𝙰𝚖𝚊𝚛𝚒𝚜 𝙷𝚎𝚕𝚕𝚖𝚊𝚗 𝚢 𝚕𝚊 𝙿𝚒𝚎𝚍𝚛𝚊 𝙵𝚒𝚕𝚘𝚜𝚘𝚏𝚊𝚕

11. Navidad

﹏Dulce Hogar﹏

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Queridos abuelos:

El tiempo ha pasado volando y la navidad ya está a la vuelta de la esquina.

Las cosas aquí están más que increíbles. Es sorprendente la cantidad de amigos que hice de otras casas en tan poco tiempo. Malia y Mallik de Hufflepuff; Alexa y Nicholai de Ravenclaw; ya les había hablado de Blaise, Aurora, Adrastos y un chico llamado Theodore Nott que conocí hace unos días de la casa de Slytherin -Blaise me lo presentó un día. En Gryffindor no es necesario decirles. Ya saben con quien ando de arriba abajo todo el tiempo metiéndome en problemas.

Hogwarts en invierno es hermosa... Aunque en otoño es igual de hermosa. Esta tiene un toqué aterrador pero a la vez acogedor y misterioso que te deja hipnotizado... El lago en invierno esta tan congelado que estoy pensando en traerme mis patines para el hielo el próximo año.

Espero estén bien y no estén haciendo demasiadas cosas -están muy viejos para eso.

Con amor,
Amaris Hellman

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Ya eran mediados de diciembre y Hogwarts estaba cubierto por dos metros de nieve en cada salida todos los días -eso era lo que mantenía a Filch muy furioso y de malhumor junto a la Señora Norris, que parecía no soportar muy bien el frío. Era divertido ver a alumnos de años mayores hacer el tonto y lanzarse sobre las montañas de nieve para salir al exterior entre risas o empujar a algún estudiante desprevenido -obviamente eran reñidos por los profesores que no soportaban tanto la diversión como el profesor Snape.

- Deberías intentarlo, Amaris -dijo entre risas Lavender, viendo a un Hufflepuff de quinto año tirar a su amigo y lo hacía desaparecer entre el montón de nieve fresca de la mañana.

Las carcajadas de los estudiantes que pasaban junto a la entrada era un buen augurio del día y más porque el pobre Hufflepuff quedo con la mitad del cuerpo enterrado y solo se podía ver sus piernas moverse frenéticamente. Parecía una de esas caricaturas que mi abuela me ponía a veces en la caja cuadrada que llaman televisor.

- Mejor tú -dije, agarrándola de los hombros y haciendo un amago de tirarla. Ella gritó y se zafó de mi agarré entre risas mientras corría hacia una Parvati entre confundida y divertida.

Me reí y seguí mi camino hacia la biblioteca.

Había quedado con Hermione en seguir buscando a ese tal Nicholas Flamel y también sobre híbridos entre magos y criaturas mágicas, pero no había tenido tanta suerte. No había registro alguno de una hechicera mitad hada o algo similar a lo que el señor Ollivander me describió en una carta al día siguiente de comprar mi varita.

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Querida Amaris:

La hechicera mitad hada era un ser formidable y jamás antes visto por nadie.

Era una mujer esbelta y muy alta. Más alta que cualquier hombre, ¡Hasta incluso más alta que un semigigante! Sus cabellos castaños con adornos de oro y cadenas negras junto a una pequeña tiara dorada parecida a los ramajes de los árboles que iba de su frente hasta cerrarse en la parte posterior en su cabeza. Sus rasgos eran duros, pero con una delicadeza que solo se encuentran en las Veelas cuando están en calma. Labios gruesos y rojos, ojos enormes de un verde intenso con pigmentos dorados en ellos que dejaban a más de uno paralizado con tan solo hacer contacto visual con ella. Todo en ella era duro, pero a la vez delicado. ¡Labrada por los mismo dioses! decían varios magos quienes la veían. Pero lo más impactante no era su altura, su desmesurada belleza o sus curiosos, pero hermosos ojos.