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Me recargué sobre el respaldo del sillón liberando un poco la tensión en mi espalda. Entonces miré el montón de bolsas que aun faltaban por abrir y solté un sincero suspiro de cansancio. Sólo me tomé dos-tres minutos en lo que tomaba agua y descansaba un poco, para luego seguir en lo mismo.

— Pues tu papá y yo no nos vamos a preocupar por ropa y mantas en un buen rato. — bromeé — Mentira, capaz y ni alcanzas a usarla toda.

Y es que sí. 

Los invitados al baby habían sido de lo más esplendidos, ropa, pañales, toallitas, bibis, juguetes; todo hasta lo que nunca llegué a pensar que se necesitara para un bebé. De hecho, gracias a Iván, ahora teníamos dos cunas.

La puerta se escuchó tocar y se abrió.

— Hola. Ya llegué. — dijo entrando y caminando hacia mí, esquivando con cuidado las bolsas — Creí que estarías en la habitación.

— No he ido, me la pasé toda la mañana en la cocina y sala. Hasta hace un rato.

Asintió mirando las bolsas a su alrededor, ya que se había sentado en el suelo.

— ¿Y vamos a guardar todo ya? — dijo mientras abría una bolsa.

— Nop. Primero hay que lavar la ropa, esterilizar bibis y juguetes. 

— Así mero. — negué viéndolo mal — Sirve y agarra defensas.

— Ay señor. — susurré muy bajito.

Entre los dos fue un poco más rápido y relativamente dinámico sacar las cosas, pues Ovidio tomaba dos bolsas, una me la entregaba para abrirla yo y otra lo hacía él.

Admito que fue divertido.

Trataba de fingir no verlo, pero fue inevitable cuando tomaba la ropa de recién nacido y la media con su mano. Luego doblaba su brazo y ponía un mameluco sobre este simulando un arrullo.

Desearía poder tener el celular a la mano ahora mismo. Ese tipo de actos eran los que me derretían.

Suspiré para volver con lo mío.

Sin preguntar Ovidio comenzó a contarme lo que había hecho esta mañana; cosas de su trabajo que en realidad no entendía, pero me quedé escuchándolo. Eso nos hizo el trabajo un poco más rápido.

— Entonces esto ya lo meto a la lavadora. 

— Sí, porfi. — iba a decir más, pero una carcajada me ganó.

De repente lo vi con una de las cobijitas cubriéndose la cabeza y unos peluches en el brazo.

— ¿Qué? — me miró.

— Nada, nada. — dije calmándome — Y sí, de una vez para que luego no nos ganen las prisas.

Asintió.

Quitó la misma cobija y la extendió sobre el suelo para luego vaciar toda la ropa en ella y luego cargarla tal cual un costal.

— Le pongo el de tapita rosa que trae un bebé dibujado, veda'. — se detuvo en la puerta.

— Sí, una medida diluida en agua. 

— Bueno. — con la otra mano libre tomó dos peluchitos y se fue.

Por qué los hombres a veces son tan... Tan hombres.

En fin.

Tomé la maleta y pañalera que me llevaría en cualquier momento al hospital. Aún faltaban algunas cositas, pero la mayoría de ellas eran de la bebé, precisamente la ropa. Por lo pronto la llené con las cositas que ya tenía disponibles.

— Listo, calixto. — anunció cuando entró de nuevo.

— Ay, ¿Crees que te pueda molestar con algo más?

— ¿Qué pasó? 

— Podrías traerme los productos que tengo en una bolsita en el baño ¿Por favor? — le sonreí tiernamente para que accediera, aunque sabía que no hacía falta hacerlo — Es para preparar la maleta que llevaremos al hospital. 

Asintió no muy convencido y regresó con las cosas en mano.

— Gracias. — dije tomándolas aun viendo la lista.

Era lo último que me faltaba tachar; shampoo, acondicionador, jabón, desodorante, crema... ¿Rastrillo? ¿Espuma? Este shampoo y jabón no es mío.

— Ovidio. 

— ¿Sí? — él estaba muy entretenido viendo los detalles del closet.

— ¿Qué es esto? 

— Pues las cosas. ¿No es lo que nos pidieron allá? 

— Sí, pero esto no es mío. — lo miré.

— Son mías. No ocupo mucho espacio, eh. — dijo como si nada.

— No, o sea... — me reí — Sabes que sólo vamos a estar uno, máximo dos días.— movió los ojos como si estuviera pensando — Que tu si vas a poder salir para bañarte, comer y así ¿Verdad?

— Ohh, creí que iba incluido yo en el paquete. — dijo tomando sus cosas.

— Tus comodidades sí.

— Bueno, igual sería raro no bañarme en otro lugar que no fuera mi casa. — se alzó de hombros. 

— Sí, verdad. — traté de serenar la pequeña tensión que había hecho ese mal entendido — Hubiera sido mejor que fuera parto y en casa. 

— ¿Y si... — me miró como si fuera la mejor idea, pero lo interrumpí.

— No es opción.

...

— Mmm, creo que le falta algo. — dije aun degustando lo que estábamos preparando — A ver, pásame el ajo. — lo dejó a un lado mío a los segundos — Pimienta. — hice lo mismo — Sal. — volví a estirar mi brazo y luego de algunos segundo en tenerlo al aire, lo miré. 

Ovidio abrió la puerta del patio y salió. De inmediato entró con una sonrisa divertida y mirándome. 

— ¿Qué tal mi trucaso? Eh. 

— Eres la competencia directa para todo comediante mexicano. — dije sin verlo, ya que yo había tomado el salero y continuaba enfocada en la comida.

— Ah. 

Últimamente ni yo me soportaba, cualquier cosita me podía poner de malas, llorar o muy feliz. Sabía que Ovidio se seguía esforzando por balancear la relación, pero mis cambios de humor no estaban cooperando mucho. 

Me dio remordimiento verlo desanimado. 

— Si me dio risa, solo que estaba concentrada en la comida. — le sonreí — Pero ya todo un papá sacando sus chistes bien locos, eh. — me reí provocando que él también lo hiciera. 

— Es algo con lo que se viene programado. 

— ¡Verdad que sí! Y luego les aparecen entradas, ven la televisión con los ojos cerrados, usan el celular con el brillo y volumen a full.

— ¡¿Me voy a convertir en Iván?! — exclamó exagerando estar asustado — Pero si él todavía no es papá... Que yo sepa.

— Pobre Iván. — pensé en alto. 

Dejé tapado el sartén ahora solo esperando a que se cocinara un poco más. 

Con ayuda de mis brazos me recargué sobre la encimera estirándome un poco, al reincorporarme sentí sus manos haciendo un pequeño masaje sobre mis hombros.

— ¿Ovidio?

— Shh.

Pero no iba a protestar, se sentía muy bien y lo necesitaba.


Leve, pero volvimos 🫵🏻

Desconocidos - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora