Lugar Especial

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—Ven conmigo —le susurré a Victoria en el oído mientras caminábamos lentamente hacia la puerta, intentando no llamar la atención de su equipo.

—¿A dónde vamos? —su tono estaba igual que el mío, siendo acompañado de una pequeña sonrisa.

Quedamos como estatuas al notar la mirada de Mariana, la cual solo rodó los ojos y nos hizo una señal con la mano para que saliéramos.

Abrí la puerta y la dejé pasar primero para cerrarla rápidamente —Si te digo, no será sorpresa.

El pasillo se encontraba vacío, lo cual me alivió al salvarnos de un regaño. Tomamos el elevador y llegamos rápido al segundo piso, evadiendo las cámaras.

Intentaba recordar el camino hacia el pequeño balcón que le iba a encantar. Al estar cerca, tapé sus ojos.

—Seguro que no me voy a caer?

—Tranquila, amor, es más probable que yo caiga antes que tú —le di un pequeño apretón en el hombro.

—Eso no me hace sentir mejor.

—Confía en mí —conté mal y nos tropezamos.

—Ok, suficiente —hizo un amago de quitarse la venda, pero la detuve golpeando su mano.

Terminamos de subir los escalones y me alejé de ella para abrir la puerta corrediza. Tomé su mano y al dar con la vista le quité la venda.

—Sorpresa —susurré.

—Oh, se ve bueno el vino —se sentó, tomando la botella y sirviendo en las dos copas.

—Dañaste el momento romántico —rodé los ojos.

—Amor, me la paso muchas horas aquí, así que es normal que me conozca todos estos lugares —se encogió de hombros mientras me ofrecía la copa.

—Huh, entiendo —revolví la copa y me senté a su lado—Ahí traje pequeños trozos de queso y jamón.

La ojiazul me hablaba, pero honestamente me había distraído al pensar que no fue especial el lugar.

—Creo que deberíamos volver ya —besó mi mejilla, sacándome de mis pensamientos.

—Sí, tienes razón —agarré la canasta y guardé todo. Tomé su mano y la solté estando afuera del estudio—Creo que debería irme.

Su expresión cambió a confundida y titubeó cerrando la puerta —¿Y eso? Pensé que nos íbamos juntas.

Escondí la canasta detrás de mí —Me surgió un pequeño inconveniente, pero nos vemos ahora.

Hubo un silencio incómodo hasta que decidí retirarme. Me senté un rato en el auto decidiendo a dónde ir hasta que sentí un toque en la ventana por parte de Victoria. Quité el seguro y abrió la puerta —No quiero que te vayas. Quédate conmigo, por favor —se abrazó a mí.

—¿Segura?

—¿Por qué lo preguntas? Claro quiero que te quedes, eres mi novia —se aferró más. Ante mi indecisión me cargó, cerró el auto y me llevó de vuelta al estudio.

—Ahora vuelvo —besó mi mejilla y volvió al trabajo.

No podía evitar sentirme avergonzada al pensar en lo ridículo que debió ser para ella la supuesta sorpresa.

—¿Quieres algo de comer? —me sorprendí al escucharla. Estaba tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta de cuánto llevaba hablándome.

—No, estoy bien.

Se quedó unos minutos mirándome —Pero no has comido nada desde que llegamos.

Me encogí de hombros señalando que la estaban llamando.

30 minutos después estaba siendo arrastrada al auto sin poder despedirme de nadie. Abrió mi puerta poniéndome el cinturón y dio la vuelta trancando las puertas, me miró —Ok, no estás siendo tú y eso me preocupa. Si estuvieras enojada al menos sabría que hice algo mal, pero no logro leerte y eso me frustra —se giró en mi dirección.

Respiró profundo y arrancó el auto en camino a una dirección que no lograba descifrar —No nos iremos al departamento hasta resolver esto —nos señaló.

—No pasa nada —recliné el sillón cubriendo mis ojos con mi brazo para evitar la luz que entraba por la ventana.

—Disculpa lo que diré, pero son mamadas —su tono me hizo reír un poco.

Solo desperté al sentir la puerta de mi lado siendo abierta y pequeñas caricias en mi mejilla —Amor, llegamos.

Nos encontrábamos en el parque de nuestra primera cita. Al acercarnos, se encontraba una manta con una pizza y dos cervezas esperándonos.

Nos sentamos en silencio hasta que fue interrumpido —Ahora sí, dime qué pasa —me pasó un plato con dos pedazos de pizza—Y antes que digas que no sucede nada, espero que te guste dormir al aire libre.

Rodé los ojos empezando a jugar con el césped —Me siento avergonzada porque hace dos días había encontrado ese balcón y pensaba que sería perfecto para ser nuestro lugar cuando tuvieras días ocupados. ¿Sabes? Pero al notar que no te sorprendió y que lo conocías, me sentí tonta porque debió ser algo obvio para mí —mordí mi labio.

Su mirada fue al piso para rápidamente dejar su plato en el mantel y abrazarme fuerte —Lo siento, Luna. Fue mi error no apreciar la sorpresa, lamento hacerte sentir así. Te prometo que cambiaré eso —su rostro estaba escondido en mi cuello.

Al no escuchar una respuesta, se alejó —No es mentira, sabes que mi intención no es lastimarte. Pero apreciaría si no te cierras conmigo en el sentido de decirlo en el momento lo que te molesta y poder resolverlo.

Nos quedamos en silencio contemplando el lugar—Este es nuestro verdadero lugar especial–bese su mejilla.

Beso mis labios dulcemente para continuar nuestro día siendo muy mimada y finalizar observando el atardecer.

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