Moví la parte inferior de mi cuerpo haciendo un baile tonto al mismo tiempo que le daba una última meneada la comida y la apagué.
Cuando la canción cambió por otra, fui hasta la sala para poder cambiarla por una que me gustara más. No miento al decir que estuve casi por cinco minutos buscando alguna otra y cuando por fin la encontré le di play.
Tres segundos después la pausé al ver cómo se empezaba a escuchar ruidos provenientes de la parte de afuera. Eran varias voces para las tres personas que cuidaban ahí.
Me estremecí cuando caí en cuenta de no tener idea de quiénes pudieran ser; pues tratándose de Griselda o Gris, ellas hubieran mandado primero un mensaje y Ovidio llegaría, pero en la madrugada.
En completo silencio esperé si algunos de los hombres que estaban ahí decían algo o entraban.
Y mis pensamientos parecieron ser escuchados, pues a través de la sombra dibujada en la ventana, pude ver como alguien comenzaba acercarse a la puerta. Supongo que con toda la intención de entrar.
La calma regresó a mí al verlo entrar con su maleta en hombro y una chaqueta en el otro brazo. Seguido levantó la vista encontrándose con la mía y mostró una sonrisa para empezar avanzar sin antes dejar sus cosas en la entrada.
— Creí que llegarías en la noche o bueno, en la madrugada. — confesé aceptando un beso en la mejilla de su parte.
— Ya no teníamos pendientes, pero ellos querían quedarse. — se alzó de hombros — Preferí descansar en la comodidad de mi casa, como Dios manda.
Asentí. — Que bueno.
— Y mi campeón, ¿Qué tal se comportó? — colocó una de sus manos encima de mi barriga y después la otra.
Quise reírme, por como la había llamado. Creo que ya era hora de decirle.
— Bien, de hecho me sorprendió que no hubo achaques.
— Claro, si el que se estaba muriendo de hambre y sueño, era yo. — sonreí grande al escucharlo — ¿Fuiste al chequeo?
Asentí. — Tu mamá me acompañó.
— ¿Y está todo bien con el bebé? — preguntó mirando enternecido a mi barriga.
— Sí, gracias a Dios ella está bien. — hice énfasis en su pronombre.
Levantó su rostro para mirarme y al mismo tiempo y poco a poco borraba su sonrisa.
— ¿Es niña? — asentí confundida — Es broma, ¿Verdad?
En el tono en que me lo dijo, ¿Era bueno o malo?
— Claro, el ginecólogo nos lo dijo. Tu mamá y Grisel estaban presentes. No hay error.
— No.
Bruscamente soltó mi barriga, alejándose y negando.
Abrí la boca para hablar, pero me costaba hacerlo ya que las palabras no llegaban.
— ¿Todo bien?
— ¡No! Yo no... — jadeó — Yo no quiero una niña.
— Pe..Pero... — seguía en shock — ¡¿Por qué?! Es tu hija, Ovidio. Ella ya está aquí.
Pero su postura era la misma.
— No, Leah. No entiendes... Eso no puede ser. Una niña, no. — bajó ligeramente la mirada pensativa y con el ceño fruncido.
— Ovidio... — sollocé.
Al darse cuenta que estaba a punto de llorar, irguió su espalda y sin cambiar su mirada se dio la media vuelta avanzando de nuevo a la puerta.
Cuando el portazo se escuchó probablemente en toda la casa, yo me solté a llorar.
Se había ido.
...
Hace unas horas atrás había dejado de llorar, pero esa decepción seguía en mí.
Era el mismo lapso de tiempo en que nuevamente había regresado a la cama; lloré, dormí y volví a despertar, pero no me había movido de aquí desde entonces.
En la cajita encima del buró, marcaba las 23:34. Si que había dormido bastante.
Tampoco sabía si Ovidio ya había llegado a casa, o si realmente lo haría. Tampoco supe si realmente se había ido, aunque en todo este rato no se escuchó algún ruido.
Pero como sea, creo que a este punto no me importaba. Porque ese "Yo no quiero una niña" seguía en mi mente.
Mi corazón se hacía pequeño en tan solo pensar que mi hija estuviera consiente de las palabras de su papá. Ella no tenía la culpa.
Mentiría si negara el desear que esas palabras jamás hubieran salido de su boca.
Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me percaté en qué momento había abierto la puerta.
Sólo estaba ahí parado viéndome sin decir nada. Y de la misma manera -sin decir nada- apagué la lucecita de mi lado, acomodándome para "dormir".
Aclaró su voz.
— Quiero hablar.
— Yo no. — desacomodé la cama, empezando a taparme con las sábanas — Buenas noches.
— Leah. — reprochó arrastrando la última letra.
Pero tenía razón, había que hablar y yo tendría que sacar provecho y ventaja. Así que me senté sobre la cama para empezar a "hablar".
— ¿Entonces por lo menos podré volver de nuevo a mi departamento?
Vi como tragó grueso y me veía por unos segundos, para luego agachar la cabeza y avanzar donde estaba, no sin antes cerrar la puerta.
Ya casi sale el otro, promise (así dijo 1D🤫)