17. No es un Adiós

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Nos vemos pronto, Harry

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Amaris:

Tu abuela y yo estamos muy preocupados...

Cuando nos llegó tú carta sobre el huevo robado y dónde se encontraba la cría, tú abuela se alivió enormemente, pero... Al día siguiente cuando recibimos la carta de la profesora McGonagall contándonos lo que había sucedido, a tú abuela casi le da un infarto... Por suerte no fue nada hasta que terminó de leer toda la carta y, no podemos estar más que orgullosos de ti.

Espero no te estén fastidiando mucho en la escuela y no te preocupes por nada ni por el dragón, tú abuela y yo nos encargaremos de todo.

Con Amor,
Tú abuelo.

P.D.: Me debes contar con lujo y detalle lo que pasó exactamente, Amaris.

❃🔮❃

Cerré mis ojos al sentir la suave brisa acariciar mi rostro.

Estaba acostada en el muelle de La Casa de los Botes, cerca del lago. Se había vuelto uno de mis lugares preferidos para escapes. En este momento, todo lo que quería era alejarme del bullicio de los estudiantes y sus miradas para nada discretas y las preguntas muy directas sobre lo que ocurrió esa noche y, siendo sincera, no tenía ánimos de responder a las acribillantes preguntas del alumnado chismoso, por lo que me escapé del castillo y vine aquí, donde a estas horas del día nadie viene a esta parte de los terrenos debido al sol –y sí que había mucho sol. Le había avisado de antemano a Ron y a Hermione que iba a estar en el lago -aunque no les dije exactamente en qué parte del lago- por si necesitaban algo... Aunque creo que debí haberles dicho en qué lugar concretamente, pero sinceramente, quería paz y aún no les contaba nada de lo que había ocurrido esa noche. Prefería que Harry estuviese despierto para poder relatar todo desde un inicio... Pensándolo bien, espero solo contemos partes en donde no salía diciendo sobre mi casi muerte en el lago, ya tenía suficiente en que pensar.

Habían pasado tres días desde que logramos detener a Quirrell y el parasito-Voldemort. Harry aún se hallaba inconsciente en la enfermería bajo los cuidados de la señora Pomfrey -que, por cierto, no nos dejaba pasar a verlo. Más de una vez intentamos entrar, pero resultamos seriamente reñidos por la enfermera. Vamos, ¿Qué le costaba dejarnos verlo? No estaba muerto, el profesor Dumbledore nos quitó ese peso de encima la primera vez que lo vimos salir de la enfermería para saber cómo seguía Harry.

Hablando de la enfermería, también debería estar allí, pero me escape en el primer momento que vi una oportunidad. Había sufrido varias lesiones graves que casi hacen que la señora Pomfrey lance un grito al cielo y me regañara por no tener cuidado, pero aquello solamente eran moretones y una que otra costilla magullada por las escaleras y el peso de Quirrell sobre mí, y por no hablar sobre una costilla fisurada gracias a la patada del trol. Me curó en un santiamén, pero se la pasó repitiendo todo el tiempo lo de mi pierna y mi muñeca, ¡Frente al profesor Dumbledore! Jamás me había sentido tan humillada... Me escape en cuanto la señora Pomfrey se distrajo con algo en su oficina.

"Ahora que lo pienso, el profesor Dumbledore parecía sorprendido cuando escuchó a la señora Pomfrey decir eso" -pensé, ladeando la cabeza mientras abría los ojos y miraba al cielo. Me había mirado como si fuera la primera vez que me veía -dando a entender que no le importaba tanto saber sobre sus estudiantes, pero si su seguridad- y me miraba fijamente, justo en la frente como hacían Mallik y Aurora para leer mis pensamientos, pero a los segundos apartó la mirada y se retiró en silencio.

𝙰𝚖𝚊𝚛𝚒𝚜 𝙷𝚎𝚕𝚕𝚖𝚊𝚗 𝚢 𝚕𝚊 𝙿𝚒𝚎𝚍𝚛𝚊 𝙵𝚒𝚕𝚘𝚜𝚘𝚏𝚊𝚕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora