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— Muchísimas gracias. ¿Ya tomaron las bolsas donde venían sus cosas? — pregunté a uno de los muchachos que me habían ayudado a bajar el super. 

— Si patrona. Las dejamos en la camioneta, pero ahorita las bajan, gracias. 

Sonreí sincera a pesar de la pequeña incomodidad que sentí al volver escuchar como me había llamado.

— A ustedes por esperar tanto. — reí.

— Naah, no es nada. — asentí — Con permiso.

— Anda. — esperé a que saliera y luego arrastré algunas de las bolsas cerca de la cocina — Bendito calor.

Con la liga que traía en la muñeca me logré hacer una coleta un poco alta, precisamente hoy día hacia muchísimo calor en el rancho y de ahora que había ido a la ciudad podía confirmar que parecía un horno.

Después de algún par de minutos, logré meter la mayoría de la despensa en su respectivo lugar ha excepción de frutas y verduras que se estaban desinfectando. 

Viendo "orgullosa" todo el panorama de la cocina de mi trabajo honesto, solté un suspiro victorioso pues sentía paz... ¿Sentía paz? 

Mentalmente hice un recuento de lo que hice antes de salir y sabía que Ovidio estaría al pendiente de Lupita, pero era raro que ninguno de los dos hiciera ruido. Aún con suficiente calma los busqué en la parte de abajo y afuera, pero no había señas. 

Fui directamente a la habitación porque era lo más probable que estuvieran ahí, pero no. ¿Las demás habitaciones? no creo, tenían cosas por doquier y mi hija es muy picky para dormir en otros lados que no fuera la cama o su cuna.  

Me acerqué a la puerta de la terraza y dudosa de ver por ahí aun así me acerqué, la tranquilidad volvió al ver a Ovidio acostado en todo el sillón y sabía que se encontraba despierto, pues acariciaba aquel bultito encima de su pecho desnudo. 

Mi Lupita cerraba plácidamente los ojos, muy cómoda sobre su padre y este le cantaba a susurros una canción.

Ay, qué dichoso soy, con ella soy feliz. Viva su vida, mi cariñito que tengo aquí. — lo escuché reír bajito — Mi princesa... No sabes cuanto te amo. — suspiró — ¿Sabes? Yo al principio estaba terco con que quería que fueras varoncito, según yo pa' conectar más contigo y enseñarte muchas cosas; pero el hecho que seas mi princesa no afecta en lo absoluto que pueda hacerlo.

Sonreí al escucharlo. Sabía que él no podía verme, pues se encontraba acostado viendo hacia el otro lado, entonces aproveché para quedarme a admirar ese momento.

— Ya no me veo sin ti, sin tu madre... Cómo es que las dos se fueron a robar este terco corazón en cuestión de nada ¿Ha? — la miró por encima y con su dedo acarició su boquita — Te digo algo, mi vida. Yo a tu mami la quiero mucho... Es más, estoy tan seguro de mis sentimientos, que te confieso que la amo. — volvió a suspirar — Aunque sea bien mula la condenada, que diga y piense que no es así, pero es la verdad... Deberías de ayudarme a conquistar a su mami, mija. Así podemos vivir como una familia, como Dios manda.

Inconscientemente bajé la mirada cunado me quedé ida, viendo a la nada y pensando en lo que acababa de escuchar. 

Una vida real con Ovidio involucrando sentimientos ¿En verdad podría funcionar? o ¿Qué tan sincero era al decir todo eso?

Quizás esta situación hubiera sido más creíble para mí unos meses atrás cuando confundí su amabilidad con cariño, de ser así ¿Por qué hasta ahora? ¿Y si era otra mentira más? Porque teniendo una idea más clara de como es en realidad, no sé si pudiera llegar a tener una vida con él.

Desconocidos - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora