ㅤ12 ㅤ our garden.

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"ㅤ  sweet nothingㅤ  "
by taylor swift

ㅤ  Los rastros de energía maldita desaparecieron en el momento que llegó a Hokkaidō, siguió un camino ciego siendo guiado por el poder de su técnica, pero resultó inútil

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Los rastros de energía maldita desaparecieron en el momento que llegó a Hokkaidō, siguió un camino ciego siendo guiado por el poder de su técnica, pero resultó inútil. Satoru se sacó la venda de los ojos con frustración, necesitaba dar con el blanco que irrumpió en su hogar, si nadie dentro del clan pudo identificarla a tiempo eso quiere decir que su amenaza no es normal, estamos hablando de una maldición de grado uno o tal vez superior.

—Sat–

Geto llevó la mano directamente hacia la boca de Haibara, callandolo mientras el peliblanco caminaba firmemente por la isla, ni siquiera al llegar tuvo la mínima intención de saludar. Se madrugó sin armar valijas, su estadía en aquel lugar sería breve siempre y cuando logre resolver el asunto, lo único que deseaba durante el viaje, es que su novia esté fuera de riesgos.
Los alrededores de la mansión fueron custodiados desde entonces, con ayuda de los alumnos de primer y segundo año, que fueron enviados para tantear las afueras de la propiedad solo recibió la noticia de que no había

Un suspiro tan lento como profundo se le escapó con facilidad de los labios, si ella no estaba despierta aún, al menos deseaba algo de soledad para contemplarla y cuidarla en en silencio.
Cuando levantó la cabeza sus piernas temblaron, es preciosa. El cabello de Sachi estaba atado en una larga trenza desordenada que llegaba hasta su cadera, vistiendo un camisón blanco, algo no tan usual, ya que odia dormir completamente cubierta. Ella volteo instintivamente, dejando de admirar la noche a través de la ventana, para solo sonreir en su dirección.

—Bienvenido a casa.

Es como si no hubiera escuchado esas palabras en mucho tiempo. Los labios de Satoru temblaron creando una sonrisa de felicidad, corriendo como un niño hasta la cama para terminar lanzándose sobre su cuerpo, cayendo ambos en el colchón. El cuerpo de su novia cabe perfecto entre sus brazos, es una sensación tan placentera y reconfortante, en el momento que recuerda el accidente del día anterior agradeció a todos los dioses por haberle dado más tiempo a su lado; un día sin poder rodear esa pequeña cadera, sentir los besos sobre sus mejillas y labios, lo harían sentir vacío.

La respiración de Satoru se volvió pesada, algo agitada, apretando el cuerpo femenino tratando de ser delicado, pero siéndole imposible ahora que la escuchaba reír, sintiendo sus pequeñas manos recorrerle la espalda en un sube y baja lento. Esto es estar en casa, ella es el significado de tal palabra. Donde vaya Sachi, él encontrará un lugar seguro.

—¡Me asustaste tanto! —una vez más, la aprisionaba contra su cuerpo haciendo que soltara un quejido. No la mató la maldición, pero un abrazo de él podría ser letal—. ¡Eres tan tonta! ¡¿Cómo se te ocurre salir sin supervisión?!

—¿Ya no puedo salir sola?

Los brazos de Sachi se colocaron a los costados de su cabeza, dejando que esos mechones rubios le cubrieran la vista por un instante quedando perplejo por la respuesta. No era eso lo que quería decir. Ah, qué complicado.

—Aquí y allá es diferente.

Como si sus palabras no arreglaran nada, ella ladeo la cabeza confundida esperando que se explicara. No encontraba la forma de darse a entender, quizás la asuste y termine paranoica, ¿Y si por eso decide cancelar su compromiso?

—La mansión está más alejada de la ciudad, puede que pienses eso, pero el riesgo sigue presente. Algunas maldiciones son atraídas por la energía maldita, los humanos crean a esos entes con su pesimismo, pero la carne de un hechicero y su esencia, podría potenciar las habilidades de una maldición al ser devorado —su mano tocó el cabello femenino, escondiendo un mechón tras su oreja para posteriormente, acunarle la mejilla—. ¿Crees que por ser el más fuerte intimido a alguien? Todo lo contrario, les doy razones para que me maten.

La serenidad de su hablar causó que ella abultara ligeramente los labios, no está bien que algo tan delicado como la muerte de otros o la de uno mismo se trate con tal naturalidad. ¿Así es como viven los hechiceros? ¿Aceptando tan fácilmente el hecho de morir?
Sachi aplasto los cachetes de su novio, fingiendo ser firme aunque las manos y voz le temblaran ante la idea de no volver a verlo.

—¡Tú no morirás! ¿Me oíste? —ese pequeño puchero también tembló mientras su aliento comenzaba a pesar—. Nos casaremos, tendremos un gatito e hijos, una casa más grande; ¡estoy ahorrando mucho para comprar una casa enorme con patio! ¡Así que no mueras!

Ella estuvo con un pie cerca del limbo, tirada en la fría nieve perdiendo poco a poco la vida, de no ser por la persona que la encontró ya no estaría presente diciéndole estas cosas. En el momento que tuvo la oportunidad de hablar con su suegra esa misma tarde, noto lo mucho que adoraba disfrutar de la vida y todo desde que Satoru la salvó, cuando fue atacada por primera vez por una maldición, la idea de morir era tan vaga que lo aceptaría sin rechistar; sin amor, con poco dinero y sin motivación, ¿cuál era el sentido de seguir respirando?

Las lágrimas aterrizaron sobre el rostro de Satoru antes de que ella terminara escondida en la curvatura de su cuello, sollozaba entrecortadamente empapando un poco su camisa, se aferraba con la fuerza del momento siendo incapaz de soltarlo. Él estuvo igual o más asustado, creyó que luego del golpe no recordaría nada y pasaría el hecho por alto, pero no, Sachi pensó todo el día en lo destrozado que se encontraría si muriera.

—¿Una casa con patio? —repitió entre risas, palmeando suavemente su espalda.

—¡Sí, porque te gustan mucho las flores! —tomando algo de distancia, sorbió la nariz llorando aún más—. ¡Dijiste que querías un jardín, te daré todo el espacio del mundo para que plantes lo que quieras!

Una vez más, las manos de Satoru acunaban esa cara humedecida por las lágrimas, secando poco a poco los restos para acercarse lo suficiente besando cortamente sus labios repetidas veces. Uno, dos, tres y hasta que perdió la cuenta de los picos que pasaron a ser besos más largos, algo babosos, pero juguetones.

—¿Qué haces, bobo? —murmuró luego de cambiar posiciones. Ahora ella estaba bajo su cuerpo, sin tener por donde escapar.

—Estoy plantando unos cuantos besos —sonriendo orgulloso por su respuesta, se inclinó hasta que ambas frentes se tocaron con delicadeza—. Sachi, te amo.
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𝗝𝗨𝗠𝗣 𝗧𝗛𝗘𝗡 𝗙𝗔𝗟𝗟, ㅤSATORU GOJO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora