﹏El Hombre de Dos Caras﹏
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- Amaris.
Abrió sus ojos de golpe e inspiró aire dificultosamente. Una mueca de confusión apareció en su rostro al ver el cielo estrellado sobre ella a la vez que una fría brisa le acariciaba el rostro. "¿Dónde estoy?" -pensó, levantándose con dificultad del suelo lleno de hojas, ramitas secas y rocas que apuñalaban su espalda. Miró a su alrededor con cautela mientras se sacudía sus pantalones. Estaba en un claro rodeada de árboles inmensos que se alzaban imponentes sobre ella que formaban sombras extrañas de garras y siluetas escalofriantes.
- Amaris.
Giró con lentitud su cabeza hacia su derecha, buscando a quien le pertenecía aquella tierna voz que se le hacía conocida, pero solo había oscuridad. "¿Acaso estoy en el Bosque Prohibido?" –se preguntó a sí misma, acercándose a un roble viejo y tocándolo, sintiendo como este se tensaba y temblaba en su tacto. Frunció el ceño y alejó su mano del tronco. Volteo su mano y la halló negra con un polvo negro que le recordaba a las cenizas. Frotó el polvo entre sus dedos, observando cómo este escapaba de su mano con mucha facilidad, sin ensuciarle la mano. Volvió su mirada a su alrededor, tratando de recordar. No recordaba cómo había llegado hasta ahí. Es más, no recordaba que había hecho anteriormente. Se sentía... flotante, atrapada y algo desorientada, como si estuviese en una nube. Su cuerpo parecía ser más como el de un espectro.
Un estrepito de ramas rompiéndose y un relincho agudo de dolor la hizo girarse de golpe. Abrió los ojos con horror cuando vio a un hermoso Unicornio blanco como una perla tropezar y rodar colina abajo hasta quedar tieso sobre una maraña de raíces. "No, no, no" -pensó, corriendo hacía el Unicornio. Un quejido lastimero salió del animal mientras este la miraba y lloraba del dolor. Su mirada era implorante, que pedía a gritos que le ayudara a acabar con su sufrimiento, pero ella no tenía las agallas. No podía. ¿Cómo podría hacerlo? Aunque quisiera, su alma quedaría manchada por siempre por querer acabar con el sufrimiento de tal criatura tan pura.
Amaris se puso de rodillas e intentó detener la gran hemorragia plateada que salía de su herida, pero esta no para de salir a chorros. Sus manos poco a poco se empezaron a llenar de ese líquido cálido y plateado al igual que sus pantalones y camisa. No pudo evitar pensar dónde estaba su varita. No la sentía en sus pantalones ni tampoco aparecía mágicamente junto a ella o frente a ella como le había ocurrido varias veces: durante la cena, cuando se bañaba, en medio de un examen...
- Estarás bien, Hagrid vendrá y te ayudará -le susurró, acariciando su crin.
Hagrid iba a aparecer en cualquier momento. Ella estaba segura que solo hace unos momentos se había separado de él para irse con Harry, Fang y Malfoy para encontrarlo.
Frunció el ceño y miró alrededor. ¿Dónde estaba Harry, Fang y Malfoy? ¿No estaban detrás de ella hace unos momentos?
"Esto no está bien" –pensó Amaris, mirando la sangre seguir saliendo- "Esto ya había sucedido, pero no estaba aquí"
- Amaris –se volvió con rapidez y se topó con la mirada azulada de su abuelo al otro lado del claro.
Su rostro era inexpresivo mientras miraba la escena frente a él y parpadeaba con lentitud. Detrás de él apareció su abuela, quien tenía la misma expresión en el rostro de su abuelo.
- ¿Abuelos? –su voz sonó casi como un susurró.
- Amaris, ¿Qué has hecho? -la voz de la señora Hellman salió como un trueno, haciendo temblar el lugar.
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𝙰𝚖𝚊𝚛𝚒𝚜 𝙷𝚎𝚕𝚕𝚖𝚊𝚗 𝚢 𝚕𝚊 𝙿𝚒𝚎𝚍𝚛𝚊 𝙵𝚒𝚕𝚘𝚜𝚘𝚏𝚊𝚕
Fanfiction"𝑁𝑜𝑛 𝑒𝑠𝑡 𝑏𝑜𝑛𝑢𝑚 𝑣𝑒𝑙 𝑚𝑎𝑙𝑢𝑚, 𝑛𝑖𝑠𝑖 𝑝𝑜𝑡𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 𝑒𝑡 𝑎𝑑𝑚𝑜𝑑𝑢𝑚 𝑝𝑜𝑝𝑢𝑙𝑢𝑠 𝑎𝑑 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑒𝑞𝑢𝑖 𝑒𝑎𝑚" Amaris nunca conoció a sus padres. Murieron cuando ella apenas tenía un año de edad. El mismo día en que fallecie...