El sol comenzó a filtrar sus tenues rayos de luz entre los espacios libres que había entre las pesadas cortinas, la joven se despertó cuando uno de estos comenzó a iluminarle el rostro. Estaba con la cabeza apoyada sobre un libro abierto, sentada en el escritorio de su habitación. Había estado investigando toda la noche, buscando algún hueco en las leyes de su país que pudieran frenar la ejecución que se aproximaba. Desconocía el tiempo restante que tenía, pero sabía que las ejecuciones no tardaban mucho en efectuarse.
Comenzó a frotarse el rostro buscando quitarse la pereza que el sueño le provocaba, y cuando se puso de pie fue que una sirvienta entró en sus aposentos, con la muda de ropa que deberían ponerle. Su nana comenzó a regañarla por no haberse acostado en la cama para descansar apropiadamente, pero la joven solo se excusó en que la investigación que llevaba a cabo era muy importante, que no tenía tiempo que perder y que debía aprovechar su tiempo disponible al máximo. Su nana hizo oídos sordos a su explicación.
Las sirvientas la ayudaron a limpiarse la cara con unos paños húmedos, la cepillaron y peinaron, y luego, comenzaron a vestirla, colocándole una a una cada capa de ropa que era necesaria. Desde el camisón, las enaguas y las faldas color bordó, hasta el corsé, la camisa y la casaca a juego con la falda, terminando así de formar un hermoso vestido, confeccionado con las telas de lino y seda más exquisitas que estaban a su disposición.
Aquel era uno de sus vestidos favoritos, uno que le gustaba usar sólo para ocasiones extrañas, por lo que, al verse ya con este puesto, miró extrañada a su nana, quien le informó que aquel era un día importante, pues sería un día de ejecución pública, así que sería un evento importante al que debía asistir. Al oír aquellas palabras comprendió que su tiempo se había acabado, y no había logrado avanzar en nada.
Si bien es cierto que días anteriores ella le había preguntado a su padre si podría retrasar la ejecución, este se había negado incluso a decirle la fecha de la misma, pues según él, era un asunto que no le atañía. Preguntó incluso el por qué no se le había celebrado un juicio al igual que a otros prisioneros, pero aquella respuesta era la misma que imaginaba. Un usuario de magia no tenía derechos ante los ojos de la ley, pues nacían pecadores y solo el dios todopoderoso Jalá* sería quien los juzgara, y sólo podían ser juzgados en el más allá.
Sin embargo, aquello no era suficiente para que ella bajara los brazos, no se daría por vencida así porque sí. Tenía que encontrar la forma de poder evitar aquél injusto destino de Theo, debía evitar aquel destino impuesto a su salvador. Pero, por mucho que ella quisiera hacer algo desde las sombras, no podría lograr nada desde esa posición. Tendría que tomar una decisión activa, aunque eso significase llamar la atención de todo el mundo, incluso de una forma negativa.
Antes de reunirse con su familia en el gran comedor para desayunar, se dirigió al despacho de la consejera de la reina, Lucrèce, una sacerdotisa, una usuaria de magia. La joven princesa golpeó su puerta, la mujer abrió la puerta sorprendiéndose de ver a la joven frente a su puerta.
—Buenos días, su alteza —saludó la mujer con una gentil reverencia—. ¿Qué puede hacer su humilde servidora por usted?
—Buenos días, Lucrèce. ¿Puedo pasar para poder hablar contigo con tranquilidad?
—Por supuesto, su alteza.
La mujer abrió la puerta invitando a la joven a pasar. Melina tomó asiento frente al escritorio de la mujer, esperando que ella se sentara detrás de la mesa que estaba frente a ella. La mujer, antes de sentarse, sirvió una taza de té para cada una, acompañadas de unas rebanadas de pan con manteca. Tras poner el platillo y las tazas sobre la mesa, apartó unos papeles y, finalmente, se sentó frente a la joven, y antes de que pudiera preguntarle lo que necesitaba, fue Melina quien habló.
ESTÁS LEYENDO
Ciel Rose - El elegido corrupto
FantasyTras vivir milenios sumidos en la más oscura corrupción, el mundo finalmente respiró aliviado por primera vez. Sin embargo, el peligro latente amenazó con volver a emerger, y entonces, finalmente, el niño profetizado que destruiría definitivamente a...