Capítulo 48

363 44 20
                                    

Quackity saldría en la noche del hospital, su alta fue anunciada solo unos minutos antes de que Roier se fuera, por lo que se quedó para ayudar a su amigo con los papeles y para acompañarlo a ver a sus primos.

El estado de Beni era estable, aún debía quedarse un par de días más internado para su recuperación necesaria. Cochi se quedaba a su cuidado, pero también necesitaba descansar, así que había buscado a la novia de su hermano, quien acepto de inmediato para relevarlo hasta el día siguiente.

Los tres salieron del hospital, fueron camino a casa de Quackity.

Aún no sabían nada del español, pero el azabache tenía fé de encontrarlo en su departamento junto a su hijo.

Merlon Vegetta seguía retenido en la fiscalía, los guardaespaldas de Melissa estaban al cuidado del pequeño por orden de Roier, no podían dejar al menor solo, temían por los posibles aliados de Schlatt, o los enemigos de Quackity.

—Vamos mejor a la fiscalía, necesito ver a mijo, ni ha de haber comido nada.—habló con preocupación.

—Quackity, aunque sea lleguemos a tu casa para que te bañes, ya hueles bien feo.—contestó el castaño.

—¡Mi hijo está solo!

—No está solo, mis guardaespaldas están cuidando de él, yo los mandé, son de fiar.—quería evitar que se alterará, no sería bueno que sus impulsos lo dominarán cuando aún no estaban fuera de peligro.

—¿Guardaespaldas? Ni que fueras el pinche presidente.

—Por Melissa, mi vida de ese lado si necesita protección, hay gente muy loquita que me ha acosado y atacado por su obsesión.—el azabache bajó la cabeza, trataba de digerir con rapidez la bomba de información que le aventaba su viejo amigo a cada rato.

—Neta que un día de estos me vas a tener que contar todo eso de tu doble vida, yo no te imaginaba así, wey.

—Bueno, la vida da muchas vueltas, Quackity, y a pesar de que no me sorprende tu vida, jamás hubiera deseado que te pasará todo esto.

—También yo, por pendejo.

—Tal vez sino hubiera huido a causa de las dudas de mi corazón, quizá te hubiese evitado tantos trancazos de la vida.—el tono del castaño se había vuelto bajo y dulce, había sido una confesión llena de melancolía.

—¿Cómo dices?

—Nada, nada.—cortó el tema y miró a su alrededor, nervioso—¡Mira! Ya llegamos a tu rancho, vamos rápido a que te bañes y te paso a dejar con tu hijo si quieres.

Aún con curiosidad y confusión por lo dicho, Quackity decidió no seguir insistiendo. Llegaron a su casa, Roier preparó algo ligero para que comieran en lo que ambos pelinegros se bañaban y alistaban para salir de nuevo.

No pasaron más de dos horas, ya estaban casi listos, la pareja del castaño los recogería en su carro para llevarlos al hospital y a la fiscalía.

En el camino, el celular de Quackity comenzó a sonar.

Era una llamada de Luzu.

Sin pensarlo, contestó con rapidez.

"¿Lusu? ¿Dónde andas cabrón?"

"Perdóname, Quackity.", el tono serio de la frase fué como una aguja clavando el corazón del mexicano.

"¿Por qué? ¿Dónde chingados estás? Estoy preocupado por ti, no te encontré en tu departamento, ni a tu chamaco.", habló con rapidez, temía ser abandonado por quien había luchado tanto en estos últimos meses.

Luchones [Luckity AU] (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora