Nuevamente abrí los ojos cuando sentí que me había quedado dormida, ya hasta había perdido la cuenta de las veces que lo hice. El volumen de la música se escuchaba un poco más bajo y las dos veces que me asomé por la ventana ya no se veían tantos coches.
Y aunque intuía que esta fiesta podría amanecerse, yo seguía esperándolo.
Faltaba poco para las 5:30 y no había puesto ni un sólo paso dentro de la habitación. Sabía que él no era una persona que le gustara desvelarse y por lo ocupado que estuvo esta semana era casi imposible que no quisiera dormir desde antes de yo venirme.
Por un momento pensé que tal vez se había ido a dormir a otra habitación, pero él mismo me contó que las habitaciones eran exactas, no había forma. Tampoco le gustaba dormir con otro tipo de ropa que no fuera pijamas o algo cómodo.
Tomé una almohada pequeña y la abracé por debajo de las cobijas, tenía ya bastante sueño más quería esperarlo y asegurarme que dormiría aquí.
Al rededor de 20 minutos después mis ojos se cerraban, ya me había rendido y me dejé llevar por el sueño.
No supe cuanto tiempo estuve dormida, no parecía mucho pues en la ventana aún la luz artificial de afuera atravesaba las cortinas y toda la habitación seguía oscura.
Lo que me había despertado por milésima vez había sido la puerta cerrarse, seguido los movimientos y pasos "ligeros" que hacía. No tenía duda que se trataba de Ovidio. Para estar conviviendo casi cuatro meses con él, conocía perfecto sus pisadas.
Por la poca luz pude ver como se acercó asomándose a mi lugar, quedándose unos segundos viendo y al no ver alguna reacción de mi parte, volvió a lo suyo.
La cama se hundió y escuché como empezaba a quitarse la ropa.
— Ya es tarde. — dije sin moverme ni verlo.
— Sí... Algo. — respondió.
Sé que no era el momento, pero no quería callármelo.
— Estaba muy entretenida su plática, ¿No?
— Ahora no quiero hablar. Tengo sueño. — seguía haciendo lo suyo.
— Ajá, son las 5:56. Te dije desde hace un muy buen rato si querías venirte conmigo.
— Pues muy bueno estaba el baile, ¿No? — pude notar la ironía con la que lo decía.
— ¿Qué? — ahora yo me senté en la cama, prendiendo la luz que estaba cerca.
Ahora fue él quien volteó hacia a mí, parándose de la cama.
— Fue lo primero que te dije. Que no te quería cerca de él y te valió madres. — si su mandíbula no se marcara, cabría duda en mí si podría estar enojado.
— Sólo fueron dos canciones, Ovidio. — dije tranquila, pero ésta pronto se fue — Además, tú estabas con ella.
— Pues sólo estábamos platicando. — volvió a imitarme.
Okay... Si me estaba haciendo enojar.
— Sii, de eso no me cabe duda. Risa y risa estaban. — escupí con fastidio.
Mientras negaba se carcajeó un poco, aunque en ningún momento nadie de los dos habló alto.
— ¿Por qué actúas como si estuvieras celosa?
— Porque en verdad lo estoy, Ovidio. —confesé.
Probablemente la estaba regando al decirle eso, pero ya no podía aguantar más lo mal que me hacía sentir.