Nomás no me cabía en la cabeza por qué fregados las mujeres se tardan bastante en alistarse. Veinte años viviendo con dos y siempre fue lo mismo, hasta parece que las mandan hacer en el mismo lugar.
Por un momento me alarmé al pensar que le pudo haber pasado algo. Pero en ningún momento se escuchó algo extraño y aun se escuchaba como movía algunas cosas.
Ya solo faltaba una hora para la fiesta y todavía faltaba yo, aunque en veinte minutos ya estaría listo.
Encendí la televisión para distraerme en lo que ella salía, sentándome a un lado de la ropa que ya tenía lista para ponerme en el baño y mi toalla. Después de unos cinco minutos, la puerta por fin se abrió, así que yo empecé a tomar mis cosas para entrar.
— ¿Cómo me veo? — preguntó haciendo que le prestara atención.
¡Ay wey!
La neta me la había rifado escogiendo ese vestido para ella.
El color del vestido contrastaba su piel haciéndola parecer un poco más cálida, y la forma de este resaltaba perfectamente sus curvas y atributos. Despertando en mí el libido que creí poder controlar.
Dios, ahora no...
Sus manos pasaron de reposar en su cintura a abrazar su pancita y posó de ambos lados. Sonrió esperando mi respuesta.
Tragué duro antes de hablar.
— T..e ves bien. — le di una media sonrisa sin dejar de verla — Te queda muy bien.
— Gracias. — dijo sincera — Ya está listo el baño para que puedas entrar.
— Sí, sí, ya voy. — tomé rápido mis cosas cuando empecé a darme cuenta.
Antes de entrar le di una última mirada, pero ella no lo notó ya que estaba entretenida viéndose en el espejo.
Entré cerrando la puerta con seguro y abrí la regadera esperando a tibiar el agua.
Me miré por el espejo para tratar de enfocarme y pensar en otra cosa, pero nuevamente ella llegó a mi mente. Su carita mirándome y sus manos acariciando cuerpo.
Quería evitarlo, pero la vista es muy natural. El escote del vestido dejaba ver sus pechos, no de una manera vulgar, sino que habían crecido durante el embarazo y eran un poco más notorios.
Besé desesperadamente su boca al pegar nuestros cuerpos desnudos.
Sus manos jugaron con el elástico de mi bóxer y una sonrisa traviesa aparecía en sus labios que, cuando los besaba separaba nuestras bocas. Me excitaba la loca idea de aplacarlos embistiéndola duro.
Y aunque los dos estábamos algo ebrios, ambos lo queríamos. Qué más daba, la haría tocar el cielo; y yo la gozaría.
Los recuerdos de esa noche no me ayudaban para nada.
Apreté mis labios al sentir como mi miembro rosó accidentalmente en el mueble del lavabo y aun sin quitarme alguna prenda, lo toqué sintiéndolo duro y listo para jugar.
Sí o sí tendría que hacer la chamba.
Miraba como sus pechos brincaban al compás de ella, trataba de sostenerlos pero también sostenía su pancita, así que la ayudé un poco.
Tomé ambos pero sólo llevé uno a mi boca empezando a chuparlo mientras masajeaba el otro. Volteé mis ojos para verla y sus gestos de placer acompañados de gemidos me volvían loco.