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— Entonces, provecho. — Iván fue el último en sentarse, ya que había sido obligado a servir las bebidas.

Respondimos.

La verdad, el hecho que la señora Griselda y los hermanos de Ovidio me hicieran tanta plática, me hizo entrar en confianza más rápido. Aunque no dejaba de autolimitarme al hacer comentarios.

— Y bien, ¿Desde cuándo se conocen? — soltó la madre de Ovidio volteándolo a ver — ¿Por qué no me habías contado de su relación? 

— Ya ve, amá. Luego me salaban la relación. — bromeó.

— ¿Y llevan? — repitió su hermana.

— Dos años. — contestó enseguida — Dos años y mesecillos.

De ambas mujeres salió un "Oohh" y asintieron.

— Eaah, ¡Tigre! 

— Te lo tenías bien escondidito. — sus hermanos comenzaron hacerle bulla.

Ovidio solo sonreía tratando de no mostrar sus dientes.

— ¿Y cuántos años tienes? — me preguntó Édgar — Dudo que tengas más años que Ovidio.

— Ha no ser que seas una asalta tumbas. — agregó Iván.

— Como tus novias. — le respondió Ovidio.

No sabía si también tenía que mentir con mi edad. Así que sólo volteé a verlo para saber si contestar.

Aunque antes de que abriera la boca lo hice.

— Veintidós. 

— A la...

— ¡Hijo!... Es más chica que tú. 

— Qué tantos son siete años, amá. Para el amor no hay edad. — recargó su espalda en el respaldo — Además, ya ve a la Emma y mi apá. Se llevan más de quince.

— Romeo y su nieta. — soltó Iván riendo.

— Usted cállese, que también vas para allá. — amenazó Édgar.

— ¿Mi hermano o mi hater? 

— Lo que tu quieras, preciosa. 

— No les hagas caso, hija. — la señora tomó mi mano — Es solo que a veces les da por comportarse como niños. 

— Aunque ya sean papás de unos. — completó Grisel.

— ¡Safo! — gritaron los tres.

— Ves.

Reí tímidamente bajando la mirada. 

Iba a ser interesante convivir con esta familia.

...

Desde el marco de la puerta principal, Ovidio y yo veíamos como su madre se marchaba en su camioneta. 

Después de una larga tarde, ella había sido la última en retirarse y antes de irse mencionó que vendría pasado mañana para despedirnos.

Suspiró cerrando la puerta. — Valió la pena, después de todo.

— Me cayó muy bien tu familia. — me a sinceré — Son muy divertidos.

— ¿Sí? — miró el piso por unos segundos — En veces... Luego hartan.

Asentí empezando avanzar de nuevo hacia el comedor.

— ¿Quieres que te muestre la habitación? — sólo lo miré sin decir nada, pues comenzó a caminar directo a las escaleras — Es algo más chica que la de el rancho, pero igual es cómoda.

— Pero, ¿Y nuestras cosas?

— De eso no te preocupes. Ya están arriba. — me tendió su mano — Ven. Vamos.

Lo observé por unos escasos segundos y la tomé.

El trato era llevarnos bien.

Me guio de la mano hasta llegar a una de las cuatro puertas que había en la parte de arriba.

He de admitir que si era algo más pequeña la segunda planta, que la primera. Pero en lo personal era perfecto y acogedor.

— ¿Estás cansada? 

— Sí... Bueno, en realidad tengo sueño. — suspiré — Pero primero quisiera tomar un baño.

— Adelante, esa es la puerta del baño. — dijo apuntando a la izquierda. 

— ¿Y aquella? — me ganó más la curiosidad, que la timidez.

— Es el closet. — caminó hacia el, abriéndolo — Eso creí. — murmuró — Hay bastante espacio. Creo que podrías poner toda tu ropa aquí.

— Gracias. Aunque sólo traje cuatro cambios. 

— Puedes dejarlos aquí para las veces que tengamos que venir. — me miró — De igual manera sé que vas a necesitar más ropa. Pero por eso no va haber problema.

— No hay necesidad. 

— Estás bajo mi cuidado, Leah. Eres la mamá de mi hijo. Si hay necesidad. — suspiró — Mañana aprovecharemos la vuelta.

— Sobre eso, yo... Quería pedirte un favor. 

— A la ropa yo no te acompaño, le diré a mi hermana que vaya contigo. — advirtió — Ustedes las mujeres tardan mucho eligiendo una simple blusa.

Reí. — No. No era eso.

— Ah. Dime.

— Crees que... ¿Podría ver a Xime mañana? — abrió la boca para decir algo pero lo interrumpí — De verdad necesito verla. Quiero saber si mis papás se han comunicado con ella, ¿Qué les dijo?

— No lo sé, Leah. 

— Por favor, Ovidio. Es mi familia. 

— Sólo si nos da tiempo. No prometo nada. — tomó la maletita donde venía su ropa — Tomaré una ducha. Si necesitas algo, estoy en el baño que está enfrente. Te dejo el de la habitación.

Sin más salió de la misma.

Tal vez no era la respuesta que esperaba, pero lo dicho ya había alimentado mis esperanzas.


Les dije que no empezaran con su "qué milagro" pq me iban hacer ojo y ya no me iba a inspirar 

Les dije que no empezaran con su "qué milagro" pq me iban hacer ojo y ya no me iba a inspirar 

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Desconocidos - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora