Capítulo 16 - Horquilla de ceibo

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Secó con suavidad las lágrimas que caían por sus mejillas, sus ojos estaban rojos por haber estado llorando toda la noche, sin haber podido dormir por mucho que quisiera. Se levantó de su cama en cuanto los rayos de sol comenzaron a filtrarse suavemente entre los huecos de las cortinas. Se dirigió hacia su baño privado, se paró frente al lavabo y observó su apariencia demacrada frente al espejo, no podía sentir más lástima por ella de la que sentía en ese momento. Abrió la llave del lavabo y comenzó a lavarse la cara, en un intento por disimular las horas de llanto que había tenido. Era la primera vez en su vida que había derramado tantas lágrimas, y no terminaba de entender por qué sentía su corazón destrozado.

Quizás había, finalmente, comprendido el peso de la situación, la realidad de su vida, su posible futuro atado a una persona que jamás amaría. Amar. Aquella palabra cruzó su mente con un profundo peso por su significado. ¿Por qué habría de cruzarse esa palabra si no había nadie que la cortejara? Sin embargo, sabía que, aunque no había un cortejo formal, hubo alguien que cautivó su corazón, alguien que estaba en sus pensamientos a lo largo del día. Pero aquella persona jamás podría estar con ella, por su posición, su estatus, y su condición. Su padre jamás permitiría que ella compartiera su lecho con un sucio marus.

Solo le quedaba aceptar el destino impuesto por sus padres, una boda con un completo extraño por quien no sentiría nada. O esperar a que el destino que tenía escrito llamara a sus puertas, lo cual no sabría cuándo sucedería. Aunque aquél destino escrito en piedra, tampoco era un destino que el garantizase la libertad.

Se miró una vez más al espejo tras haber limpiado su rostro, estaba completamente empapada, pero por suerte, ya no aparentaba haber pasado toda la noche en vela llorando. Secó su rostro dando suaves golpecitos con la toalla que había junto al lavabo. Salió nuevamente a su habitación y las sirvientas comenzaron a entrar para prepararla y vestirla, aquel día era tan importante como su debut, pues los hombres que se habían interesado en ella, vendrían a verla con toda clase de regalos para iniciar el cortejo. Sin embargo, de quien sí querría recibir un regalo, no recibiría nada realmente.

Sus sirvientas comenzaron a vestirla, sus damas de compañía estaban a su lado comentando sobre la fila de hombres que había para poder verla aquella mañana. Estaba completamente abstraída en sus pensamientos, sonriendo únicamente cuando le enseñaban los vestidos que podría usar y las joyas que podría exhibir. No podía quitarse de la mente el baile que había hecho con Theo. ¿Qué había sido diferente esa vez? ¿Qué lo había hecho tan mágico en comparación a sus prácticas? ¿Por qué había sentido aquello de forma diferente?

Salió de su habitación cuando terminó de vestirse, acompañada hasta el salón de recepción por sus damas de compañía, quienes la seguían de cerca sin hacer comentarios, pues habían notado la triste expresión de la joven princesa. Sabían que algo le sucedía, pero, por modales, no preguntarían, ya que eso era algo en lo que no debían adentrarse si ella no se los permitía.

Al llegar al salón de recepciones, no pudo evitar sorprenderse por la cantidad de jóvenes que había allí esperando su entrada. La mayoría llevaba ramos de flores, algunos traían cajas de chocolates y una carta, otros cargaban enormes y tiernos peluches. Reconocía a la mayoría, pues había bailado con ellos la noche anterior. El rey le dio la bienvenida a la joven, él estaba alegre por recibir aquella cantidad de visitante, entre los cuales se encontraba su futuro yerno.

La joven se comenzó a acercarse hacia sus padres, indecisa sobre lo que debía hacer en aquella situación. Su madre estaba en uno de los sofás, charlando con su hijo, el rey se encontraba de pie detrás de ellos. La joven princesa saludaba a sus pretendientes a medida que pasaba junto a ellos, hasta finalmente llegar donde sus padres se encontraban.

Ciel Rose - El elegido corruptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora