Capítulo 20 - Velo blanco, vestido rojo

7 2 2
                                    

La luz del sol se colaba entre los cristales de la habitación, iluminando con calidez otoñal el largo vestido color burdeos de la joven. Varias sirvientas se encontraban a su alrededor, arreglando cada detalle del vestido, ayudando a colocar cada accesorio que fuera necesario. La joven sólo miraba hacia la ventana, intentando vislumbrar algo a través de aquellos cristales que no fuera el cielo, pero no había paisaje alguno que estuviera a su vista, solo nubes grises que amenazaban con dejar caer su furia en cualquier momento. La joven las contemplaba mientras dejaba que la vistieran, sin dejar de mirar a través de la ventana, dejando que, después de tanto tiempo ensimismada, unas lágrimas comenzaran a caer por sus mejillas.

Al notar esto, una de las sirvientas la regañó, pues podría arruinar su maquillaje antes de llegar al altar, pero la joven ignoró aquél comentario, y solo volteó a ver hacia su espalda, un biombo de madera la separa de su escolta, quien se entraba allí por cualquier incidente que pudiera llegar a suceder. Su padre era despiadado, después de ella ser entregada en el altar, él sería quien cargara los anillos. Una burla cruel, teniendo presente los mutuos sentimientos que había entre ambos.

Una de las sirvientas secó las lágrimas que caían por sus mejillas, mientras le sonreía diciendo que era una novia hermosa. Aquellas palabras solo hicieron que la princesa comenzara a llorar intensamente, y el oír de aquel sollozo solo hizo que, el escolta que se encontraba tras el biombo sin poder verla, sintiera su corazón ser estrujado.

Desde aquella noche, desde aquella velada arruinada, desde aquel momento que sólo debería haber sido de ambos, no habían podido pasar nuevamente un tiempo a solas de forma íntima como solían hacerlo. Él ya no podría entrar en la habitación de ella, no podría abrazarla cuando llorara, ni darle la mano cuando lo necesitara. Ya no podría existir entre ellos esa informalidad que había, y que, mantenían en secreto la mayoría del tiempo.

Las sirvientas terminaron de vestir a la joven, culminando con la colocación de un velo blanco sobre su cabeza, el cual cubriría traslúcidamente su rostro, dándole una tenue coloración blanca. Una vez lista, las sirvientas la ayudaron a bajar de la plataforma, justo a tiempo para cuando la puerta se abrió de par en par. El rey entró por la puerta, con la cabeza en alto y seguridad en su rostro. Miró a su hija con orgullo, mientras que ella sólo le dedicó una mirada de desprecio, camuflada perfectamente gracias al velo.

—Es hora, Rihanna. Todos están esperando en la catedral.

—Te odio —pronunció la joven en una queja apenas audible.

El rey ignoró el comentario, extendió su mano ofreciéndose a acompañarla hasta las puertas de la catedral, pero ella simplemente golpeó su mano despreciando aquél gesto. Si bien el rey tomó aquello como una falta grave, no podía hacer mucho realmente, después de todo era su hija, una persona más importante que él. No dijo nada sobre aquél claro gesto de desprecio y, simplemente abrió la puerta para que la joven comenzara a caminar hacia donde se sellaría su destino.

La caminata por los pasillos se hizo algo eterno, una lenta marcha hasta aquel que sería el inicio de su final, el final de su triste vida, el final de su poca libertad. Caminaba con una terrible angustia, sobre todo, al saber que la persona que más amaba se encontraba caminando justo detrás de ella. No había podido verla a los ojos en toda la mañana, pues ella no le permitía que la mirara de esa manera, no quería que viera su dolor y desprecio.

La gran puerta de roble se encontraba frente a ella, estaba allí, completamente congelada, queriendo que aquello no fuera real. Pero, lo era, era muy real. Su padre les indicó a los guardias que abrieran las puertas y, al hacerlo, lo primero que vio la joven fue la alfombra roja que la llevaría hasta el altar. Las personas que se encontraban en las bancas a los lados del pasillo, voltearon a verla en cuanto las puertas se abrieron, haciendo que la joven se sintiera intimidada por la cantidad de miradas que se habían posado sobre ella.

Ciel Rose - El elegido corruptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora