Una mascota...curiosa

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Victoria Pov

—¡María Victoria! Hay un lagarto en la casa —me escondí en el armario porque sabía lo que me esperaba. Veía por la pequeña ranura cómo entraba corriendo una castaña cerrando la puerta detrás de ella con 4 perros en sus brazos y un rostro enojado.

Pachi se acercó y empezó a ladrar a la puerta y usaba su patita para golpearla —¡Traidor! —me escabullí entre la ropa y di la espalda cuando sentí la puerta abrirse.

— María Victoria, pensaba que ya habíamos superado la etapa de salir del closet. ¿Me estás tratando de dar una señal?

—No quiero ser regañada —seguía con la cara escondida en la ropa escuchando cómo una castaña seguía burlando de mí.

Los brazos de mi castaña rodearon mi cintura siendo sacada del armario. Estaba sorprendida al notar cómo no le costó cargarme hasta la cama y dejarme para empezar a caminar alrededor de ella.

— ¿Cómo llegó eso aquí? —señalaba asustada en la puerta.

—Amor, todo tiene una explicación.

—¿Entonces? —una castaña alterada me señalaba.

—¿Qué? —Me alejé asustada.

—Quiero que salgas allá afuera y saques ese bicho de aquí —abrió la puerta para cerrarla rápidamente al ver la iguana en la entrada.

—Yo no quiero ir —empecé a jugar con el cordón de mi pantalón.

—Saca a ese animal de aquí o me iré al cuarto de invitados a dormir —Me levanté rápido colocándome un casco, tomando cinta adhesiva con almohadas en todo mi cuerpo y palo de hockey.

—Abre la puerta cuando te diga —la señalé mientras la castaña intentaba grabar y reírse al mismo tiempo.

—Eh eh, sin burlarse de tu héroe. —negué con la cabeza asintiendo para que la puerta fuera abierta y no ver al monstruo— Amor, ¿Qué tan malo sería hacer como que no viste nada y acurrucarnos el resto del día?.

Me giré para solo escuchar la puerta cerrada en mi cara.—No era necesaria tal acción.

— Te escuché — empecé a caminar rápido buscando al monstruo para notarlo saliendo de la cocina.—Diablo, es enorme.

Ambos hicimos contacto visual sin movernos de nuestra posición. Respiré profundo y me aseguré de que los guantes estuvieran bien apretados con la cinta adhesiva. Por suerte, Mariana y Mauro me esperaban en la entrada.

—Carajo, deja de pegarme —Mariana tenía una jaula abierta en dónde llevarían al monstruo a un refugio. Metí al animal y empecé a sobarme el muslo adolorido por los constantes latigazos.

—No me dejen recoger animales cuando esté borracha por el amor de Dios —ignoré sus miradas burlonas y les cerré la puerta en la cara a ambos.—Maldito animal.

Empecé a arrancar con mi boca la cinta adhesiva—Estúpida iguana —tiré los guantes en el suelo, podía sentir todos los músculos de mi cuerpo tensos. Giré mi cuello levemente, estiré brazos y piernas notando cómo la tensión salía de mi cuerpo.

Sentí el cuerpo de mi castaña abrazarse a mi espalda—Muchas gracias, mi héroe.

—No no no, me dejaste sola con el monstruo y me lastimó constantes veces eso no lo hace una novia—me solté mostrándole el pequeño moretón rojo de un tamaño grande.

—Oh, ven amor yo ayudo—tocó suavemente el moretón para sentir sus dulces labios acariciar mi piel.

— No... Quiero —el brillo burlón en sus ojos me hacía querer seguir enojada con ella, pero sus acciones me tenían a sus pies.

—¿Segura?—sus labios volvieron a posarse en mí sacando pequeños suspiros de mis labios los cuales oculté mordiendo mi labio—Vamos cariño, no te puedes negar a mí—ronroneaba suavemente.

—Muy segura— Aclamé mi garganta al notar mi tono chillón—Yo puedo aguantar solo ese dolor.

Bajo la base de mi pantalón y desde la misma posición soltó el cordón de este para bajarlo lentamente—Oye, yo no pedí tu ayuda—apreté mis labios al verla subir lentamente besando mi abdomen—Amor...

—¿Sí ojitos?—ahogué un gemido al ver sus ojos oscuros sin dejar de besarme.—¿Perdiste la voz?

Mi piel ardía por el vago toque su mano en mi entrepierna—Deja de jugar conmigo, Luna—susurré besando su mandíbula.

—Sería incapaz de hacer eso contigo—un falso puchero se instaló en sus belfos mientras seguía jugando con el inicio de mi boxer.

Tragué pesado intentando retomar mi poca fuerza de voluntad—Porque jugar nos dejaría a ambas sin llegar a nada y no creo que quieras eso—Junté nuestras caderas escuchando el gemido ahogado de ambas al unir nuestros labios en un acalorado batallas de besos.

Mi castaña me ayudó a quitar los pantalones para caminar rápidamente hacia la habitación tropezándonos en el camino con las miles de "armas" que dejé en el suelo. Las risas nos sacaron pequeñas risas tímidas con toques inocentes—Mejor nos detenemos antes de que te lastimes—dejé un último beso—déjame hacer algo rápido.

Miré todo y me decidí por lo más sensato patear todo quitándolo de camino para volver a mi castaña y tomarla tiernamente en mis brazos.

—Eres una boba—los besos eran repartidos en mi cuello haciendo que mis piernas temblaran lentamente al sentir su lengua subir y bajar.

Solo faltaba un paso para acostarla, pero un juguete me hizo tropezar y caer encima de ella sacándole un quejido.

—Oh mierda—me levanté y salí rápido de la habitación buscando hielo, una compresa, chocolates—¿Tendré que llevarla al hospital? ¿Dónde están las malditas llaves del carro cuando se necesitan?—volví con todo al cuarto para observar a la castaña en la misma posición como la dejé. Me senté en su regazo mientras ponía la compresa en su abdomen y le abría el chocolate.—Ten, con esto quizás no me odies mucho.

Al notar su ceño fruncido, forcé el chocolate en sus labios para seguir con mi trabajo.—Vamos al hospital, estoy buscando las llaves del carro y aún no las encuentro, pero creo que caminando llegamos rápido.

Salí de la habitación para devolverme al notar que dejé lo más importante. Volví nuevamente—Ups—seguía en la misma posición con una expresión graciosa.

La cargué caminando hasta la puerta para ser detenida por ella—Amor, te ves tan graciosa asustada por una simple caída y más porque pensabas irte a caminar sin pantalones.

Me detuve en la puerta abruptamente para notar el frío que recorría en mis piernas—Oh—me devolví apenada con ella nuevamente hacia la habitación—Supongo que las dos ya estamos a mano.—la senté en la cama.

Estiró su mano y acerqué la mía dudosa mientras revisaba nuestro alrededor por si era una trampa—solo estrecha mi mano, cobarde.—sonreía una castaña divertida por mi expresión.

—Te salvé la vida de ese monstruo.

—Y a ti te salvó la vida Mariana y Mauro, es una cadena de vidas salvadas—asentí sentándome a su lado.

—¿Victoria?

—¿Sí?—hice un sonido afirmativo

—¿Estás segura de que ese es el único animal que trajiste?—miraba hacia la pared.

—Que yo recuerde sí—la miré confundida

—No recuerdo que tuviéramos una tarántula—giró lentamente mi rostro para ver al peludo animal subir la pared.

—Pásame los guantes—ante su silencio me giré y noté la puerta abierta de la habitación y los perritos desaparecidos—Cobarde.

Salí corriendo detrás de ellos mientras llamaba al control de animales.

kissing your scars Donde viven las historias. Descúbrelo ahora