La joven observaba por la ventana cómo el paisaje se movía lentamente, contemplando los extensos terrenos de tierra fértil, definitivamente, amaba a su país, y temía, con todo su corazón, verlo caer. Habían transcurrido varias horas desde que abandonaron el palacio real, sin embargo, la falta de compañía en su viaje hacía que ella se aburriera estando sola dentro de la caravana. Asomó su cabeza por la ventanilla, miró hacia atrás, observando cómo las murallas de la ciudad eran imperceptibles desde la distancia; volteó a mirar hacia el frente, contempló el celeste horizonte; miró hacia arriba, hacia el cielo, examinando la posición del sol. Estaba pronto al horizonte, pronto a ocultarse y permitir que la noche llegara.
Se sentó nuevamente dentro de la caravana y comenzó a meditar, aún faltaban algunas horas para que pudieran llegar a una posada donde alojarse y el aburrimiento la estaba agobiando. Comenzó a subir la falda de su vestido, si iba a hacer lo que estaba pensando, sería mejor que lo hiciera estando cómoda, aunque, con el volumen de tela que llevaba encima, era algo complicado. Pero, no por ello se dio por vencida, finalmente había conseguido desatar el nudo que sostenía su panier, se puso de pie y este cayó libremente al suelo. Ahora, sentía que tenía más movimiento y libertad, y la tela de su vestido caía marcando su figura. Sacó la cabeza por la ventana, decidida a hacer lo que fuera por matar su aburrimiento.
—¡Theo! —Soltó un pequeño grito que hizo que el joven se asomara para ver qué sucedía—. ¿Puedes detener el carruaje? —preguntó e inmediatamente el joven detuvo la caravana.
El joven descendió del coche de tiro, pero, antes que pudiera acercarse a comprobar qué sucedía, Soleil ya estaba bajando del carruaje. Él se apresuró para ayudarla, pero no hizo falta, pues, sin el panier, podía ver claramente donde apoyaba sus pies. El joven se quedó sorprendido en cuanto la joven dejó caer su vestido, notando la marcada figura, provocando un ligero sonrojo en el joven. Nunca la había visto así, y realmente no esperaba verla así a plena luz del día.
—Estoy aburrida aquí dentro. ¿Puedo viajar junto a ti? —preguntó con una sonrisa, ignorando la expresión del joven.
Aquello tomó por sorpresa a Theo, quien comenzó a balbucear, lo que causó la risa de la joven. Él se enfadó por su burla repentina, pero cambió su expresión rápidamente y la invitó a subir con una sonrisa. Ella cerró la puerta de la caravana y se acercó hacia el coche de tiro, subió al asiento del conductor con su ayuda seguida por él. Desde aquél asiento podía ver con claridad en el horizonte, aunque casi imperceptible, una delgada columna de humo, lo que indicaba que pronto podrían llegar a la posada más próxima.
—Los pueblos suelen estar alejados unos de otros, con, por lo menos, dos días de viaje. —comentó la joven.
—Lo sé, es algo que noté cuando llegué al país.
—Tardaremos algunos meses en llegar a la región de Lizen —dijo la joven mientras sacaba el mapa del bolso junto al joven.
—Es una lástima que ese mapa solo muestre el reino de Clarencia.
—Es que, es el territorio que los humanos lograron conquistar y desconocen la distribución del país del sur de Parles, ni siquiera saben su nombre. Como mucho podrán saber la distribución de las otras regiones conquistadas por humanos.
—Eso... tiene sentido. —El joven miró de reojo el mapa, notando algo extraño—. Soleil... podrías decirme... ¿por qué los humanos no han podido conquistar el territorio sur de Parles?
La joven señaló rápidamente un río que se encontraba dividiendo la región de Perles en dos. Un río que parecía exageradamente ancho, dudando que ese fuera su tamaño real.
—Es... por este río. —Aquello sorprendió al joven.
—¿Solo por un río?
—No es cualquier río. Es el río Soror, un río de gran amplitud, cuyo caudal es feroz. Los humanos han intentado cruzarlo innumerables veces, pero, todo ha sido en vano. Desistieron cuando las muertes superaban los centenares, eran demasiadas pérdidas a cambio de no obtener avances.
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Ciel Rose - El elegido corrupto
FantasíaTras vivir milenios sumidos en la más oscura corrupción, el mundo finalmente respiró aliviado por primera vez. Sin embargo, el peligro latente amenazó con volver a emerger, y entonces, finalmente, el niño profetizado que destruiría definitivamente a...