nayeli soltó una risa nerviosa.