El sonido metálico de dos espadas siendo golpeadas resonaba en toda la arena, los espectadores en las gradas miraban con suma atención la pelea que se estaba librando en el campo de batalla. El largo cabello del joven aprendiz ondeaba con cada movimiento, él buscaba esquivar cada ataque que su oponente le daba. Carecía de fuerza bruta, algo que lo dejaba en clara desventaja ante su oponente, sin embargo, algo que había practicado hasta el hartazgo era el esquivar y contratacar en el momento oportuno.
Usó su espada de forma horizontal para bloquear el ataque que su atacante le propinó, provocando que chispas saltaran de aquel choque entre metales. Llevaba mucho tiempo estando a la defensiva, necesitaba contraatacar, pero, para ello, necesitaba esperar el momento adecuado, cuando su oponente estuviera cansado, y ese momento pronto se daría. Aunque, esquivando otro ataque, Theo cayó al suelo, lo que el oponente intentaría usar a su favor, pero el joven, rápidamente, esquivó aquel ataque rodando por el suelo y haciendo que su oponente golpeara la arena. Enseguida, Theo se puso de pie antes de que el rival le diera otro golpe. Podía percibir por la respiración cómo su contrincante estaba cada vez más agotado, y era lo que había estado buscando durante toda la pelea.
Su oponente comenzó a levantar la espada, dispuesto a darle un corte diagonal ascendente, pero, aprovechando aquél movimiento, Theo esquivó el ataque agachándose, y se sirvió de aquella oportunidad para golpear en su pierna al contrincante con su pie, haciendo que él perdiera el equilibro y cayera de espaldas al suelo. Theo usó aquella oportunidad para rematar a su oponente, clavando su espada de forma vertical.
Pero no atravesó el pecho de su oponente, la punta de la espada chocó contra el suelo que había junto al cuello del rival y, entonces, un aplauso solitario comenzó a resonar a lo largo del lugar. Era el rey, que se había parado de su trono para aplaudir la gran hazaña que había conseguido. Theo guardó su espada y se arrodilló de inmediato.
—¡Te felicito! Haz logrado derrotar con tu astucia a uno de los guardias reales de más alto rango. ¡Una hazaña digna de un gran honor! —alabó mientras comenzaba a bajar hacia la arena de duelos—. Mi hija me ha contado sobre lo bien que la pasa a tu lado, demostrando durante estos meses que han transcurrido, gran lealtad hacia ella, algo que es de admirar —pronunció mientras se detenía frente a Theo—. Haz demostrado, también, un interés genuino por nuestra sociedad, historia y cultura, aprobando con notable perfección cada examen que tus instructores te han dado, logrando tal hazaña en tan solo medio año.
El heraldo se acercó hacia el rey, portando una almohada en la cual se apoyaban dos espadas. Una poseía una empuñadura hecha de oro, engarzado con diversas gemas de colores e incontables adornos en oro, el filo de la espada brillaba cual espejo bajo la luz del sol. La otra espada, lucía como una espada común y corriente, pero el brillo del filo destacaba por sobre todo lo demás, teniendo como único adorno, una aguamarina en el pomo.
—De pie —ordenó el rey. Theo obedeció—. Has demostrado tener la valía suficiente, para el puesto que te he de otorgar. —El rey tomó la segunda espada con ambas manos—. Hoy te otorgo, junto a esta espada, un puesto de suma importancia.
El rey hizo entrega de la espada a Theo, quien desenfundó su antigua espada dejándola sobre la almohada, para luego tomar con ambas manos, mientras le dedicaba una reverencia, la espada que el rey le otorgaba y, mientras se arrodillaba frente a él, envainó la espada que le fue otorgada. El rey tomó la espada de oro y, con ella, tocó los hombros del joven, luego la cabeza y, por último, el pecho.
—Yo, el rey Luther Arthur Dupont d'Clarence, te nombro a ti, sir Theo Avadon, como el protector de mi hija, la princesa Rihanna Melina d'Clarence —proclamó mientras colocaba la espada nuevamente sobre la almohada—. De pie, soldado.
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Ciel Rose - El elegido corrupto
FantasiaTras vivir milenios sumidos en la más oscura corrupción, el mundo finalmente respiró aliviado por primera vez. Sin embargo, el peligro latente amenazó con volver a emerger, y entonces, finalmente, el niño profetizado que destruiría definitivamente a...