Caminamos hacia la mesa donde estaban sus hermanos ya que, en sí, a diferencia de la cena de navidad, la fiesta de año nuevo sólo se encontraba la familia materna de Ovidio.
Al parecer su papá se iría a festejar con amigos de él y sus otros hermanos irían con su madre y familia. Así que por algo estaba tan tranquila la fiesta.
Era raro no verlos poniendo ambiente de más.
Había escuchado que este fraccionamiento era nuevo, eran pocas las familias que vivían aquí y muchas se encontraban fuera de la ciudad o una que otra dentro de su casa. Entonces no era tan raro que no hubiera gente afuera.
Empecé a relajarme un poco, pues Grisel me hacía plática o de vez en cuando me hacía reír junto con Édgar; y Ovidio me traía bebidas -obviamente sin alcohol- así que todo estaba marchando bien, por el momento.
Casi una hora y media después, faltando poco para la media noche. Mi calma se fue cuando la vi saludando a Griselda.
Ay no...
Me removí un poco incómoda y afortunadamente nadie lo notó. Desvié mi mirada para seguir poniéndole atención a Gris, tratando de ignorar su presencia en el lugar.
Pareció funcionar los minutos restantes, pues se llegó el momento de felicitar y abrazar a todo mundo, evidentemente me la tuve que topar. Pero ninguna de las dos se acercó a la otra. No miré si Ovidio la abrazó o no, y preferí no hacerlo la verdad.
Volvimos a nuestros lugares de nuevo, todo parecía estar tan tranquilo después de la euforia de recibir año nuevo. La única tensa en el lugar era yo y todo por hacerme un mal viaje yo sola.
Además, debía confiar en Ovidio.
...
— Ay wey. — suspiró destapando un bote.
— Me pisaste dos veces, Édgar. No mames. — expresó después de haber dado un trago.
— Pues es que el huapango no es lo mío. — se alzó de hombros — Se me buguean las patas.
Rodó los ojos antes de volver a darle un trago a su bebida, su mirada se posó en su hermano y yo e inocentemente le di una sonrisa que correspondió igual, para luego acercarse a Ovidio y decirle algo en el oído.
— Si quiero, pero es que... ¿Y si la lastimo? — susurraba en voz alta.
Estaba a lado de él, obviamente lo estaba escuchando.
Volvió acercarse y para disimular un poco lo que estaba escuchando, tomé mi bebida y empecé a mirar a otros lados.
— Bueno, ya. Ahorita que cambien la música.
— Ándale pues. — dijo yéndose a otro lado.
Ovidio acercó su silla un poco más a mi lado, quedando lo suficientemente cerca para pasar su brazo sobre mis hombros y abrazarme.
Antes me miró y sonrió provocando que yo también lo hiciera, no dijo nada, sólo recargó su cabeza con la mía e hizo una especie de "piojito" en mi cabello. Involuntariamente cerré los ojos disfrutando de su mimo.
Y es que en realidad el sólo estar así abrazados, me hacía sentir tan bien. Este tipo de actos empezaban a ser de mis cosas favoritas suyas.
Así estuvimos un muy buen rato, hasta que después nuestras bebidas se terminaron y lo notó enseguida.
— ¿Quieres más?
— Sí, pero esta vez creo que sólo agua. Ya fue demasiada azúcar. — reí.