﹏Aquello que siempre esperé﹏
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"Los recuerdos no nos hacen débiles, nos hacen más fuertes e inteligentes"
Habían pasado exactamente 11 años desde que mis abuelos me encontraron en la puerta de su casa aquella fría noche de octubre. Desde ese día, las cosas habían cambiado un poco para ellos. Desde sus solitarias tardes hasta los pequeños viajes que hacían de vez en cuando por el trabajo de mi abuela habían tenido un cambio drástico ahora conmigo en casa. Ellos decían que ahora es todo mejor y más alegre, pero sé que muy en el fondo necesitan descansar, se les notaba en su rostro.
Aquella mañana el sol se elevaba en el gran jardín trasero de la casa de mis abuelos, haciendo que el lago resplandeciera de una manera mágica. Mi abuelo, que se encontraba como siempre levantado a esta hora de la mañana, avanzaba por el salón con una taza de café junto con el periódico El Profeta en la mano dirigiéndose a su estudio. Mi abuela -que en esos momentos estaba acompañando- estaba en el jardín plantando las nuevas flores que había comprado en el pueblo muggle. Según ella, se llamaban Gardenias, un tipo de flor muggle que a mi abuela le encanta, ya que según ella le recuerda mucho a mi padre... Cada vez que lo mencionaba, miraba alguna parte con nostalgia y se tocaba inconscientemente el vientre. Sé que lo extraña... Yo también lo extraño, aunque no lo hubiera conocido.
Mi abuela era amante a las plantas y a cualquier cosa que se moviera y respirara. Tiene dos invernaderos, uno específicamente en el sótano donde tiene a la mayoría de las plantas venenosas y el otro en el tercer piso, donde están las plantas no tan venenosas utilizadas para pociones o para comer. Junto a el segundo invernadero, también estaba otra habitación en la que estaban los animales y criaturas mágicas que ella había rescatado con el pasar de los tiempos, pero no podían volver a la naturaleza debido al tiempo que pasaron en cautiverio.
El lugar en donde se encontraban era amplio, muy muy amplio. Tenía diferentes paisajes y claros donde las criaturas vivían en paz y convivían con otras especies. La mayoría eran crías separadas de sus madres, por lo que era como estar en un jardín de niños, pero versión mágica. También habían criaturas adultas, pero estas no podían volver a su hábitat -como las crías, que iban a santuarios para que se acostumbraran a más soltura y convivieran con otras de su misma especie- ya que se habían acostumbrado al afecto humano, por lo que mi abuela no pudo dejarlos en libertad.
Una vez intentaron volver a poner a una criatura adulta de vuelta a su hábitat natural por orden del Ministerio de Magia -según mi abuelo era para fastidiarlos.
No salió tan bien.
La criatura había enloquecido por no encontrar a mi abuela y terminó metido en medio de una tienda muggle. Por suerte mi abuela llegó al rescate. Sí no... Ni quiero ni pensar lo que los muggles o los del Ministerio le iban hacer a esa pobre criatura. Mi abuela me contó que ella fundó ese santuario en Escocia para proteger más que nada a las criaturas mágicas de magos o muggles.
Mi abuelo me había dicho que la primera vez que conoció a mi abuela había sido en Egipto, tratando de liberar a criaturas de las manos de unos contrabandistas. También que la mayoría de los rescates que hacían era en lugares muy feos y que todo mago o muggle no se atrevería a ir. Salvo él y mi abuela, que se metían de lleno al peligro. Después ellos mismos se preguntan porque me metía en tantos problemas. Salí igual a ellos y, según me contaron, a mí padre. Y sí, me metía en muchos problemas. Cuando tenía seis años, mi abuela había tratado de meterme en una escuela para muggles... no resultó muy bien que digamos. El primer día había cambiado el color de la peluca del profesor de matemáticas sin querer -nunca supieron quien fue. También me había metido en una pelea a puños con una niña de dos grados mayor que yo. Aún recuerdo perfectamente a esa niña: era demasiado rellena para su edad, su cabello chocolate la hacía parecerse a una morsa con peluca.
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𝙰𝚖𝚊𝚛𝚒𝚜 𝙷𝚎𝚕𝚕𝚖𝚊𝚗 𝚢 𝚕𝚊 𝙿𝚒𝚎𝚍𝚛𝚊 𝙵𝚒𝚕𝚘𝚜𝚘𝚏𝚊𝚕
Fanfiction"𝑁𝑜𝑛 𝑒𝑠𝑡 𝑏𝑜𝑛𝑢𝑚 𝑣𝑒𝑙 𝑚𝑎𝑙𝑢𝑚, 𝑛𝑖𝑠𝑖 𝑝𝑜𝑡𝑒𝑛𝑡𝑖𝑎 𝑒𝑡 𝑎𝑑𝑚𝑜𝑑𝑢𝑚 𝑝𝑜𝑝𝑢𝑙𝑢𝑠 𝑎𝑑 𝑐𝑜𝑛𝑠𝑒𝑞𝑢𝑖 𝑒𝑎𝑚" Amaris nunca conoció a sus padres. Murieron cuando ella apenas tenía un año de edad. El mismo día en que fallecie...