Celos

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¿Les ha pasado que se despiertan porque algo les dice que hicieron algo mal? ¿O que alguien los observa? Bueno, mi mañana inició de esa forma y déjenme decirles que estar sentada en forma de india con sueño, una novia enojada y el cerebro pendejo no ayudaba.

Miré a la ventana buscando señal e intentando entender por qué estaría enojada, pero nada venía a mi mente. Unos dedos chasqueando frente a mí me sacaron de mis pensamientos para verla volver a sentarse en la silla frente a nuestra cama.

—¿Buenos días?–su ceño estaba fruncido fijo en su celular, no hizo ni el intento de responder, solo mordió su labio. Me moví hacia la orilla de la cama quedando en frente de ella—Amor, ¿Qué pasó?–me pasé las manos por el rostro quitando cualquier mínimo rastro de sueño.

—No sé, pregúntale a ella–giró su celular para notar un video mío firmando el pecho de una fan que se encontraba muy feliz.

—Oh–no pude evitar reírme al ver el video al recordar cómo la fan se acercó tímida a preguntarme. Al ver su expresión intenté disfrazar mi risa con una tos falsa ahogándome en el intento. Se sentó a mi lado dándome dulces palmadas en la espalda aún así sin mirarme.

—Esto no ignora el hecho de ese video–Un puchero se formó en sus labios, mirándome de reojo se cruzó de brazos.—Solo te faltó pedirle noviazgo y besarla.

Mi risa se escuchaba por toda la habitación siendo detenida por múltiples golpes suaves que me daba Victoria.

—Auch, basta–la empujé en la cama colocándome encima de su cuerpo—La única que me gustas eres tú–me acerqué para besarla, pero su mano se interpuso. Un gruñido salió de sus labios y me rendí sentándome a su lado.

Esto será más difícil de lo que pensé.

—En serio me incomodó ver el video, Selene–El video sonaba de fondo, suspiré tomando su celular, lo apagué colocándolo en el sofá desocupado.

—Ojitos, lo siento si eso te incomodó, no pensé en cómo te podría afectar eso. No estoy excusándome.—me giré tomando sus manos—Eres mi novia, mi corazón solo late cuando estás frente a mí, me pones nerviosa como no tienes idea, estás en mis pensamientos 24/7. Dios, me tienes–Empecé a brincar en la cama de los nervios sonrojándome.

Todo esto ante la mirada de una ojiazul sorprendida por mi repentina reacción.

—Todo eso y más me haces sentir. Prometo no hacer más eso.–mordí mi labio buscando su mirada.

—Ok, estás disculpada–fingía desinterés mirando a la ventana.

Una tacleada y quedó acostada conmigo encima—No me convence esa reacción ¿Sabes?. Quiero a mi novia dándome besos mientras se le escapan sus risas de bebé.

El sol daba en su rostro dejando ver sus ojos más claros de lo normal junto con una dulce sonrisa.

—Eres hermosa–sus mejillas adquirieron un pequeño rojo. Coloqué mi mano izquierda sobre su cabeza como apoyo mientras que con la derecha repartía dulces caricias en su rostro. Cerré la distancia entre ambas—Te amo, ojitos–susurré en sus labios para alejarme al notar su intento.

—No, estás enojada–escondí mi sonrisa al notar el brillo juguetón en sus ojos. Me detuve a observarla cada vez sintiendo cómo aceleraba el latido de mi corazón. Su pecho se encontraba solamente por un top demasiado corto dejando el inicio de sus pezones al descubierto. Tragué pesado bajando mi mirada al notar su jogger dejando al descubierto el inicio de su bóxer.

Más enamorada no me podía sentir, seguía observándome con ese inocente brillo. Rodé los ojos cediendo volviendo a cerrar el espacio por completo juntando nuestros labios dulcemente. Al sentir su desesperación, me separé un poco—Amor, solo quiero demostrarte lo mucho que me gustas.

Sellé nuestros labios levemente mordiendo suavemente sus belfos de manera delicada sin hacerle el más mínimo daño. Bajé mi mano por su cuello repartiendo inocentes caricias sin segundas intenciones. Mis manos dudaron al estar rozando su pecho, pero su pequeño asentimiento me dio la respuesta que necesitaba. Los acaricié sin poner mucha presión. Soltaba dulces palabras en su oído reafirmando cada una con un pequeño beso en sus labios, mejillas, cuello, pecho y terminando en el inicio de su abdomen.

Me acosté a su lado acurrucada con una ojiazul risueña.

—Te tengo muy mal acostumbrada.

—Así me amas–miré sus ojos.

—Es verdad–cubrí su cuerpo con mis brazos al notar ligeros temblores.

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