Capítulo 19 - Corona de ceibo

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—Lo que deseo, es una corona de flores.

Todos en la habitación comenzaron a murmurar por aquella petición tan simple, una simple y ordinaria corona de flores, algo que cualquiera podría realizar. El rey se mostró molesto al escuchar aquello, se levantó de su trono y se acercó a su hija.

—¿Qué clase de broma es esta? —susurró con claro enojo en su voz.

—Es la prueba que he decidido que hagan —respondió por lo bajo, con cierta molestia.

—¿Pero una corona de flores? ¿Una simple corona de flores? —exclamó alzando un poco la voz.

La joven asintió con una sonrisa en su rostro.

—Así es, una simple corona de flores. Pero, ¿cuál sería la prueba si simplemente aceptara cualquier corona? —El rey estaba confundido—. No puede ser cualquier flor, eso sería absurdo. Debe ser mi flor favorita.

Los murmullos regresaron, nadie conocía su flor favorita, o al menos, ella jamás le había revelado aquel secreto a alguien. Aunque, sabía que sólo una persona podía, al menos, intuirlo. Esa persona estaba presente en la sala, parada junto a ella, mirando al frente, sin inmutarse por sus palabras.

—¿Y cuál es su flor favorita, su alteza? —preguntó uno de los pretendientes.

La joven princesa sonrió ampliamente, ese pretendiente, probablemente, no lo lograría.

—Esa, lord Durand, es la prueba.

Los murmullos aumentaron en la habitación, hasta su padre se preguntaba cuál podría ser la flor, pues ni él se había dedicado a saber sobre los gustos de su hija.

—Estos meses he sido cortejada por todos ustedes, algunos han mostrado un genuino interés en mí. Hemos dado paseos por innumerables jardines, parques y museos de arte. Aquél que haya prestado real atención, podrá intuir cuál es la flor.

—Así que, no nos dirá ni siquiera el nombre de la flor, ¿no es así? —indagó otro de los pretendientes.

La joven negó con la cabeza.

—Revelar esa información sería facilitarles el trabajo de sobremanera. La prueba está pensada para que sólo aquél que realmente me conozca, sin importar su posición social, condición ni edad —explicó mirando de reojo a Theo, con quien pudo cruzar una mirada discreta—, pueda llevarla a cabo.

—Así como su alteza lo afirma, hemos dado innumerables paseos por jardines, pero, precisamente, debido a ello, han sido muchas las flores que hemos admirado —comentó sir Kariel, haciéndose notar entre la multitud—. ¿No sería justo que, al menos, nos diera algún indicio de la flor de la que habla?

Ella rio disimuladamente. Aquello era cierto, lo cual podría complicarles la búsqueda a sus pretendientes, llegando a hacerlo una misión imposible, lo que podría ser contraproducente.

—Tiene razón, sir Cloud. La flor que tanto admiro posee un brillante color escarlata, como un vivo y salvaje fuego, evocando una pasión admirable por la vida. No es una rosa, si es lo que la mayoría imagina, eso sería algo muy cliché.

Los murmullos ahora eran pocos, pues la mayoría estaba deteniéndose a pensar la flor exacta que podría ser.

—Dicho esto, tienen dos semanas, antes que termine la temporada, para que traigan aquello que anhelo. Les deseo mucha suerte.

La joven realizó una leve reverencia frente a sus pretendientes y abandonó la habitación, seguida por sus damas de compañía, su hermano y Theo. Durante todo el camino hacia su cuarto, la joven fue invadida por las preguntas de sus damas de compañía, pues ni ellas sabían la flor de la que ella hablaba. Preguntaban si podía tratarse de una amapola, un clavel, incluso un hibisco. Sin embargo, la joven se negaba a revelarles la información incluso a ellas.

Ciel Rose - El elegido corruptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora