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— Feliz cumpleaños, carnalito. — Alfredo dejó unas palmaditas en las espalda de Ovidio — Bienvenido al tercer piso.

— Todavía no los cumplo, hasta mañana. — dijo aceptando el obsequio — Y de aquí a mañana pueden pasar muchas cosas. Me puede cargar la que me trajo.

— Ay hijo, no digas esas cosas. — Griselda lo reprendió.

— No te creas. Gracias, carnal. — reía.

— ¿Pero no lo vas abrir? — preguntó ansioso.

— Pues no ahorita. 

— Ándale, de una ¿Sí?

— A ver, pues. — le quitó el moño a la caja y después la tapa — ¿Qué es...?

— Es algo para que hagas match con tu criatura y anden bien aesthetics, diría la chaviza.

De la cajita, Ovidio sacó una playera -de su talla, obviamente- con unas letras impresas que decían Ratón y abajo de estas el ratón de pixi y dixi. Mientras que en la otra blusita decía ratoncita y traía el mismo personaje, sólo que con un moño rosita en la cabeza y más pequeño.

En su rostro se asomó una media pero tierna sonrisa mirando ambas prendas. 

— Gracias carnal. — volvió abrazarlo — Te voy a mandar foto cuando nos la pongamos.

— Buenis... Para pegarla en mi refri.

La fiesta ya había comenzado un poco antes de eso, de hecho creo que Alfredo había llegado tarde; pero de igual manera se acopló muy bien al ambiente ya que en realidad era solo familia.

Ya era costumbre que cada quien estuviera por su lado y como siempre me había quedado sentada con su mamá y abuela, de vez en cuando llegaba Gris, pero ella se iba con sus primas. 

Él estaba con los hombres de su familia, papá, hermanos, primos y uno que otro tío; estaban en una mesa aparte, cerca de la banda y tomando, aunque a veces volteaba hacia nosotros.

De un momento a otro pararon un poco la música para supuestamente poder cantarle las mañanitas, pero al final de cuenta fue la banda quien las entonó. 

Ovidio se veía algo incómodo por ser el centro de atención en estos momentos, aunque en realidad estaba tan feliz rodeado de su familia; se notaba por como miraba a todos mostrando su sonrisa bien definida.

Cuando empezaron a gritar "mordida" Iván y Édgar se acercaron a él con un trozo de pastel en mano, obviamente con intenciones claras.

— Ay, no. — Griselda tapó su rostro al ver como frotaban el pastel en la cara de Ovidio. Los demás invitados -incluyéndome yo- veíamos divertidos tal escena, parecían unos niños.

Pareció buscar algo con la mirada y supuse que necesitaba algo con qué limpiarse, así que amablemente me acerqué con algunas servilletas en mano y al darme cuenta de cómo me miraba, la sonrisa y risa se fueron de mí.

Aún inocente le señalé mi mano para así de alguna manera preguntarle si las necesitaba, pero el negó y se acercó aún con esa mirada traviesa. Dejé la servilletas en la mesa y busqué refugió detrás de Gris, quien al ver lo que sucedía sólo me abrió paso dejándome desamparada.

Ah.

— Ven aquí, mi amor. 

Después de escuchar cómo me había llamado, me puse nerviosa y por lo tanto sólo me quedé parada esperando mi destino. Volví en sí cuando restregó nuestros rostros muy juguetón y aun nerviosa empecé a reír.

Parecía que por un momento se estaba olvidando de la realidad, podía decirse que esto era  bonito, ¿Romántico? algo que honestamente quisiera que fuese más real de lo que es. 

Dejé de escuchar a mi alrededor cuando paró de jugar y sus manos se aferraron más a mi cintura y mientras me veía por algunos segundos, yo acomodé un poco su cabello que estaba algo manchado de betún. Pero mi mano se fue a su nuca cuando me besó sin importar la situación en la que nos encontrábamos. 

Tampoco podía negarme estando frente a todos, además de que no quería hacerlo.

— Listoo. Pero que bonita foto. — dijo mientras tomaba las últimas — Luego me lo agradecen.

— Ándale, ahí después se siguen comiendo. Pero ya repartan el pastel. — gritó uno de sus hermanos.

Sólo nos reincorporamos con una risita nerviosa, pero no nos separamos del todo. Dejó que una de sus tías y mamá le ayudara, mientras él y yo los veíamos desde un lugar cerca de este.

...

Sobé mi vientre tratando de disminuir esa presión que venía siendo incómoda desde días atrás. 

Sabía que era parte de y el hecho que fuera algo tarde me agotaba muchísimo más, pero yo le había dado mi palabra a Ovidio que podía estar presente y convivir en su fiesta. Además no podía hacerle el feo, se estaba divirtiendo mucho.

 — Hija, de verdad si estás cansada, le puedo decir que ya los lleven a su casa. — me miró preocupada, acercándome un vaso de agua que le había pedido — A estas alturas de tu estado, lo que deberías hacer es estar en casa.

— No se preocupe. Aunque si cansa, todavía faltan dos o tres semanas. — le sonreí — Además su hijo se está divirtiendo, ya es su cumpleaños. — dije refiriéndome a la hora de la noche.

Ambas lo miramos a lo lejos. Estaba abrazado y cantando con sus hermanos, en eso pasó alguien con una botella repartiendo shots. Obvio el cumpleañero recibió uno.

— Ya ni me digas. — negó cruzándose de brazos — Que si sigue así, va a terminar ahogadísimo y no vaya hacerte batallar. 

— Ni tanto. Se queda dormido. — reí.

— No, no... Deja voy por él, sirve y ya se van a descansar. Ahorita vuelvo. — asentí y ella se fue alejando.

(Eso es lo que la señora cree😏)

En lo que se tardaba allá, yo aproveché para ir al baño y al volver, ya tenían a Ovidio muy sentado en el sillón con una mirada perdida pero muy alegre.

— Ten, se la dan a comer en el camino y llegando lo meten a bañar. — le dijo entregando unas cosas — Leah no va a poder sola.

— Achis. — chasqueó su lengua volteándolos a ver y luego a mí — Como si no me hubiera visto ya en paños menores.

Mi rostro tomó color en segundos.

— No nos interesa, imprudente. — Gris le tapó la boca.

— Hijo, ya estás grande, no la batalles. — Ovidio asintió como niño pequeño y Griselda le dio un beso en la mejilla, para después acercarse a mí — Ya sabes, puedes llamarnos por si necesitas algo.

Asentí. — No creo y espero que sea necesario, pero gracias. — sonreí.

— Igual la cena y el baño le servirá de algo. — suspiró — Nos vemos luego.

— Síi y de nuevo gracias. 

— Nos vemos, cuñada. 

— Nos vemos. — correspondí su abrazo.

— Nos vemos cuñadas. — Ovidio siendo llevado por Édgar, desde la puerta se despidió.

— Ya camínale, wey. — lo estiró haciéndolo avanzar. 

Eran pocas las veces que lo había visto ebrio, pero en cada una siempre me quedaba claro lo social que Ovidio podía llegar a ser. 

Y para mí era divertido.

Desconocidos - OGLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora