Suspiré algo fastidiada al escuchar los golpecitos rápidos que el zapato de Ovidio sonaba en el piso.
Era el más desesperado cada que veníamos a las consultas y no conforme tener que aguantar su inquietud, también tenía que hacerlo con el olor de las clínicas, pues me provocaba tantísimas náuseas, aunque creo que ya me estaba acostumbrando.
Volteé a verlo de reojo. Seguía a dos asientos de mí, encorvado y mirando el piso. No es que él se hubiera ido hasta allá, lo hice yo. Pues me estaba tomando muy enserio lo que le hablamos.
FLASHBACK
Cuando terminé el menjurje de "antojo" que había hecho, como cereza del pastel le agregué unas galletas saladas por si le sobraba nutella a mis uvas, claro después de comerme la maruchan que ya tenía en la sala.
Al llegar al sofá, me senté subiendo mis piernas y cruzándolas para mejor comodidad. Tomé mi bowl con mi sopa, para solo esperar a que él ya le diera play a la serie.
Pero el solo miraba a mis platos y luego a mí.
— ¿Qué? — pregunté al ver cómo me observaba.
— Nada. — volteó a ver a la pantalla.
— ¿Seguro que no quieres preparar algo?
— No, no, aun sigo lleno cuando comí en la calle. — me alcé de hombros — Provecho.
— Gracias.
Dicho y hecho, le dio play a la serie y la verdad es que en los primeros 20 minutos ya me había aburrido. No le podía entender y me atrevería a decir que a Ovidio tampoco le estaba gustando del todo.
Se quedaba ido viendo a otro lado y se removía bastante de su lugar. Gracias a Dios no nos sentamos en el mismo sillón, sino ya le hubiera dado un zape.
— No está muy buena, ¿Verdad? — solté.
— Pues ni sé de qué trataba, sólo pensé que te iba a gustar. — dijo rascando su nuca.
— Mmm, mejor pon sherk. — rio tomando el control quitándola.
— Oye, Leah. — suspiró — Quería hablar de, uhmm... De lo que pasó.
Lo miré. Sabía a lo que se refería, pero creo poder decir que estábamos "bien" ¿Ya para qué?
— Ovidio. — me interrumpió.
— Quería disculparme por cómo me porté en casa de mi mamá, yo...
— Sí, está bien. No te preocupes.
— Leah, yo sé que no. — reprochó.
— En verdad. — le sonreí — No pasa nada. Ya sé que todo esto es falso, aquí lo que importa es la niña. De hecho, te pido perdón por ser tonta y confundirme. Pero no te preocupes, ya entendí
— Sabes que no estás sola, nunca te voy a dejar estarlo. Te lo prometí y... — ahora yo lo interrumpí.
— Que síi, Ovidio, que síii. — dije harta, pero tranquila — Independientemente de que quieres ejercer tu paternidad... — suspiré — Ya sé que sólo me estás haciendo un favor al no dejarme ser madre soltera, pero sólo te pido que no me lo recalques tanto y tan seguido, porque en realidad nunca te lo pedí.
Me miró algo asombrado. Su boca se movía, pero ninguna palabra salía de esta.
— Perdóname, nunca fue lo que quería decir. — tartamudeó al no encontrar palabras, supo controlarse — No lo vuelvas a repetir, porque no es así.